Cuatro horas. Esto es lo que dura Historias extraordinarias, una película –valga la redundancia– extraordinaria; en la que, a diferencia de otras cintas argentinas –pródigas en tiempos muertos–, pululan numerosos relatos, unos dentro de otros e intercalados, a cual más fascinante; de tal forma que el espectador se queda enganchado y el paso del tiempo casi no se siente. Pero, además, es un filme narrado casi totalmente por una voz en off (en realidad, tres). Es decir, que prácticamente no hay diálogos (aunque los vemos, no los oímos) a lo largo de esas cuatro horas, pese a lo cual quedamos atrapados por un texto escrito para ser dicho o contado, con el apoyo de imágenes. Para que esto funcione, la voz en off explicará aquello que la imagen no puede mostrar, utilizando las técnicas de la intriga y la pesquisa casi detectivesca. El resultado es un maravilloso maridaje entre cine y literatura, donde al final lo que importa son los inesperados e insólitos giros narrativos enmarcados en un esquema audiovisual tan eficaz como original.
Historias extraordinarias es tres películas en una, ya que el guión se organiza en torno a las historias de tres personajes principales, las cuales nunca llegan siquiera a tocarse; pese a lo cual comparten varios aspectos comunes que le dan a la obra una sólida unidad. El primero de estos elementos es, obviamente, el espacio en que transcurre todo el filme: las zonas rurales de la provincia de Buenos Aires. Este paisaje de llanura pampeana, aparentemente vacío, se poblará de personajes y situaciones insospechadas; que van desde asesinatos e indagaciones policiales hasta discusiones arquitectónicas o de infraestructura física, pasando por oscuras actividades de contrabando o sorprendentes acontecimientos bélicos. Son situaciones que ocurren en los límites (o al margen) de la ley, y nacen –un poco irónicamente– en un contexto de tareas administrativas tan rutinarias como inciertas. De esta forma, el paisaje algo desolado de la pampa alberga un ámbito de descubrimientos constantes y aparentemente inacabables.
Esto nos conduce a la estructura de los relatos propiamente dichos. Los tres empiezan en el presente pero luego se van internando en el pasado. En el primer relato, esto ocurre casi inmediatamente; en el segundo, sucede luego de un inicio más dilatado; mientras que en el tercero, la vuelta al pasado ocurre más lentamente y se desarrolla ya plenamente hacia el final. Durante el avance de la acción, surgen historias secundarias, tanto en el presente como en el pasado, encapsuladas unas dentro de otras, así como idas y vueltas en el tiempo; de tal manera que los relatos se empiezan a bifurcar y desenvolverse hasta componer un frondoso entramado.
Pero no se piense que este laberíntico recorrido es confuso o enrevesado. En absoluto. El director Mariano Llinás ha organizado estas tres historias intercaladas a la manera de una novela; es decir, en 18 capítulos claramente establecidos, para saber en qué historia (y en qué parte de la misma) estamos. Además, Llinás no teme volver atrás para recordar incidencias pasadas –por ejemplo, al retornar por vez primera al relato inicial– a fin de reubicarnos en la nueva situación. Lo cual no resulta redundante ya que el director aprovecha para profundizar en nuevos aspectos de la historia a fin de prepararnos para lo que seguirá. Además, los momentos más impactantes o insólitos del filme han sido estratégicamente ubicados al inicio de la primera historia, al medio de la película (en la segunda historia) y hacia el final del tercer relato principal. Así que, como vemos, la estructura narrativa ha sido hábilmente organizada, incluyendo componentes simétricos que ayudan a dar coherencia al filme.
Luego de los cambios de tiempo tenemos las similitudes entre los tres protagonistas principales, en torno a cada uno de los cuales se articulan los tres grandes hilos narrativos. Se trata de personajes anónimos –llamados X, Z y H, respectivamente– quienes por circunstancias aleatorias o profesionales son empujados a indagar en el pasado de otros tantos sujetos; haciendo de investigadores, partícipes o simples testigos de los desopilantes acontecimientos que se ocultan tras personajes aparentemente anodinos y acciones pretendidamente rutinarias. X, Z y H son forasteros que llegan a estos lugares, los recorren siguiendo la pista de otros personajes que hacían otros recorridos, en algún caso más allá de la provincia, hacia otros continentes. Por otra parte, la película no se detiene en los oficios y profesiones de sus personajes, ni en sus ocupaciones administrativas cotidianas; las cuales son presentadas irónicamente como misteriosas y rutinarias. En este juego de duplicaciones, conexiones y paralelismos en el tiempo y el espacio, así como en el diseño laberíntico de la narración, vemos una cierta influencia de Borges; mientras que el modo en que se describen las ocupaciones burocráticas supondría un toque de Kafka, sino fuera por el tono irónico de las mismas.
