¡Por fin una comedia! Luego de tantos dramas y, sobre todo, de filmes tan asépticos como desdramatizados, el Festival de Lima de 2010 nos ofreció Dos hermanos una atildada comedia argentina, cuyo principal punto es el soberbio trabajo actoral de Antonio Gasalla (Marcos) y Graciela Borges (Susana), quienes dan vida a los personajes del título. Se trata de una cinta de y para cincuentones. Nos movemos en un ambiente donde predominan las personas de esa edad o mayores, con algunos personajes base 4 y alguna joven veinteañera, y con ocupaciones un poco marginales en un contexto social de clase media alta, aunque en declive.
Hay pues un tono ligeramente otoñal para esta peculiar pareja de personalidades contrapuestas pero que mantienen una relación de mutua dependencia, aunque –por momentos– de mutua intolerancia. Lo cual es la fuente que alimenta una mirada irónica, combinada con distintos momentos de dignidad, mordacidad y frustración, que trasuntan una cierta amargura que colinda con el patetismo, los que no llegan a manifestarse abiertamente gracias a las peripecias algo extravagantes y unas gotas de humor negro que caracterizan esta simpática película de Daniel Burman. El filme se mantiene más por lo que vemos en cada una de las secuencias antes que por la estructura dramática o audiovisual. Los distintos episodios giran en torno al mundo familiar y ocupacional de la pareja de hermanos, ofreciendo facetas distintas y variables de ambos personajes, tanto juntos como por separado, con un humor también cambiante, pero que nunca llega a la caricatura o al esquematismo.
Al contrario, la caracterización que Borges y Gasalla realizan está tan lograda que dan la impresión, por momentos, de estar desarrollando un drama narrado con sobriedad y nobleza (Marcos) o con fría y manipulatoria convicción (Susana); sólo el abierto contraste de caracteres con respecto a sus acciones, en particular en el caso de ella, nos mantiene la sonrisa puesta la mayor parte de la cinta; así como por algún detalle de humor visual. Por otro lado, la descarnada mostración de las debilidades humanas de Susana, así como de los ocultos deseos de Marcos nunca tomará el camino fácil del doble sentido o la vulgaridad. La ironía siempre tendrá ese tono algo anacrónico, tomado de estos personajes que están en el umbral de la vejez y rodeados por un ambiente un poco decadente. No obstante, el desenlace será crepuscular y sentimental, aunque al final tengamos una escena –algo anticuada– de music hall.
En suma, Dos hermanos es una comedia modosa, circunspecta y algo rancia, donde se puede disfrutar un notable trabajo actoral y conseguir un irónico relax con algunas oportunidades para reír.
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