Durante el pasado Festival de Lima pudimos conversar con el protagonista de uno de nuestros filmes favoritos: el reconocido crítico de cine, ahora inesperado actor, Jorge Jellinek. Una presencia que nunca pasará desapercibida. Con él conversamos sobre su participación en «La vida útil», dirigida por Federico Veiroj:Cuéntanos, Jorge, ¿qué ha significado para ti pasar de un oficio a otro de esta manera?
Primero, una sorpresa que Federico me propusiera participar en el proyecto y nada menos que con un personaje protagónico, nunca lo había planificado ni había tenido intención alguna de pasar al otro lado de la pantalla. Segundo, una gran satisfacción haberlo hecho, la experiencia del rodaje fue muy agradable, el equipo de trabajo gente muy talentosa, fue muy divertido, y finalmente lo más disfrutable de todo es la reacción posterior que ha generado la película. Ir a los festivales y verla con el público, la evolución permanente de la gente que se acerca, saluda.
En lo personal lo tomo como una experiencia de enriquecimiento, algo que nunca hubiera pensado vivir, pero bueno, me ha tocado.
¿Alguna vez habías estado en alguna clase de actuación o algo así?
No, siempre me interesó el cine, y cuando uno se está formando encaras otros temas de la cultura, el teatro desde el lado más teórico del análisis, hice en algún momento una breve incursión en el teatro desde la crítica, hice algunos cursos. Pero nunca subirme al escenario, porque no lo sentía como algo mío.
Por lo tanto, cuando Federico me lo propuso, lo primero que le dije fue “bueno, yo no soy actor”, y dijo “no, yo he observado tus movimientos, comportamientos, etc., y es lo que yo veo para el personaje”. Y como tú sabes el cine es muy distinto al teatro, y por lo tanto, todos podemos actuar. La historia del cine está llena de antecedentes de no actores que han hecho maravillosos papeles que quizás un actor convencional no podría haberlos hecho.
En mi caso, la diferencia es que yo pongo como cuota distinta de originalidad que soy crítico y eso no es habitual. Si bien hay algunos colegas que me han pasado dictados de otros críticos que han actuado en la historia del cine, generalmente son pequeños papeles. Por supuesto, sí hay ejemplos de críticos que pasaron a la dirección, como Truffaut, él actuaba y había sido un gran crítico, pero es más bien por el lado de la dirección que llega al cine, no que le ofrecieran un papel.
En mi caso, eso creo que Federico lo aprovechó a favor de la película, apelando a lo que yo llamo la memoria cinéfila que uno pueda tener, entonces en algunos momentos, en algunas escenas, él hacía referencia a películas, a personajes, a situaciones. No para copiarlas sino como un antecedente, como para que yo pudiera orientarme en qué era lo que él pretendía.
Claro, es una película muy cinéfila, casi un objeto de culto instantáneo para cineastas, críticos y cinéfilos. Hay una serie de inspiraciones, de influencias. Por ejemplo, cuando estás bailando en la escalera, me remití a Gene Kelly.
Sí, me han dicho de Gene Kelly, Fred Astaire, incluso me han mencionado películas. Sí, pues, han tomado eso, pero no como una imitación, una copia, ni siquiera una cita textual. La situación en la escalera que muchos refieren, se filmó en la universidad, en la Facultad de Derecho, donde hay una muy hermosa escalera, muy grande, y a Federico le gustó que en ese lugar el personaje estuviera esperando encontrarse con Paola, algo tenía que pasar ahí, y así me lo planteó, quiero que pase algo en la escalera.
Probamos algunas cosas que le gustaron, pero fue algo que surgió casi en el momento. No hubo mucho tiempo de ensayo, ni de coreografías, se planteó allí y se resolvió así, y estamos muy contentos que saliera. Y el mayor temor era que, es muy complejo moverse en una escalera si uno no la conoce, si uno no transita todos los días por ahí, y entonces él me pedía que bajara las escaleras sin mirar los escalones, y es complicado, porque es un ritmo que uno tiene que tener.
