Extranjera
¿Quién no ha deseado, alguna vez en su vida, borrarse del mapa? Desaparecer, huir del vacío social, para caer en otro vacío, al menos más personal, más elegido, al que pudiermos llamar “mi vacío”. Algo de esto nos contó el director argentino Ariel Rotter con su segunda película, El otro, pensada plano a plano para el actor Julio Chávez. Con la misma dedicación al personaje, manufacturado por una actriz en la que se han reencarnado todas las musas del cine, Isabelle Huppert, el realizador francés Benoît Jacquot ha explorado el mundo creativo que aún es capaz de imaginar el cine con la exquisita Villa Amalia, un paso más hacia la proliferación, aunque escasa aún, del cine de autor, tan necesario para un reaprendizaje de lo que el cine contiene como arte.
Dice Jacquot que cuando leyó la novela de Pascal Quignard, en que está basado el guión, pronto vislumbró el rostro de la Huppert en la infeliz y engañada Ann/Anna. Objeto de deseo de auteurs, si no hubiera existido esta actriz francesa, de alguna forma tendrían que haberla creado, aunque fuera como maniquí, algo así, pero diferente, viene a sugerir Sergio Sastre en su excéntricamente apropiado relato dedicado a Isabelle & Chabrol, que forma parte de un volumen colectivo sobre realizadores y musas “Ellos y ellas” (ed. Calamar), que, y perdonen mi atrevimiento, también me concierne.
La estrella francesa sabe como nadie representar a almas torturadas, psiques deterioradas o mujeres resultas y frías, cuyo lenguaje sale por la mirada. Mujeres distantes, pero apasionadas, mujeres dominadas o dominadoras, mujeres obsesivas, siempre alejadas de toda vulgaridad, el maniquí ideal para representar los demonios de todo director experimental y deseodo de devenir autor. No voy a decir nada que ya no sepan los lectores sobre una actriz con tan extenso currículo y premios, amén de cuan largo carisma.
Benoît Jacquot lleva filmando desde 1975, con una treintena de películas a sus espaldas, además de alguna Opera, para quien la narrativa no adquiere tanta importancia como el trazado del personaje, su situación exterior e interior, con los que empieza a componer un puzzle, en cuya parte central o tronco principal siempre hay una mujer. Algo que es común a su obra, una cierta búsqueda emprendida por el personaje. Búsqueda que surge a partir de un momento crucial, o de shock; Puede ser una bofetada, una mirada, o puede ser una mentira, como la que descubre Ann/Huppert en Villa Amalia, cuando sigue a su pareja hasta una casa en la que se encuentra con otra mujer. A partir de aquí, sin que el espectador tenga idea del historial de la vida de esta pareja, se desencadena la huida, la rotura con un pasado que se adivina vacuo, lleno de apariencias tranquilas y banalidades. Ya lo expresa Ann de un tajazo cuando su pareja (Xavier Beauvois), sin entender a que viene su decisión de cortar la relación, le dice desesperado que le mire, a lo que ella responde como si por fin viera: no veo gran cosa.
Al tiempo que Ann o Anna, compositora y concertista de piano, descubre la mentira en su vida, se encuentra con George, un amigo de la infancia (Jean-Hugues Anglade) que le ayudará en su radical decisión de deshacerse de su vida anterior y encontrar un lugar discreto donde refugiarse junto a su propia soledad. Este proceso lo hará Jacquot de manera pausada, tranquila aunque repleta de impulsividad, apelando a la gesticulación mínima y al mismo tiempo intensa de esta maravillosa actriz, exponiendo esa huida personal en artísticos planos y melodías que se corresponden en su exploración cinematográfica con la imagen.
De alguna manera Ann o Anna se venga de lo socialmente correcto: tener una propiedad, un buen coche, tarjetas de crédito, cuentas bancarias, objetos de culto valiosos (como sus pianos), en fin, no es que los rechace como algo maldito, más bien demuestra, y se demuestra a sí misma, que puede prescindir de ellos, por más que ello suponga un entramado burocrático complicado.
Y lo que vemos al final de ese viaje en el que Ann se va quitando pesos y lastres, es una mujer ligera, libre, aún angustiada, pero tenuamente feliz a ratos.
Con una hermosa fotografía de Caroline Champetier la cámara de Jacquot acompaña a Ann en una road movie diversificada entre autobuses y trenes, cambios de equipaje y ropa, pasando por varias ciudades europeas y situándose casi siempre detrás de la actriz, anunciando, de alguna forma, la duplicidad, lo inaccesible de un personaje con secretos. Ann/Anna es un enigma para el espectador hasta llegar a una isla de la costa italiana y enamorarse de una vieja casa alzada en un risco frente al mar. En este punto se convertirá en objeto de envidia, tal vez, pero seguirá siendo un enigma por su osada libertad.
Dir. Benoît Jacquot | 91 mins. | Francia y Suiza
Intérpretes: Isabelle Huppert (Ann), Jean-Hugues Anglade (Georges), Xavier Beauvois (Thomas), Maya Sansa (Giula), Clara Bindi (Amalia), Viviana Aliberti (Veri), Michelle Marquais (madre de Ann), Peter Arens (padre de Ann), Ignazio Oliva (Carlo).
Guión: Benoît Jacquot y Julien Boivent; adaptación de la novela homónima de Pascal Quignard.
Estreno en España: 18 de junio de 2010.
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