Los y las fans del actor James Franco tienen la oportunidad de verlo casi permanentemente a lo largo de toda este filme, sobre todo, su rostro expresando una amplia gama de sentimientos y emociones, desde la alegría más inocente y espontánea, hasta el dolor físico más intenso, pasando por todo tipo de penalidades, hastío, autoironía, nostalgia, introspección, deseo… En fin, un notable ejercicio de versatilidad.
Asimismo, todos aquellos que gustaron de El cisne negro, disfrutarán de este filme de Danny Boyle, ya que ambos comparten algunas características. Por ejemplo, un gran trabajo de montaje, que en este caso utiliza mucho la partición de la pantalla, generalmente en tres tiras de película, con imágenes contrastantes de multitud y una soledad muy activa: la del ciclista amante de los deportes de aventura en espacios naturales grandiosos, pero aislados. Acompañado, eso sí, por una banda sonora (a cargo del compositor indio el indio A.R. Rahman) que intensifica la adrenalina que el protagonista descarga en su trayecto hacia el Blue John (en Utah), y la que necesitará para salir del mismo cañón.
Otra similitud, trabajada por el montaje, nos llevará –vía insertos y flashbacks– al pasado remoto y reciente del deportista; así como hacia imágenes alucinatorias, propias de la situación que describe el filme. Y, para colmo, incluso tendremos un toque gore y hasta un intento frustrado de masturbación (no tan sensual como el de Natalie Portman, por cierto). Por otra parte, aquellos que pretendan adaptar un monólogo teatral y convertirlo en el guión de una película, encontrarán en 127 horas muchas enseñanzas al respecto. Ya que la obra que comentamos gira casi totalmente en torno al monólogo interior de un personaje puesto en una situación límite y que debe luchar –literalmente– a brazo partido contra la muerte.
Convertir esta anécdota en un largometraje es un mérito indudable de Boyle quién logra presentar y construir un personaje creíble, así como esbozar un relato que va apenas un poco más allá de la mera circunstancia; el resto descansa en la música, el montaje frenético, acompañados por una fotografía abigarrada, plena de imágenes y ángulos insólitos. A lo largo de la cual el director ensaya –con la imagen– ingeniosas formas narrativas para mantener el interés del espectador; aprovechando también –aunque puntualmente– la belleza natural del lugar. Así, lo que podría ser material para esas cintas experimentales plagadas de tiempos muertos, se convierte en su contrario: casi un gigantesco videoclip donde todas las imágenes están estrictamente justificadas en función de narrar una de esas historias de estimulante superación personal, tan gratas al cine de Hollywood.
En suma, una película entretenida, vertiginosa, juvenil, y con los suficientes toques de suspenso, crudeza y humor necesarios para mantener al espectador casi permanentemente excitado y en vilo. Basada en hechos reales y recomendable también para los amantes de los deportes solitarios y arriesgados.
Dir.: Danny Boyle | 98 min. | EE.UU. – Reino Unido
Intérpretes: James Franco (Aron Ralston), Amber Tamblyn (Megan), Kate Mara (Kristi), Clémence Poésy (Rana), Kate Burton (madre de Aron), Treat Williams (padre de Aron), Lizzy Caplan (Sonja).
Guión: Danny Boyle y Simon Beaufoy.
Estreno en España: 4 de febrero de 2011
Estreno en el Perú: 24 de febrero de 2011
Deja una respuesta