Además podrías caerte…
Y yo decía, si me caigo se termina la película (risas). Tenía un poquito de dificultad, pero salió.
Y la escena del discurso, ¿cómo la establecieron?
Federico dice que esa escena dialoga con otra del comienzo, donde aparece el personaje de Martínez, diciendo los textos de «Avaricia», donde habla de la verdad. Es un diálogo que juega con la verdad y la mentira, que además permite una relectura de todo lo que es la película, que permanentemente está jugando con situaciones que son reales pero son ficción.
El discurso lo tomó del texto de una conferencia que dictó Mark Twain, no sé la fecha exacta, debe haber sido a principios del siglo pasado. Lo modificó muy poco en algunas palabras, pero prácticamente es tal cual. Probamos la forma como lo iba a decir, ciertos movimientos, ciertos ritmos, y luego era decirlo marcando algún énfasis, creo que se logró algo divertido.
Fue una escena notable. ¿La has hecho de memoria o estabas leyendo?
No, totalmente de memoria, nunca había ensayado tampoco una cosa así, un párrafo un poco largo. Fue un poco probar y repetirlo algunas veces. Tengo buena memoria en general. En mi caso es una memoria natural, es decir recuerdo cosas, a ti también te pasará, cuando ves una película y recordar detalles de no sólo cuando la viste, dónde la viste, sino de momentos específicos y además de lo que pasa en la película, hay películas que yo las veo y se me borran, al tiempo sí sé que las vi, me queda la impresión de la película, pero la tengo que volver a ver para recordarla. En otros casos he visto películas hace treinta años y es como si la hubiera visto ayer.
Eso es un misterio que tiene el cine, no sólo con los críticos sino también con el público, hay ciertas cosas que logran conectarse contigo de alguna forma, y te quedan impresas y se incorporan a tu propia memoria para siempre, de eso habla también la película.
Cuando el personaje se queda sin trabajo y comienza a repensar un poco qué hacer con su tiempo, tuve la sensación […] que se podía convertir en cualquier cosa, o puede seguir un camino romántico, o también se puede convertir en un lunático.
Algo de eso había…
Hasta un personaje peligroso, lo que hubiera sido hasta cierto punto divertido, que un personaje crítico, cinéfilo, adquiera características sicopáticas o algo así. ¿Eso ha estado calculado?
En realidad, la película se realizó en dos etapas por un tema de producción. Federico quería hacer la parte de la Cinemateca porque era el momento adecuado, y entonces el rodaje se anticipó para poder hacerlo. Luego hubo una etapa de seis meses, él no solamente consiguió más recursos y armó la segunda parte de la producción, sino que además repensó y reelaboró todo lo que era el guión, que en su origen tenía escenas que mostraban la vida del personaje fuera de la Cinemateca, sobre todo con su familia, había un tema con el padre. Él habla por teléfono un par de veces, pero no se le ve al padre y en las escenas previstas sí estaba.
Todo eso Federico consideró después que dispersaba la película, la llevaba por un lado que no le interesaba, entonces suprimió eso, y se concentró en esa situación del personaje, luego que desaparece ese mundo en el que vivió toda la vida y tiene que salir a la realidad y enfrentarla con lo que él tiene. Eso le dio un vuelco bastante fuerte al tono de la película y también a mí exigía otras cosas.
Pero el punto es que ese personaje como tú bien decís, al enfrentarse a una situación tan fuerte, de alguna forma se ve inmerso en una suerte de fantasía, la cual proyecta sobre el mundo toda su carga cinéfila, se convierte como protagonista de su propia película, hay momentos donde por ejemplo va caminando por la calle muy rápido y se siente la banda sonora de escenas de tiros, de caballería. Eso viene de una película clásica que es «La diligencia», y es como que el personaje se sentía el héroe que iba avanzando. Eso, que puede ser parte de un delirio también, estaba por otro lado balanceado con esa pequeña historia de amor incipiente que quizás él vivía más que la chica, que en realidad le sorprendía incluso ese tema.
Y que no es tan chica.
