Asesinar, literalmente, por amor al arte. Diseccionar al occiso para hacer estética de sus partes. Así proceden los psicópatas que ven belleza en sus acciones depravadas. Aunque viles, paradójicamente, se hacen destacados, como elegantes señores del mal. Introspectivamente y con cierto remordimiento, se nos antoja juzgarlos desde una perspectiva admirativa, no con franco repudio, ergo, los consideramos la parte refinada de la escoria.
Ese placer culposo es primordial en la concepción de filmes de asesinos seriales, en los que nunca son tratados como vulgares agentes del sadismo, acaso, por su calidad de enigmáticos. Es más, sus excentricidades matizan los esquemas, por lo general, similares de este subgénero, donde se juega al gato y al ratón. Los modus operandi, necesariamente llamativos, de estos antagonistas hacen la diferencia de otros de su misma especie, no obstante, los resultados no son siempre parejos. Recordamos mejor Se7en que El coleccionista de huesos.
Obsesión criminal, primera película de interés de H. S. Miller, sigue la corriente. Narra el regreso a la actividad detectivesca de Stan Aubray (Willem Dafoe) luego de que cerrara, con aparente éxito, un caso de asesinatos en serie que lo ocupó por largo tiempo. El asesino que Aubray creyó detener, regresa después de 5 años sabáticos para continuar con su función homicida. Como su deber lo obliga, reaviva el caso a la par que lucha contra su soledad y su creciente alcoholismo.
Un Willem Dafoe lacónico, aún así expresivo, es quien lleva el peso de la película. Cada gesto suyo parece develar algo, potenciando el misterio. La vida antisocial de su personaje encuentra motivo en la persecución del asesino del Anaformismo, cazador y perseguido se retroalimentan con sus acciones. En una breve reflexión, caemos en cuenta que el uno sin el otro carece de importancia para la vida de sociedad. Su relación héroe-villano es estrecha, propiciando un enfrentamiento psicológico, que si bien no llega a niveles sobresalientes, permite que la película funcione ágilmente.
El concepto artístico del anaformismo es una técnica pictórica que data del Renacimiento y que manipula las leyes de la perspectiva para proyectar dos puntos de vista diferentes de una misma obra. La pintura Los Embajadores, del alemán Hans Holbein el Joven se muestra como material didáctico en el filme, asimismo es sugerente en alguna conclusión. La obra está compuesta por dos hombres parados entre un cráneo pintado con la técnica referida. Estos embajadores están «entre» la muerte, lo que no se divisa si se aprecia la pintura frontalmente. Aubrey y el homicida serían Los Embajadores en esta trama, quienes tratarán con la muerte para salir airosos del encuentro.
Tres años después de su realización, llega este atractivo thriller que nos permite disfrutar de Willem Dafoe en un buen estado. Scott Speedman, su compañero de investigación en el filme, es un buen actor, sino revisen Adoración, de Atom Egoyan, en la que interpreta su mejor rol.
Obsesión criminal es un filme denso, contextualizado en un invierno gris, que enmarca los gestos impertérritos de los personajes y los macabros asesinatos que intentan resolver. La película se desarrolla en ambientes oscuros, que explicitan lo escabroso de la pesquisa, dejando poco para los diálogos, que no se gastan en explicaciones obvias. El maquillaje de los cadáveres sí es notable, estremecen sus poses una vez ya destripados y cosidos.
Dir. H. S. Miller | 107 min. | EE.UU.
Intérpretes: Willem Dafoe (Stan Aubray), Scott Speedman (Carl Uffner), Don Harvey (Michael C.), Peter Stormare (Blair Collet).
Estreno en el Perú: 8 de julio de 2010
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