Hasta aquí pudiera pensarse que las notables virtudes literarias del texto tienen a las imágenes como una mera ilustración. En cierto sentido, se puede afirmar que, efectivamente, la estructura audiovisual amplifica y hasta reverbera el contenido del texto narrativo; pero justamente por tratarse de una estructura, va más allá de simple ilustración. Pareciera que el director se ha preguntado: ¿cómo hago para que el espectador se sople cuatro horas de voz en off sin morir (de aburrimiento) en el intento? Y la respuesta es la construcción de una puesta en escena donde tal “ilustración” audiovisual tiene características autónomas que hacen no sólo tolerable sino placentero en grado sumo el audaz experimento de Llinás. En el cine es habitual que tanto el recurso a la voz en off como las calidades literarias del guión tengan un papel secundario, complementario y subordinado al de la parte visual; incluso cuando alcanzan un alto nivel de excelencia artística. Es por ello que, al darle la preeminencia a estos dos elementos, el director ha debido diseñar una estructura audiovisual funcional a los mismos, pero que funcione también por sus cualidades intrínsecas a fin de mantener el interés del espectador y su disfrute estético.
En esa línea, este diseño combina adecuadamente los planos muy cerrados –a veces casi claustrofóbicos– con los planos generales y hasta las panorámicas. En los primeros recurre a las tomas por detrás del hombro, para buscar la implicación del espectador en la acción; así como la iluminación en penumbra o contrastada (incluso en exteriores de día), para mantener la situación de misterio y acicatear la curiosidad. Asimismo, usa ocasionalmente la cámara en el hombro, otro mecanismo para conseguir una mayor identificación del público. En otros casos, tenemos recursos casi reporteriles, como la secuencia donde se analizan los recortes de prensa de determinados sucesos policiales; y donde Llinás utiliza –además– la pantalla cortada, moviendo la cámara como si lo hiciera sobre los cuadros de una historieta. Mientras que la banda sonora incluye una más que apropiada música de Gabriel Chwojnik, con momentos que sugieren episodios fantásticos (y que igual podrían ilustrar una cinta de ciencia ficción), así como canciones románticas para acompañar, irónicamente, alguna de las historias sentimentales que también florecen por los bordes de la cinta. No faltan momentos en los que se apaga la casi constante presencia de la voz en off, para dejar reposar el oído y permitir –gracias a la imagen– una mejor “digestión” de contenidos y sensaciones por parte del espectador; así como también hay algunos momentos en que llegamos a escuchar breves fragmentos de las conversaciones que se entremezclan con el relato en off.
El conjunto de todos estos elementos busca despertar, mantener, satisfacer y volver a estimular la curiosidad del público; de implicarlo y hacerlo partícipe de estas búsquedas a través de fotos, películas, mapas, rutas, caminos, carreteras, el río Salado; en hoteles, pueblos y estancias remotas, perdidos en la pampa. Incluso el mismo paisaje de cañaverales y maleza a media altura invitan a empinarse y mirar por encima, a husmear; cuando no brotan de allí mismo personajes y nuevas historias.
Es insólito cómo Llinás explota al máximo el voyeurismo del público, con un lenguaje audiovisual que –paradójicamente– lo obliga a volver, una y otra vez, a concentrarse en el texto literario, a la narración dicha en off; la cual es la prinicpal fuente de información y de sensaciones, prevaleciendo sobre lo visual, sin dejar de ser cine. Ello porque las imágenes amplifican esas narraciones contadas y, a la vez, nos devuelven (y obligan) a fijarnos en el texto; dadas las particularidades de la estructura audiovisual (fotografía, encuadres, planificación, música), que hemos descrito más arriba. Esto hace que Historias extraordinarias sea una experiencia única, un filme sorprendentemente entretenido y un homenaje del cine a la literatura (y especiualmente a la oral).
Dir. Mariano Llinás | 245 min | Argentina
Intérpretes: Klaus Dietze, Eduardo Iaccono, Walter Jakob, Mariano Llinás, Horacio Marassi, Agustín Mendilaharzu.
Voces en off: Daniel Hendler, Juan Minujin y Verónica Llinás .
Guión: Mariano Llinás.
Música: Gabriel Chwojnik.
Fotografía: Agustín Mendilaharzu.
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