Viendo Agua fría de mar, de Paz Fabrega, uno puede tener la impresión de que Antonioni pasó unas vacaciones en las bellas playas de Costa Rica, pero que las interrumpió muy pronto, ya que este filme no tiene ni la duración ni el vuelo de las obras del famoso realizador italiano, aunque sí sus tiempos muertos (sin abusar) y un juego de sugerencias que la hacen interesante.
El centro del filme es la relación que se establece entre dos mujeres, una joven de familia adinerada en un paseo por Año Nuevo con su novio y otra, una niña que acampa en la playa con su familia de extrema pobreza. El talante reticente y aburrido de la niña rica es la parte antonioniana del filme, mientras que su contraparte infantil, ansiosa y exuberante, establece un contraste marcado que impide que la cinta caiga en el pasmo total. El resultado de esta contraposición es una cierta tensión que recorre todo el filme y que alimenta la insatisfacción vital de la joven y un cierto frenesí autodestructivo en la pequeña. Reinan aquí, entonces, las insinuaciones, sugerencias, sobreentendidos, comportamientos intrigantes, sazonados con ligeros toques de angustia.
Esto hace que la película esté abierta a diversas interpretaciones –dramáticas, sociales y de género–, a cargo del espectador. No se espere, sin embargo, suspenso, emoción, claridad o resolución de conflictos por lo demás ocultos en medio de un Año Nuevo en la playa. Por el contrario, todo transcurre durante situaciones cotidianas, aunque en espacios sociales muy distintos, no exentos de algún detalle inquietante (¡esas serpientes marinas!). Otro aspecto que favorece este vago entramado subyacente podría ser el hecho de que las personalidades de las dos protagonistas estén trocadas, es decir, que el carácter y actitud de la niña correspondería más bien a la de la joven pituca, y viceversa, el temperamento más reticente de la mayor podría corresponder más bien a la pequeña. No se espere tampoco un paisaje turístico ni un tratamiento de este paisaje a la manera de Spielberg en Jurassic Park; en cambio, tendremos una ambientación realista y algunos momentos de belleza crepuscular al pie del mar.
Sea como sea, no se trata para nada de una película pretenciosa sino más bien de una obra muy personal y con procedimientos misteriosos felizmente acotados. Recomendable para quienes gusten de acertijos de imposible resolución o amantes de la indefinición, la vaguedad y la parsimonia.
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