Sin límites (Limitless) es el cuarto largometraje de Neil Burger, un relato bastante fantasioso de individualismo exacerbado –de algún modo en la línea de la «magia» de El ilusionista– en un New York pleno de estímulos inquietantes y oportunidades explosivas. Es la historia de Eddie Morra (Bradley Cooper), un frustrado escritor que tiene acceso de forma casual a una poderosa droga que espectacularmente incrementa las capacidades cognoscitivas y lo convierte no sólo en dotado de la literatura, sino en estrella del mundo financiero y oráculo imprescindible para las decisiones bursátiles.
El guión de Leslie Dixon (Hairspray, La mujer de mis pesadillas), basado en la novela de Alan Glynn, plantea una estructura vertiginosa, suerte de sucesión de «trips» que colocan a Morra en situaciones críticas y las sortea en accidentados upgrades: reencuentro con el ex cuñado, hallazgo del estupefaciente clandestino, solución de problemas económicos, reaparición en su vida de la efímera y ahora envejecida ex esposa, deslumbramiento de los grandes empresarios, peligro por la tenencia del misterioso elemento, presión para mantener el prestigio repentino.
La película maneja la convención del thriller de la persecución y la escapatoria, con la contracción sistemática de los espacios confortables que Morra empieza a disfrutar, pero Burger trata de alejarse del realismo y lo plantea como una fábula del personaje desdichado y solitario que, consumiendo el elemento prohibido, se transforma en el centro de un entorno que se va ampliando y complejizando, y dirigiéndose hacia la colisión.
Para ello el guión de Dixon se deshace de algunos asuntos para centrarse en Morra –el origen de la NZT, los autores del asesinato de Vernon, los proyectos editoriales–, mientras que la fotografía de Jo Willems y la edición de Tracy Adams y Naomi Geraghty (El ilusionista) crean una atmósfera alucinógena, de estados mentales excitantes y abismales, llenos de color, formas oblicuas y penetrantes zooms en las calles neoyorquinas, que recuerda el clima más inmediato de un Martin Scorsese. El grave desgaste físico y mental que la farmacodependencia provoca por el contraste del esplendor de su consumo y su atroz abstinencia, salvando todas las distancias, parece tomar también algo de los entrecortados ímpetus de Déjame entrar, en sus versiones sueca y norteamericana.
Una opción interesante de Limitless era profundizar el drama de la lucha por la supervivencia –al estilo del clásico D.O.A.–, que no sólo implica a Morra sino igualmente a su ex Melissa y a terceros. Pero el autor decide apostar por la subtrama de la fusión empresarial que presenta a un Robert De Niro en piloto automático, en el rol de Carl Van Loon, un magnate que llega a depender en gran medida de la brillantez analítica de aquél. Ese camino no funciona y representa el declive de la cinta. En general, Burger no se toma tan en serio el material y se conforma con ofrecer un producto llevadero, que además sirve para seguir posicionando a Cooper (The Hangover I y II, Los Magníficos) como protagonista.
Dir.: Neil Burger | 105 min | EE.UU.
Intérpretes: Bradley Cooper (Eddie Morra), Robert De Niro (Carl Van Loon), Abbie Cornish (Lindy), Anna Friel (Melissa), Johnny Whitworth (Vernon), Andrew Howard (Gennady), Robert John Burke (Pierce), Darren Goldstein (Kevin), T.V. Carpio (Valerie).
Estreno en España: 8 de abril de 2011
Estreno en el Perú: 23 de junio de 2011
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