El hombre mariposa
Una cosa está clara, la segunda película del cineasta holandés Anton Corbijn, especializado en videoclips para grandes bandas (U2 o Depeche Mode), se ha ganado su buen puesto en taquilla gracias a la presencia y la solidez que le da al personaje un actor del calibre de George Clooney. Autrement hubiera tenido un hueco en festivales y algunos comentarios por su estilismo quieto y cierta maña autoral. El americano es George Clooney, y George Clooney no es sólo El americano, es muchos más, es una star con potencia, algo como lo que pasa con DiCaprio, al decir sí a proyectos de envergadura que sobresalen ya sea por su experimentación, su bizarrismo, su singularidad o, por qué no, su proyección mainstream, junto a firmas de categoría.
Después del biopic dedicado al vocalista de Joy Division, Ian Curtis, en Control (2007), Corbijn vuelve a la gran pantalla desviándose por otros caminos, en este caso la adaptación de la novela de Martin Booth, «A Very Private Gentleman», escrita para el cine por Rowan Joffe, con claras influencias de un tipo de western del ocaso, el de perdedores estoicos, que el realizador ha homenajeado con un pequeño guiño en la presencia cinéfila Leone y Henry Fonda en aquel Hasta que llegó su hora / Érase una vez en el Oeste (1968).
Esa cadencia tranquila, del héroe calmo pero vigilante, siempre alerta, enmarcado en una luminosidad de colores tierra, matizados, que junto a una música que no quiere sobresalir a la trama y los personajes, y ayudado por un paisaje escalonado a lo Casablanca de Michael Curtiz, es decir un lugar de paso, escondite al mismo tiempo, un país ajeno al protagonista, lleno de callejuelas estrechas, laberínticas esquinas y cultura ajena, pero con la inevitable belleza de su naturaleza o sus mujeres, hacen de El americano una película con intención de arte, una presunción chic y elegante (a Clooney le sientan divinamente, esta vez libre de grasas, los trajes de calidad incluso con pistola en mano corriendo escaleras arriba), que con la exposición de un último trabajo (como eje central) para una mujer fría y perfecta cual dona recién salida de una sesión de Vogue, convierten a la filmación en una mezcla de diseño y parsimonia, a la que la fuerza expresiva de Clooney, escasa en palabras, le dan el crédito que necesitaba para el éxito.
Sabemos que el argumento del asesino a sueldo es uno de los preferidos para dotar de glamour a los guiones de cine. Desde aquel Alan Ladd (al que mejor mira Clooney/Jack o Edward) de 1942 en This Gun for Hire, quien puso el listón muy alto, pasando por los encargos que tan bien remataba Alain Delon, el Chacal de 1973. No olvidamos a mujeres letales como Nikita y la novia del Bill tarantiniano. Los hay que se dejan ablandar por niñas como Leon el profesional, los llenos de remordimientos como los irlandeses que se pierden, de nuevo, en paisajes exóticos europeos (Brujas) o los sin conciencia como Anton Chigurh o Vincent/Tom Cruise al que los daños colaterales le traen al fresco. Todos han dado buenos dividendos a la industria.
¿El éxito de estos héroes oscuros? Jack o Edward es un serio, inteligente y callado profesional (incluso los disparos que realiza carecen de estruendo) de repartir finiquitos por encargo. La mayoría de los espectadores sienten simpatía por este tipo de personajes de ficción, aunque en la vida real se traduciría más bien por una repugnancia moral, es lo que se podría denominar simpatía por el diablo. Hay una fascinación de la audiencia por esas figuras con su propia ley, como una manera de resarcirse de nuestra vida regulada dentro del marco del bien y del mal. Al igual que Raven/Alan Ladd en This Gun for Hire, Jack/Clooney es un mercenario impasible aunque con cierta ética, y alguna ternura pasajera, pero sin dudar un segundo en deshacerse de testigos, sean novias o… Desde el comienzo Corbijn nos muestra la situación de Jack. En Suecia después de un trabajo le tienden una trampa, al igual que a Raven, de la que escapa y por la que ha tenido que eliminar a una mujer ajena a todo. Su taciturno jefe le manda esconderse en un pequeño pueblo de la región italiana de Abruzzo. En un lugar donde un foráneo es localizado ipso facto será bautizado como el americano, sin que falte la música que le da el exotismo justo, La bambola o Tu vuò fá l’americano.
A partir de aquí, la trayectoria del filme da un giro, y se concentra más en un exhibicionismo o fetichismo técnico, virtuosismo manual de montaje. Mientras permanece oculto, Jack que ahora pasa a llamarse Edward, recibe otro encargo, pero esta vez sin disparos. Tiene que construir y montar un arma de largo alcance con unas especificaciones a gusto del cliente, que resulta ser una mujer de su misma especie.
Todo discurriría definido en un sugestivo e intelectual thriller que vendría a diferenciarse de lo masticado en Hollywood si no fuera porque el holandés se ha plegado a un final de redención con chica (una prostituta de corazón de oro a la que le pica la ropa en el cuerpo casi todo el metraje), un cierre que ha dotado al proyecto de una vulgaridad que no necesitaba.
Innumerables veces me he preguntado por qué no colocan el cartel de The End cuando la cinta empieza a decaer. Una pena estropear un producto que promete tanto en su primera hora.
The American. Dir. Anton Corbijn | 105 min. | EE.UU.
Intérpretes: George Clooney (Jack), Violante Placido (Clara), Thekla Reuten (Mathilde), Paolo Bonacelli (padre Benedetto).
Guión: Rowan Joffe; basado en la novela “A very private gentleman” de Martin Booth.
Estreno en España: 17 de setiembre de 2010.
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