No, no es una chica, es una profesora de edad intermedia, pero que también es un personaje que va a la Cinemateca, también cercana al mundo de él, pero a él eso le sirve más que nada como para buscar una salida a una situación que lo ponía en un límite y lo hace a través de eso. Pero lo que importa ahí me parece sobre todo es que la vida definitiva sigue y él opta por la vida por seguir, no se sabe qué, porque no importa si luego algo con la chica va a funcionar o no, eso ya no importa. Pero lo que sí es que da ese paso positivo, el cine es importante pero la vida es más.
¿La experiencia de la película ha cambiado tu percepción de al análisis de la crítica o al ver las películas?
No, digamos lo que sí me enriqueció es el hecho de estar en una situación inédita de estar protagonizando una película, para poder percibir mejor de algo que si uno no lo vivió no sabe. De qué le puede pasar a un actor cuando tiene que hacer una escena, y de qué forma lo está viviendo, y ahí uno cuando lo ve, valora mucho más ese trabajo.
En un rodaje estás rodeado de tipos de luces, de cables, de gente que está alrededor tuyo y una cantidad de situaciones que son muy artificiales, y en la cual tú sos el centro, y por otro lado tú debes estar dando frente a la cámara la imagen de que todo eso no existe. Obviamente el actor profesional que tiene una técnica puede de alguna forma manejarlo, porque no todos los actores de teatro muy buenos lo logran. Es una situación muy ambigua, uno tiene que ser muy consciente de todo ese entorno y a su vez olvidarlo, para que lo que se diga frente a la cámara sea realmente creíble.
Y por otro lado, cuando yo hice la película no me planteé estar en una apertura de crítico, yo no estaba en ese momento analizando y haciendo una crítica desde adentro, sino estaba en una postura de actor que tiene que ser llevado por el director a dar ciertas cosas.
Era la obra de él, no era la obra mía. Entonces me despojé de alguna forma de los prejuicios sobre las posturas que un crítico puede tener, que siempre tenemos en realidad. Obviamente conversábamos mucho algunas cosas y yo tenía mucha apertura y le sugería cosas, pero era él quien resolvía y finalmente tenía el comando. Entonces en eso también la experiencia fue enriquecedora, pero no me cambia en nada cuando yo analizo una película, en mis criterios, mis valores, sobre lo que es el cine en general, al contrario me reforzó.
Algo que he notado es que hay una cierta línea en estos últimos años en el cine uruguayo, de construir un tipo de personaje solitario que tiene un mundo muy cerrado, y que está siempre entre ese ensimismamiento y un espacio mucho más amplio, con diferentes matices por supuesto. Lo hemos visto en la película «Gigante», o en «Whisky».
Por casualidad, tanto Federico, como Rebella, Stoll y Biniez, son todos amigos, pertenecen a ese grupo, también Manolo Nieto de «La perrera», cada uno con su personalidad y su trayectoria, pero muchas veces colaborando, participando, apoyándose unos a otros, y hasta generacionalmente tienen ciertos vínculos. Es posible entonces que haya ahí una mirada, un punto de contacto que viene más que nada por esa relación entre ellos y seguramente por tener posiciones cercanas en cuanto a cómo hacer el cine.
Un colega mío habla de lo que es como una generación huérfana, donde los referentes, los padres, están ausentes, y esto es muy notorio en el caso de «25 watts». No estaban los adultos, eran los chicos jóvenes y algún viejo, pero no estaba esa generación de los padres; en «Whisky» era la mirada de ellos sobre la generación de sus padres, y en general en todas estas películas lo que hay es esa separación que seguramente es algo que ellos perciben con respecto a la generación anterior.
Lo hacen creo en forma no calculada, sino es lo que les surge, lo que más les interesa, pero creo que ahora están también abriéndose y de alguna forma ellos mismos al ir creciendo, van madurando, van diversificando sus intereses, sus miradas.
«Acné», la primera película de Federico, era también una historia de un chico, un adolescente, con problemas de un poco insertarse en un mundo de adultos, y también estaba ese tema de la separación generacional.
