No confundirse con el título. Los labios no es una historia sentimental, de amores adolescentes o donde hayan sexo oral, muchos besos o sonrisas, ni tampoco es auspiciada por alguna marca de coloretes. Se trata de una cinta sobre la pobreza en una localidad rural de Argentina y muestra el trabajo de un equipo de tres asistentas sociales que hacen una evaluación de las condiciones de vida y salud de la población.
Como la colombiana El vuelco del cangrejo, estamos ante un filme que combina realidad con ficción, sólo que esta obra no tiene la pretensión de «contar una historia» desde el punto de vista convencional, sino que apunta directamente a lo documental y testimonial, gracias a lo cual consigue un resultado más homogéneo que la desarticulada cinta colombiana. Lo original es que los directores Santiago Loza e Iván Fund muestran la miseria en imágenes no de las viviendas o actividades de los pobladores, sino de las precariedades que debe padecer el trío protagonista para el desarrollo de su trabajo, empezando con el increíblemente sucio local que les asignan –donde no faltan ni los ratones– y siguiendo con breves episodios de llegada, preparación, traslado, fatiga, enfermedad y diversión que suceden durante su labor.
Es decir, es una imagen de la pobreza desde el Estado, exhibiendo las fuertes limitaciones institucionales para combatirla. Debe aclararse que en estos episodios, así como en el resto de la película, el tratamiento de los directores es objetivo y distanciado, como si fuera un documental (que en parte lo es) y sin énfasis emocionales. Se incluyen también las escapadas nocturnas de una de ellas, aparentemente en busca de sexo, lo que nunca queda claro ni definido, pero que tampoco influye para el trabajo del equipo, aunque sí genera inquietud en una de sus colegas.
De otro lado, la pobreza de las familias que visitan casi nunca es mostrada en imágenes, pero sí en los testimonios obtenidos por las asistentas durante varias entrevistas. Aquí los directores eluden también un tratamiento periodístico, vale decir, enfático y centrado en aspectos dramáticos o caracterizado por una mirada sesgada y miserabilista. No hay nada de eso. Al contrario, las entrevistas recogen la data «técnica» sobre las necesidades y carencias de los entrevistados, cuyas declaraciones resultan impactantes desde un punto de vista racional. En otras ocasiones, escuchamos en off los informes de las asistentas, escritos con un lenguaje administrativo, aunque no indiferente sobre la problemática tratada. Se trata, pues, de una mirada honesta y objetiva del fenómeno de la pobreza, sin mayores pretensiones.
Una tercera característica que me llamó la atención en esta cinta –y sobre todo en las secuencias de entrevistas– es el uso constante de planos cerrados, primeros planos y hasta planos de detalle, al igual (curiosamente) que en otros filmes argentinos, aunque muy distintos, como Carancho o Rompecabezas. Es posible que en Los labios este elemento cumpla una doble función. Primero, la de centrarse en los contenidos visuales y testimoniales, captando la cotidianeidad con que profesionales y pobladores asumen la pobreza, lo cual es un aspecto clave de la puesta en escena de esta obra. Segundo, tratar de compensar con este mecanismo, destinado a lograr una mayor intensidad emocional, el distanciamiento y objetividad buscados por los realizadores de esta interesante película. Si esta última ha sido la intención, pues no ha sido lograda, ya que en conjunto sigue predominando en el filme la mirada distante, pese a su bella escena conclusiva.
En suma, Los labios es una película muy coherente, que muestra la pobreza eludiendo los patrones convencionales, buscando más bien llamar la atención sobre el tema a partir de exhibirlo con la mayor racionalidad y objetividad posibles, recurriendo a una original combinación de elementos y moviéndose todo el tiempo en el ámbito de lo cotidiano. Esto marca una fuerte diferencia con otras miradas posibles y legítimas sobre el asunto en el cine o el audiovisual. Sin embargo, hay que decir que esta virtud supone también una cierta limitación, ya que deja por fuera causas, salidas y/o alternativas al problema. De otro lado, centrarse en las asistentas antes que en los pobres, y omitir una mayor profundización de unas y otros, por ejemplo, mediante mayores referencias a partir de historias de vida, también limita el alcance de la obra. Todo lo cual nos conduce a que el filme resulte un poco soso, sin mayores sorpresas y termine estimulando algunos bostezos, aunque no tantos como El vuelco del cangrejo.
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