En Octubre, como en pocas películas peruanas, las referencias cinematográficas resultan más que evidentes. Reconocemos el ritmo y humor de una cinta de Aki Kaurismaki, el estilo austero de la uruguaya Whisky -su referente principal-, su afinidad temática con El dinero de Bresson, y hasta la sombra de Francisco Lombardi rondando en su retrato costumbrista de algunos personajes y situaciones de la marginalidad urbano-limeña que habita en zonas como El Cercado, Magdalena o Barranco. Es una estilizada y depurada comedia dramática de situaciones, con su pizca de patetismo, en la que el dinero -firme o «bamba»- tiene una presencia particular, es el medio que circula de mano en mano construyendo vínculos, que pone en juego situaciones y afectos, que ata a los personaje de una Lima moderna y precaria, empobrecida y atiborrada de fervor religioso.
Los directores Daniel y Diego Vega trabajan al detalle cada plano fijo con el que construyen esta historia mínima, la que cuentan con fluidez, rigor y pinceladas pintorescas. El indolente Clemente, prestamista y putero encarnado por un circunspecto Bruno Odar, se verá en aprietos cuando una prostituta le deja una bebé, fruto de sus relaciones, a la que tendrá que atender con ayuda de Sofìa (Gabriela Velásquez), solterona y reprimida devota del Señor de los Milagros. Secundándolos, vemos también a una pareja de ancianos (infaltable Carlos Gassols) que parece sacada de Interior bajo izquierda, cortometraje de los Vega con el que esta película tiene más de una coincidencia respecto al manejo de espacios y desarrollo de personajes empleando el mínimo de recursos.
Octubre está filmada con corrección, guardando la simetría y con sus planos en foco, salvo en dos momentos en los que un desenfoque y un acercamiento puntúan la decisión de Clemente. Aunque parezca haber cierta afectación y gravedad en todo esto, los hermanos echan mano del humor y del acertado montaje de Gianfranco Annichini, dándole un acabado peculiar a su microuniverso social, a su desencuentro de soledades, de aliento resignado y esperanzador, que ofrece además una de las escenas de masa mejor filmadas del cine nacional. Estas objeciones no le restan méritos al sorprendente debut de los Vega, ni expectativa de lo que harán en el futuro.
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