Hacer un documental sobre una celebridad tan imponente como Diego Armando Maradona, cuando aún vive, implica a priori una visión incompleta, fragmentaria, parcial. Imagínense, en el filme de Emir Kusturica falta el periodo 2008–2010: su polémico nombramiento como entrenador de la selección argentina, la cercanía a los Kirchner, la clasificación angustiosa al Mundial, los insultos a la prensa, la campaña en Sudáfrica, el cataplum a manos de los alemanes, su accidentada salida y la penosa comparecencia en el reciente anuncio de Hugo Chávez del rompimiento de las relaciones con Colombia. Y qué más hará después.
Entonces no hay lugar a acercamientos abarcadores. El serbio imprime un tono ligero y tangencial. Se da el gusto de pararse delante de cámaras, no sin vanidad, en un clima de familiaridad con el divo que demora en aparecer en pantalla, precisamente porque el inicio recrea, sin Maradona de por medio, una melodía típica de las películas de Emir, cuyas escenas se insertan reiteradamente entre los recuerdos de pobreza y desenfreno del Diego. Son extremos de una trayectoria que el cineasta siente cercanos y presentes en su filmografía y disfruta citar.
Maradona by Kusturica se concentra en el tenso semblante del primero y la compañía complacida del segundo. Muestra pasajes del periodo 2005–2007, registra estancias breves por diferentes zonas del mundo, recuerda grandes jugadas y goles y huellas de infancia, redime extravíos, excesos y pérdidas irremediables, evoca la fama que trascendió el fútbol en su apogeo y lo convirtió en contertulio de Fidel, juega con la idolatría de la Iglesia Maradoniana, se regodea en declaraciones machaconas ya conocidas y el sobrepeso mutante, enfermizo y casi mortal que lució hasta hace unos años. Es el retrato de un modelo de deidad contemporánea, mundana, terrenal, que el sistema ensalza, vampiriza, conduce y dinamita según lo requiera.
Aunque el relato proyecta intimidad, y emociona la dimensión histórica que el entrevistado le da al triunfo sobre los ingleses en México 86, vengando a Las Malvinas, no tarda en caer en la dispersión y la reiteración. Como si Emir dudara de que la cotidianidad del personaje fuera suficiente para alimentar la narración y creyera necesario contextualizar una y otra vez. Las anotaciones de ese partido emblemático, el de la mano de Dios y el épico, se repiten incesantemente, sobre todo el del «barrilete cósmico», y el director apela a una serie de animaciones burlonas y grotescas, entre ellas las de Thatcher, Blair y Reagan, que causan gracia al inicio pero luego resultan un recurso tedioso y que no están a la altura del autor de Underground, Gato negro, gato blanco, Papá salió en viaje de negocios, Tiempo de gitanos y Arizona Dream.
Por ello, la visión de Maradona by Kusturica, salvo chispazos como la confesión de los momentos claves de sus hijas que la drogadicción no le dejó vivir, padece serias lagunas y se sostiene sólo si aceptamos las escasas ambiciones de su emprendimiento. Debe ser la película menos lograda de su autor, y sin embargo, aparentemente, una de las que más ha gozado realizar. Y se dio el gusto de estrenarla en Cannes, nada menos.
Dir: Emir Kusturica | 90 min. | España – Francia
Con Diego Armando Maradona, Emir Kusturica, Claudia Villafane, Hugo Chávez, Fidel Castro, Evo Morales.
Estreno en Francia: 20 de mayo de 2008.
Deja una respuesta