Las escenas iniciales de la interesante cinta Norteado parecieran introducirnos a un filme de corte social y hasta documental. Sobre todo por la mostración de los constantes intentos de atravesar la frontera por el omnipresente muro que separa Estados Unidos y México, en la ciudad de Tijuana y sus alrededores. Ese muro, tomado desde distintos lugares y con diversos ángulos será una presencia constante a lo largo de todo el relato. Sin embargo, antes que constituirse en un factor de suspenso más bien se constituye en la imagen de una situación de hecho, casi inmodificable, pese a las frecuentes intentos y filtraciones humanas (con ejemplos exitosos) en la frontera.
La separación que Norteado presenta es la de las familias, ya que los personajes tienen familiares en el otro lado; el protagonista insistirá en pasar pese a un fallido intento previo, mientras que quienes lo alojan transitoriamente ya se quedaron atascadas en Tijuana. Se combinan, entonces, dos tiempos, el de quienes aún tienen esperanzas de pasar la barrera y quienes ya la han perdido (y dan por terminados sus relaciones de pareja con los del otro lado); entre ambos se establecerá, sutilmente, fugaces relaciones triangulares.
La película tiene un tempo parsimonioso, aunque ma non troppo, y luego de ese comienzo tan de documental, gradualmente el protagonista se va introduciendo en el mundo de los atrapados por la frontera, donde le darán empleo y vivienda precarias, que luego tenderán a ser más estables y mejores. Al mismo tiempo, tratarán de establecerlo en la ciudad y tentarlo para que no lo intente nuevamente. La cinta tendrá un desenlace tan irónico como insólito, lentamente preparado por las peculiares peripecias del héroe. El tratamiento es distanciado y objetivo, casi como de documental; pero a diferencia de –por ejemplo– Los labios, Norteado tiene un mayor peso ficcional, lo cual le permite ir más allá (ma non tanto) del tono plano y seco de la mencionada cinta argentina.
De todas formas, el gran punto a favor de la película mexicana es el exacto balance de todos los componentes que en lento avance van componiendo las relaciones entre los personajes; las cuales carecen de fuertes énfasis dramáticos. En este marco, el director Rigoberto Perezcano ofrece una mirada tan cotidiana como respetuosa del fenómeno de la migración. Y, al igual que otras obras presentadas en el Festival de Lima, se trata de un filme menor y sin mayores pretensiones; quizás el mejor de los vistos y comentados de este tipo hasta ahora por quien suscribe.
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