Nunca deja de asombrarme cómo el cine puede ser capaz de transformar una anécdota menuda en una epopeya heroica. Es lo que ocurre con esta elegante cinta británica, la cual reposa principalmente en el trabajo de unos actores de lujo, con la suficiente experiencia para convertir personajes en el fondo ordinarios en seres extraordinarios.
Para ello, el relato se beneficia de un contexto histórico excepcional, en el que un rey tartamudo debe superar su leve discapacidad para comunicar a su imperio la participación en la Segunda Guerra Mundial. Jorge VI, un monarca inglés sin grandes talentos, y desplazado siempre en un segundo plano por su hermano Eduardo, heredero de la corona, deberá ceñírsela luego que éste prefiriera casarse con la norteamericana y doblemente divorciada Wallis Simpson. Esta nueva situación extraordinaria coloca al joven príncipe ante un reto supremo que empezará por aprender a hablar fluidamente, para lo cual recurrirá al actor frustrado y terapeuta autodidacta Lionel Logue. De esta forma, un ordinario miembro de la nobleza británica junto a un ordinario especialista empírico australiano, unirán fuerzas para que en el trono de la rubia Albión, en un momento crucial de su historia, un joven rey pueda comunicarse eficazmente con sus millones de súbditos. Un asunto sencillo y convencional –una discapacidad superable– se convierte así en una situación única y extraordinaria.
Naturalmente, el oficio cinematográfico es decisivo para explotar eficazmente este punto de partida argumental. Buena parte del éxito de la cinta descansa en el trabajo de Colin Firth (como el rey Jorge VI) y de Geoffrey Rush (como Logue), acompañados por otros distinguidos colegas que se lucen en papeles secundarios como Helena Bonham Carter (como la reina Isabel), Michael Gambon (como el rey Jorge V), Guy Pearce (como su hijo y renunciante al trono Eduardo VIII), Timothy Spall (como un Winston Churchill quizás demasiado adusto), Derek Jacobi (el arzobispo de Canterbury, Cosmo Lang) entre otros.
Es un verdadero disfrute ver el trabajo de los dos protagonistas principales, quienes sin embargo no enfrentan papeles muy exigentes, lo que les permite aplicar sus talentos para dar la caracterización justa de ambos personajes durante el inteligente desarrollo de la trama. En efecto, estamos ante un príncipe tartamudo e inseguro, que irá sobreponiéndose a sus limitaciones con el apoyo de un maestro experto aunque excéntrico y muy seguro de sí mismo. Ambos roles relativamente sencillos para dos monstruos de la actuación como Firth y Rush; secundados por una encantadora Bonham-Carter, en un papel ligero pero que –manejado con deliciosa destreza– contrapesa adecuadamente las tensiones de la dupla protagonista. Junto a ellos, los entornos familiares directos de Jorge y Logue proyectarán las marcadas diferencias de personalidad y clase social entre ambos personajes.
Esta contraposición de caracteres será justamente el segundo aspecto clave que convertirá esta anécdota en una llevadera narración audiovisual, cargada con las suficientes dosis de tensión y relax para entretener al público. En realidad, no estamos ante un guión particularmente extraordinario, sino más bien en uno que consigue transformar una anécdota colateral en una historia concisa y convincente, apoyándose en factores personales e históricos. Para ello, el director Tom Hooper ha desarrollado hábilmente la construcción de una amistad entre dos personas separadas por un contexto social asimétrico; ubicando datos claves en el momento justo para regular los conflictos y tensiones inevitables. En torno a esta línea maestra intercala otras historias secundarias (la relación del protagonista con su hermano Eduardo y con su padre, el rey Jorge V), así como algunos hechos históricos derivados de éstas (la abdicación de quien luego sería conocido como el Duque de Windsor). Además, incluye –aunque muy puntualmente– el tema de clase, ejemplificado por el método personalizado de Logue para superar la tartamudez a partir de una relación de confianza entre iguales.
Otros elementos del tratamiento cinematográfico también juegan un papel importante en esta obra. El trabajo de dirección artística, ambientación y reconstrucción histórica es impecable y le da un tono lujoso a la producción; lo cual se refuerza con el trabajo de fotografía, que tiende al contraste lumínico para los ambientes más solemnes, así como del uso de una iluminación difusa que contrasta con la neblina londinense (por ejemplo, la notable escena de una seria disputa entre Logue y el príncipe durante un paseo a pie en el parque); igualmente, resalta el uso del angular para enfatizar el conflicto interno del protagonista real con respecto a las presiones del entorno. La dirección sigue un planteamiento clásico, en el que también destaca el maravilloso trabajo de montaje en la secuencia de las primeras lecciones de Jorge con su peculiar terapeuta. La música utiliza apropiadamente impetuosos fragmentos de Mozart, así como sobrios y solemnes de Beethoven para reforzar el aspecto “culturoso” del producto; lo cual termina de redondear una puesta en escena donde todos los elementos audiovisuales están perfectamente balanceados en busca de un entretenimiento ligeramente refinado, sin llegar a ser pretencioso.
En suma, estamos ante una película que logra convertir un pequeño detalle de la historia británica en un típico relato de –valga la redundancia– empoderamiento y superación, revestida de un tratamiento formalmente exquisito (muy a lo british), pero sin llegar a excesos; ya que en este proceso de crecimiento humano, el protagonista goza de la comprensión y el apoyo incondicionales del resto de los personajes y de las circunstancias del contexto histórico. No estamos ante ninguna obra maestra, pero sí ante un filme de ese género de películas medianas pero no menores ni mucho menos mediocres; que me recuerda –estilísticamente– a Conociendo a Julia del húngaro István Szabó. Se trata de una cinta donde todos sus elementos están adecuadamente calibrados y equilibrados, sin tener mayores pretensiones que las suficientes para lograr la perfecta adecuación de forma y fondo. Es un filme redondo, contenido, entretenido, apenas emotivo y gratamente disfrutable.
Dir. Tom Hooper | 118 min. | Reino Unido
Intérpretes: Colin Firth (Bertie, rey Jorge VI), Geoffrey Rush (Lionel Logue), Helena Bonham Carter (reina Isabel), Guy Pearce (rey Eduardo VIII), Jennifer Ehle (Myrtle Logue), Derek Jacobi (Cosmo Lang), Michael Gambon (Jorge V), Timothy Spall (Winston Churchill), Anthony Andrews (Stanley Baldwin).
Guion: David Seidler.
Música: Alexandre Desplat.
Estreno en España: 22 de diciembre de 2010
Estreno en Perú: 17 de febrero de 2011
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