Me interesa también la visión que estas películas dan de Uruguay. Me parece que es la mirada de un país modesto, con protagonistas opacados que no se sueltan, que no salen a la sociedad ampliamente. Parece un país como que se ha quedado en el pasado. No vemos referentes convencionales del progreso, no hay grandes avenidas, no hay edificios, no hay cemento. Y hay suburbio además.
Esa grisura, ese Uruguay como achatado, obedece a que la visión de progreso fue una percepción que había tenido un periodo de gran expansión a principios de siglo, un país que había tenido un fuerte crecimiento en el aspecto social a partir de una figura emblemática, que es el líder del Partido Colorado, partido del gobierno, que fue Batlle y Ordóñez, que impulsó un cambio muy fuerte en la sociedad con una tendencia al progreso tanto material como social. Eso marcó muy fuerte toda la primera mitad del siglo.
Uruguay había sido muy dependiente de Inglaterra entonces, en cuanto a sus exportaciones y toda esa primera etapa era considerado como especial en América Latina porque tenía una democracia muy estable, por la calidad de vida. Es un país chico, entonces se le decía que era la Suiza de América.
Todo eso todo entra en crisis a partir de la posguerra, hasta el año cincuenta y algo no había efectos por la Guerra de Corea que permite colocar la exportación que era la tradicional de Uruguay, las carnes, pero luego la situación de crisis económica se ve reflejada en lo social, y explica también el surgimiento de los años 60 de la guerrilla, los tupamaros, los deterioros a nivel conflictos muy fuertes, y que termina todo y desemboca todo en la dictadura militar que es en 1973. Todo un periodo muy oscuro.
Bordaberry.
Claro, que va hasta el 1985, en que se recupera la democracia. Para los chicos que pertenecen a esta generación, Rebella, Stoll, Veiroj, ellos pertenecen a esta generación que tienen todo eso como una carga de un pasado, y asoman de alguna forma y se empiezan a plantear una situación, en el caso concreto de ellos hacer cine en un país donde no existía una producción de cine y hay un rechazo. Es un tema generacional de un rechazo a todo eso del pasado, entonces la mirada de ese Uruguay que ellos presentan es, no diría una mirada crítica, profunda, pero sí una mirada desencantada, que no es lo que ellos aspiran obviamente, pero ven este país como congelado, quedado en el tiempo, y eso es coincidente en varios de estos realizadores, de alguna forma lo que ellos están haciendo va por otro lado, porque ellos son exitosos hacen películas, van por festivales.
Pero lo hacen un poco superando las barreras, las limitaciones que el país de alguna forma imponía. Y es cierto que esa mirada está, pero también es cierto que ellos de alguna forma eso ya me parece que van a ir dejándolo, y van a ir buscando otras cosas y de hecho ya lo están haciendo. Pero es muy fuerte el tema de los jóvenes en Uruguay, porque las perspectivas hoy, hay cambios como nuevas posibilidades de un gobierno a la izquierda, de alguna forma eso ha cambiado.
Y con un ex guerrillero.
Claro, además era uno de los líderes de los tupamaros, que estuvo preso muchos años, y todo eso es un cambio muy importante. Pero por otro lado sigue siendo un país chico, un país muy dependiente, sigue siendo un país que para los jóvenes, sobre todo, no ofrece muchas posibilidades. Sigue habiendo una emigración de jóvenes que cuando estudian y se reciben no tienen muchas posibilidades de trabajo.
Y con este escenario, ¿cómo en un país que es tan chico se ha podido mantener la Cinemateca Uruguaya tantos años?
Uruguay tiene una tradición cultural que es producto un poco de todo ese desarrollo social. Se creó en 1952, o sea va para los sesenta años, surge a partir del movimiento cultural que acompaña a toda esa promoción de escritores del 45, que promueve el surgimiento de cineclubes, de revistas de cine, que en Uruguay en 1951 se hizo el primer festival de cine que hubo en América Latina, y el surgimiento de una cinemateca a partir de los cineclubes que la crearon, porque es privada.
