Abróchense los cinturones que comienza la feria de las norias metacientíficas a lo Hollywoodland. Cuando a la casa le da por sacar a subasta tema, ya esperamos que sean varias las manos alzadas, de más o menos arriesgada entidad. Como aperitivo de la favorita, El origen de Christopher Nolan, se adelanta un realizador belga, Jaco Van Dormael, con un proyecto propio que llamó, en 2009, la atención del Festival de Sitges, ganando el Premio al mejor maquillaje; el Festival de Estocolmo con el Premio a la mejor fotografía y un par de premios menores en el Festival de Venecia sobre la contribución técnica. Hablo de Mr. Nobody o Las vidas posibles de Mr. Nobody, título español más explicativo.
Todos nos hemos preguntado en algún autoreconocimiento vital, sobre todo aquellos que nos vamos haciendo mayores, si estamos viviendo la vida que realmente queríamos, eso suponiendo que tuviéramos en mente alguna idea preconcebida o soñada antes de empezar a olvidarla. Quien más quien menos le ha dado vueltas a la cabeza ideando otras vidas propias posibles, con otras personas, y en otros lugares que pudieran darse por cualquier circunstancia, a veces nimia. Y si no es así, es que usted deja mucho el tiempo el mando en las televisiones privadas.
La tercera cinta de Van Dormael, autor igualmente del guión, diríase que es producto de varias noches de insomnio y puede que algún que otro aditamento. Una experiencia visual que pasa por cuestionar conceptos como el tiempo (algo que ya hizo, con más expertise, David Fincher en El curioso caso de Benjamin Button, 2008), la dimensión, el espacio, el big bang, la memoria, la tecnología del futuro, la felicidad, o resumiendo, qué es esto del existir. Demasiado, ¿verdad? Con tal engranaje de accesorios, Mr. Nobody podría haber sido una película memorable, pero el exceso de cuestionamientos concentrados en un metraje de poco más de dos horas y expuestos en un desorden espacial o caos cosmológico aderezado con un ingenuo sentimentalismo convencional no hace sino lastrar una propuesta en principio interesante.
Con la participación de actores menores en el panorama del starsystem, Van Dormael ha mezclado preocupaciones metafísicas, estilo Matrix (1999), con su cuestionamiento de la realidad, junto a relaciones románticas que recalcan tópicos demasiados trillados, especialmente cuando ha concedido demasiado metraje al tiempo adolescente del protagonista.
Jared Leto, que además de actor es músico, empezamos a verlo en El club de la lucha (1999), recordado por su papel del hermoso Hefestión en Alejandro Magno (2004), su papel más destacado fue en Réquiem por un sueño (2000), al que quizá su aspecto de sex symbol le haya impedido llegar a papeles más intensos, realiza una labor virtuosa como Nemo Nobody, (idea del Neo de Matrix!?), especialmente bajo el perfecto maquillaje que lo envejece hasta los 120 años. Le acompañan Diane Kruger, que viene de ser blanco de los Malditos bastardos de Tarantino, y Sarah Polley, que además de indie favorita de Sundance, estrenó éxito como realizadora hace tres años con Lejos de ella y nos llega pronto en otra extraña producción, Splice de Vicenzo Natali. Los papeles de ambas actrices en Mr. Nobody están muy diluidos, ya que sus personajes están interpretados, en etapas diferentes, por actores niños y adolescentes, lo que les come mucho metraje.
Este coctel de drama, romanticismo y ciencia ficción, la producción belga más cara de su historia cinematográfica, habla de la odisea, carga demasiado pesada, de las continuas elecciones que tenemos que hacer a lo largo de la vida. Elegir, comenzando con esa metafórica decisión que nos imbuyen desde pequeños, ¿a quién quieres más, a papá o a mamá? Partiendo de este dilema, la película se desarrolla en un presente, 2009, y en un futuro lejano, 2092, en que un envejecido Mr. Nobody se ha convertido en un circo mediático por ser el último hombre mortal, con todo lo que el realizador belga ha podido mostrar de avances tecnológicos en una cuidada ambientación y un diseño de producción estimable. Ingresado en una clínica, Mr. Nobody intenta recordar todas sus vidas, entrevistado por un periodista, y es ahí donde surgen ante la pantalla todas las posibilidades de vida de este personaje, desde que con nueve años tuvo que enfrentarse al divorcio de sus padres, hasta la elección amorosa entre tres niñas-mujeres, tema que el realizador maneja con una que otra influencia cinematográfica, como esa levitación de Nemo como expresión de amor, mostrada por Andrei Tarkovski en El espejo (1974).
Con un montaje más extenso, este trabajo fue rechazado para competir en el pasado Cannes. La cinematografía y la labor técnica son destacables como para premiar, y digna de admiración es la escena del viaje a Marte. Le acompaña una banda sonora bien escogida, que remarca cada época, lástima que falle en conseguir el punto optimo de profundidad necesaria para humanizar de manera más seria las cuestiones que maneja, una de las más importantes: esas vidas muertas que muchos llevan a cuestas.
Dir: Jaco Van Dormael | 138 min. | Francia – Bélgica – Canadá – Alemania
Intérpretes: Jared Leto (Nemo Nobody adulto), Diane Kruger (Anna), Sarah Polley (Elise), Linh Dan Pham (Jean), Rhys Ifans (padre de Nemo), Natasha Little (madre de Nemo), Toby Regbo (Nemo adolescente), Juno Temple (Anna adolescente), Clare Stone (Elise adolescente), Jaco Van Dormael (brasileño).
Estreno en España: 23 de julio de 2010.
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