Durante los días del último BAFICI tuve la chance de conocer y conversar con algunos cineastas que participaban en el festival. Uno de ellos es el uruguayo Federico Veiroj, director de la estupenda La vida útil, un cuento, un relato cinemero bellamente filmado y musicalizado, usando diversos elementos del cine clásico, con un gran personaje principal, de esos que te engancha desde la primera escena.
Cuando terminé de ver la película comencé a pensar inmediatamente en las preguntas que le quería hacer al director. A continuación, el resultado de la conversación que tuve con Federico, a quien agradezco por su paciencia y su tiempo, en tan ajetreados días festivaleros en Buenos Aires. (Para los que aun no la han podido ver, les adelanto que la película estará en la competencia oficial del Festival de Lima, que se realiza en agosto próximo).
«Mi ambición es hacer las películas que tengo ganas de hacer»
¿Cómo surgió la idea de «La vida útil»? La película cuenta con varios elementos claramente cinéfilos, empezando por el protagonista, un veterano trabajador de la Cinemateca de Montevideo, que en la vida real es un reconocido crítico de cine uruguayo.
De adolescente iba a la Cinemateca Uruguaya, años después colaboré con la institución. Más adelante trabajé en la Filmoteca de Madrid, y durante ese tiempo de trabajo, más o menos el 2001 ó 2002, en España comencé a escribir un guión titulado «Semana de turismo», que tenía que ver con ese ambiente de las cinematecas. Fue así que surgió algo de eso, de la inspiración del mundo en el que estaba metido entonces. Para el 2005, guardé ese guión en un cajón porque me decidí a hacer Acné, mi primera película. Durante la distribución de Acné fue que conocí a Jorge Jellinek, periodista y crítico de cine. Decidí retomar la idea de aquel guión y la adapté al personaje de Jorge, comencé a escribir para él, y pensando en filmar en una cinemateca en Uruguay.
¿Cómo le planteaste la idea a Jorge para que actúe en tu película?
Cuando me puse a escribir, ya no podía más, tenía ganas de hacer la película. Yo ya estaba seguro que lo quería a él como protagonista, pero como era un no–actor, y era algo nuevo para él, hicimos unas pruebas que nos sirvieron a ambos. Así fue que nos lanzamos a filmar la película, en dos etapas: la primera parte, que son los primeros 37 minutos que vemos en la película, y seis meses más tarde filmamos la segunda parte. Luego de ver y editar lo que filmamos en la primera etapa, decidimos reescribir el resto del guión, junto a Inés Bortagaray y Gonzalo Delgado, pensando que éste debía complementar y desarrollar lo que ya habíamos filmado.
Tenías entonces una idea de una película que luego mutó en otra cosa.
Sí, el proyecto fue muy libre desde el inicio, al nivel de producción, de guión, de realización, a tal punto que permitió esos cambios que te conté recién. En un momento pensé, que quede como un mediometraje lo que habíamos filmado, y listo. Pero encontramos esa idea genial, que nos llevó a seguir filmando.
En el corte entre esas dos partes de la película se escucha la canción «Los caballos perdidos». ¿De dónde proviene?
«Los caballos perdidos» es una canción de 1981, de Leo Maslíah basado en un poema de Macunaíma, un poeta de Uruguay. Leo es un músico uruguayo muy conocido en Argentina, ha editado libros y discos, y ha hecho obras de teatro en Buenos Aires. Es una canción que me gustó mucho siempre, y durante muchas etapas de mi vida me ha acompañado, y ahora me seguirá acompañando. Me pareció que era ideal para ese momento de la película, desde el guión ya se sabía que ese momento era como «la secuencia de los caballos». Las imágenes de esa escena las filmamos sin sonido porque ya sabíamos que ibamos a usar esa canción, porque tenía esa potencia que queríamos para la película, y las imágenes iban muy bien para esa música.
[Escuchen la canción «Los caballos perdidos», a continuación]:
Sobre el resto de la música de la película, entiendo que es obra de un compositor de música clásica uruguaya.
