Ya es una regla matemática, la aparición del argentino Ricardo Darín en la pantalla grande produce como resultado un aumento considerable de las colas de taquilla. Algo de lo que pocos actores que no pertenezcan al mainstream yanqui por excelencia pueden presumir. Pero Darín no presume, porque tiene aún los pies en tierra y su arrolladora naturalidad no se lo permite.
Hijo de actores, ya a los 12 años comenzó a actuar y desde entonces oscila entre teatro, televisión, cine e incluso la dirección cinematográfica. El último drama en el que le vimos, como de habitual no defraudó, fue Carancho, y antes arrasó con la magnífica Nueve reinas. Especialista en la comedia romántica con aromas poéticoargentinos, desde telenovelas a El mismo amor, la misma lluvia, Luna de Avellaneda, El hijo de la novia, o El secreto de sus ojos, ganadora del Oscar 2009, forma un buen tándem con el director argentino Juan José Campanella. Si con Pablo Trapero (Carancho) rompió la tradición de trabajar con Campanella, sigue su infidelidad, y llega ahora a las salas con una comedia única y divertidísima, Un cuento chino, de Sebastián Borensztein, director argentino más especializado en la televisión.
Reconocemos que Darín tiene una mano especial para la comedia. Casi como el famoso actor presentador Carlos Sobera, con solo levantar una ceja provoca hilaridad. En la cinta, más que curiosa, de Borensztein, el actor argentino hace alarde de toda una serie de pequeños gestos, mínimos a veces, palabrotas, miradas, dotando al personaje de un carácter tan particular como excéntrico, lo que provoca tanto humor de la simple y nada excepcional vida diaria. El público no deja el tonillo de la risa en todo el metraje, algo que ya amortiza toda la película.
Está claro que mezclar culturas tan equidistantes como la argentina y la china provoca situaciones de auténtico humor, si a ello añadimos el absurdo azar de la vida en cualquier cultura, la razón de que el chino Jun haya dejado su tierra, es, pues, terreno abonado para contar una historia de humor fresco y muy resultón.
Conmovedora, como solo Darín sabe rociar sus personajes, esta coproducción entre España y Argentina cuenta la convivencia, difícil y forzada, de un argentino noble aunque huraño, solitario y lleno de neurosis y un artesano chino recién caído en la Argentina, que no tiene donde ir, y anda buscando como puede, (sin hablar una solo palabra de español) a un tío. Se adivina que Roberto (Darín) ha sufrido un pasado traumático de joven, lo que lo encerró en la burbuja de su ferretería. Sin embargo, alguna vez le ha caído el amor encima, en la figura de la cuñada de un amigo, Mari, aunque es incapaz de retener esa oportunidad.
La llegada inesperada de este hombre de tierras lejanas, (con el que no se puede comunicar, y aunque pudiera dudamos que hablara mucho más) será como una catarsis que lo despertará.
Divertida, fresca, con pequeñas incrustaciones de historias, la colección de noticias curiosas que Roberto colecciona hace la película realmente hilarante, diferente, y una propuesta por la que apostar sin quedar defraudado. Ningún actor sabe entonar mejor que Darín palabrotas como «la puta que lo parió», «la reputisima madre», «boludo», etc.
Dir. y guion: Sebastián Borensztein | 90 min. | España y Argentina
Intérpretes: Ricardo Darín (Roberto), Huang Sheng Huang (Jun Quian), Muriel Santa Ana (Mari), Enric Rodríguez (Roberto joven), Iván Romanelli (Leonel).
Estreno en Argentina: 24 de marzo de 2011.
Estreno en España: 17 de junio de 2011.
Estreno en Perú: 17 de noviembre de 2011.
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