La luz de neón, artificial y tenue, de carteles, de taxis y de locales vespertinos, alumbró las idas y vueltas de los jóvenes huraños del Taipéi de los 90. Aunque viciosos del relajo, lacónicos y solitarios, anduvieron atrapados en una prolongada adolescencia que extendió sus ciclos de incomprensión y egoísmo. En esa nebulosa, calles oscuras y casas ensombrecidas, el neón figura para esos jóvenes un halo de deferencia por parte de la vida, posibilitándoles la noche para zafarse de sus complejos y retraimientos. Entonces se vuelve su divinidad, su Dios.
Rebeldes del dios Neón más que una historia, desarrolla estados de ánimo. Hay narración, sí, pero no una premisa que se anude y después se desenlace. Tsai Ming-Liang, sin ánimos de internarse en el estilo que confunde lo documental con lo ficticio, se acerca a la desvariada juventud taiwanesa, a la que considera una troupe de errabundos, para registrarla en sus excesos y paradojas. La contempla en su vida nocturna, cuando es auténtica, casi sin tomar postura, pareciendo objetivo. El tratamiento de la imagen es la que esclarece su reflexión.
La ficción de Tsai evoca a la artificialidad de la luz como una evasión también artificial (videojuegos, motocicletas, centros comerciales) de los sosedades cotidianas. El taiwanés relaciona lo sombrío con lo rutinario -opacos los rincones de casas y calles- y el efugio con la luminaria -irradiados los lúdicos lugares de encuentro-, aunque no de manera celebratoria: quienes se divierten entre juegos, tragos y hostales parecen penantes nocturnos, rastreros y desenfrenados. Viven contra las convenciones, pues duermen de día, desisten de estudiar, mataperrean a sus anchas, son pervertidos de una sociedad excluyente, que se mueve entre sombras y poca luz.
Así lo representa en los planos abiertos de las secuencias nocturnas, donde la penumbra prevalece por sobre los débiles resplandores de postes y alumbrados. La de Rebeldes del dios Neón no es una fotografía embarrada sino carente de brillo, los contrastes se difuminan en una parquedad que envuelve el cuadro. Desde las atmósferas lóbregas entendemos la conducta de los personajes.
En ésta, su ópera prima, debutaría también Hsiao Kang, su personaje álter ego, infaltable en cada entrega suya. Rebeldes del dios Neón más extraña que gusta, es el esbozo de un imaginario maestro en ciernes. Es, igualmente, una aguda observación crítica de su realidad, donde la libertad se ha mecanizado. Pocas veces el título al español fue más acertado.
Dir. Tsai Ming Liang | 106 min. | Taiwán
Intépretes: Chao-jung Chen (Ah Tze), Kang-sheng Lee (Hsiao-Kang), Yu-Wen Wang (Ah Kuei), Chang-bin Jen (Ah Bing), Tien Miao (Padre de Hsiao-Kang)
Deja una respuesta