¿Y hasta ahora sigue siendo privada?
Sí, es una institución cultural sin fines de lucro, que prácticamente no recibe apoyo alguno del Estado, pero que aporta muchísimo porque tiene un gran archivo, porque hace muchas tareas de difusión, es una institución muy importante. La explicación es que hay una tradición, una base que en la crítica de cine también fue muy importante y, de alguna forma esa tradición, pese a las dificultades, se mantiene, con las limitaciones que en la película están.
Las proyecciones tienen deficiencias y hay problemas, producto también de la falta de recursos, pero la institución y además también la formación que ha dado se refleja en el propio cine uruguayo, que tiene una proyección a nivel de festivales, a nivel de premios, bastante insólita, porque son muy pocas las películas que se hacen y casi te diría que la gran mayoría son de buena calidad, sobre todo los últimos diez años.
¿Todavía hay revistas impresas de cine en Uruguay?
Hay alguna experiencia, sí, puntual, bastante limitada porque el mercado es muy chico. Ahora hay una revista muy interesante, que la están sacando a partir de unos fondos que lograron de apoyo, que lleva un título muy subjetivo, se llama 33 cines.
Es una frase de Onetti que se refiere a los héroes que emprendieron una cruzada libertadora en 1825, que era además una agrupación que tiene vínculos con la masonería, que se identificaron como los “treinta y tres orientales”, que históricamente fueron los que llevaron finalmente a concretar el proceso de emancipación del país y la independencia.
Y entonces Onetti -que era muy irónico- decía que en el pasado de Uruguay lo que había era “un gaucho, dos gauchos, treinta y tres gauchos”, y aquí lo que plantea de alguna forma es también pasar por eso. Le pusieron 33 cines y es una revista teórica con material muy interesante.
¿En qué medio escribes tú?
Escribo hace muchos años en un diario uruguayo llamado Últimas noticias, un diario popular. En este momento simplemente colaboro, no estoy fijo como estuve muchos años, luego tengo un espacio en radio cuyo estudio aparece en la película, no es el programa que se ve ahí pero tiene ese lugar como eje, y luego escribo mucho para el exterior, para publicaciones diversas. Me piden muchos artículos y además hago actividades vinculadas a festivales de cine.
Dinos unas palabras sobre Martínez Carril, que también hace un ejercicio parecido al tuyo, sólo que su personaje es secundario, pero también está muy bien.
Por supuesto, Martínez Carril es un referente para todos nosotros, una figura histórica que no fue el creador de la Cinemateca, pero sí alguien que la impulsó. Por muchos años estuvo al frente, hizo una labor impresionante, llevándola de una institución que era muy modesta a ser una gran institución con muchas salas, con una cantidad de socios que llegó a ser muy grande en el momento, más de 10 mil socios. Ahora ha bajado bastante, está en menos de la mitad. Además de crítico, era un hombre que estaba en todo, tal como en el personaje estaba en todo lo que era la institución, desde arreglar un proyector hasta programar la sala y a todos nos marcó en cierta forma.
Federico en especial tiene una relación muy afectuosa, muy cálida, siempre lo trató de incluir en sus películas, ya en «Acné» le había dado un personaje que no aparece pero que se le escucha la voz, es una figura muy importante para él y para toda una generación lo fue.
Tiene un diálogo importante en la radio.
Bueno, es todo un discurso muy elaborado que Federico le plantea “quiero que hables de este tema más o menos”. Y el discurso lo hizo así como le salió y la escena la hizo tres veces o cuatro veces y cada vez que hizo el discurso era un poco distinto, trataba sobre el mismo tema pero con diferencias.
¡Como los grandes actores!
Claro, exactamente, y sin texto, totalmente improvisado. Yo sí tenía indicaciones que me daba Federico de cómo manejar ese momento de cierta situación que tiene algo de humor. Pero el discurso de él era tal cual, y ahí se le ve en su esencia.
Entrevista: Gabriel Quispe y Antolín Prieto
Fotos: Rolando Jurado
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