Salvo unos sonidos de trompetas, que son de «La diligencia» de John Ford, todo el resto de música es del compositor uruguayo Eduardo Fabini. Las composiciones son de los años 20, pero las grabaciones que usamos son de los años 50, ejecutada por la Orquesta del Sodre. Yo llegué a Fabini por un disco que salió en los 90, «Las 5 grandes obras sinfónicas», que me había maravillado en su momento, y lo tenía ahí. En el montaje de la película, sabía que iba a necesitar música incidental, entonces me puse a probar con Fabini y fui descubriendo que funcionaban muy bien con las imágenes. Todo esto lo trabajé junto con Daniel Yafalián, un sonidista fantástico, que había trabajado en la edición de aquel disco.
Lo que me inspiró para utilizar esas composiciones fue la sensación de escuchar esa música, que me llevaba a un mundo que podía tener relación con la película, música que parece provenir de películas mudas, de Murnau, o de westerns, pero que en realidad fueron creadas incluso antes del cine sonoro.
Esto establece un diálogo con el espectador que me parece interesante, no se trata solo de querer identificar qué película o qué música es, no se trata de hacer un «homenaje», sino de presentar una idea más general del cine, utilizando todas las herramientas que se usan desde siempre, quizá usándolas algo más exageradas para hacer más creíble la historia de este personaje.
Se podría pensar que el personaje de Jorge es una persona triste, de una vida gris, con un trabajo que algunos podrían ver como deprimente o inútil. ¿Tú lo ves así?
Yo creo que el está feliz, y ese es el trabajo que él quiere tener. Si una persona siente eso con la película quizá sea porque conecta con su parte gris, a mi me pasa también. En todo caso, lo que no le pondría tan contento sea tener que cambiar, esa creo que es la gracia de la película. Jorge está feliz programando y hablando de películas, no tiene ningún motivo para preocuparse, solo que siga existiendo ese mundo. No está pensando: «pucha, hace tanto tiempo que vengo haciendo esto», él lo hace porque quiere. El golpe para él viene cuando cierra la Cinemateca.
Cuéntanos sobre el resto del reparto, ¿son todos no actores?
Paola Venditto, es actriz de teatro muy conocida en Uruguay. Manuel Martínez Carril, si bien no es actor, ya ha actuado en un corto mío, e hizo una voz en off en Acné.
Hay un momento muy especial entre Martínez y Jorge, en el programa de radio, ¿qué esperabas lograr con en esa escena?
Quería incluir un registro de ese momento, de ambos cinéfilos hablando de esos temas duros, que permitan al espectador profundizar al escuchar esa conversación, además de mostrar los giros que tiene ese diálogo, que hace que se vuelva algo absurda a la vez que interesante. Me gusta mucho esa escena, es quizá el primer momento en la película en el que el espectador se identifica con el personaje de Jorge, porque está queriendo que Martínez termine, porque quiere que ya corte. Me parece que es una escena que funciona no solo por lo que dice Martínez, que es tan interesante que en un momento se vuelve una locura lo cual puede ser gracioso para algún espectador, sino por cómo cambia la relación del público con Jorge.
He visto que has trabajado junto con Pablo Stoll, Juan Pablo Rebella, Daniel Hendler ¿Son todos amigos, suelen colaborar en sus trabajos a menudo?
Sí, somos amigos de hace muchos años. Yo trabajé como script y tuve un pequeño papel en 25 Watts, en Whisky también hice script, Acné mi primera película, está producida por Control Z, que es la productora de ellos. Daniel actuó conmigo en un corto que dirigieron Stoll y Rebella el 96. Y hay un cameo de Pablo en La vida útil.
¿Cómo le ha ido a la película hasta ahora?
Ha estado en muchísimos festivales, de Europa, América y Asia, ha habido un circuito muy grande para la película, le ha ido muy bien. También estará en agosto en el Festival de Lima. En general, toda la «vida útil» que pueda tener la película, siempre será bienvenida.
¿A qué otras actividades te dedicas, aparte de la realización?
Trabajo como colaborador para un festival de documentales en Montevideo, y soy delegado para el Festival de San Sebastián, viendo pelis, sugiriendo cosas y haciendo contactos. No se puede vivir de hacer cine, me encantaría, pero aun no sé cómo. Y no es que me queje, estoy bien así, mi ambición no es vivir de las películas, mi ambición es hacer las películas que tengo ganas de hacer.
Muchas gracias, Federico.
Gracias a ustedes.
(Foto: Renzo Alva)
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