Antes de empezar a escribir acerca de esta película es preciso contar las circunstancias en las que la vi. Era mi último día en un lejano país del norte y, al no estar segura de que esta película la iban a estrenar en el Perú, opté por ir al cine con la maleta lista para realizar el viaje de regreso. Todo esfuerzo valía la pena si se trataba de ver la última película de Woody. También, antes de empezar a escribir acerca de esta película, es preciso decir que yo me declaro fan incondicional de este cineasta, al que le tengo un cariño especial, casi como si fuera un miembro de mi familia. Woody es alguien a quien sigo desde mi adolescencia cuando descubrí sus primeras películas de los ochenta, y luego, fascinada con ellas, hice el camino de regreso a los setenta, para finalmente seguirlo hasta la fecha en la que me encuentro en aquel cine alemán con una maleta enorme que incomoda a todos. Por último, y antes de empezar a escribir acerca de esta película, he de decir que uno de los momentos más emocionantes de mi vida fue el día en el que conocí a Woody. Sí, lo conocí en España, cuando se sacó el premio Príncipe de Asturias, y pude conversar con él unos minutos, tomarme la obligada foto y pedirle el obligado autógrafo, que quedó plasmado en el guión de «Manhattan» (edición Tusquets) y que es uno de los más preciados tesoros de mi biblioteca.
Ahora sí. Es el momento de empezar a escribir acerca de esta maravillosa película que me ha hecho feliz. Feliz, porque encontramos en este filme a un Woody que ya nos hizo felices antes, en entrañables películas como «Todos dicen te quiero», en la cual también hay secuencias en París que pueden contarse como memorables en la historia del cine (al río Sena vuelve en esta ocasión con Owen Wilson, pero ahí, en ese mismo lugar, ya vimos volar a Goldie Hawn); feliz, porque nuevamente nos expone su visión del mundo, en la cual la fantasía se impone por sobre la realidad, para escapar de nuestras vidas grises, para poder ser capaces de todo, y encontramos, entonces, aquel espíritu que alguna vez estuvo en filmes como «La Rosa Púrpura del Cairo»; y feliz, porque descubrimos a un nuevo alter ego del gran Woody, un Owen Wilson a quien hemos visto antes pero nunca así, personaje con el cual nos identificamos inmediatamente y con quien queremos viajar a ese París del pasado. Y así, en medio de estos sentimientos, nos enfrentamos a un filme acerca de la búsqueda de la felicidad en este mundo confuso donde las apariencias engañan, pero, por sobre todo, este es un filme acerca de la ilusión, la creación y la nostalgia, y todo esto con ternura y sarcasmo al mismo tiempo, como en sus mejores películas.
Y mientras Owen Wilson camina por las calles de París pensando en aquella mujer que acaba de conocer en sus fantasías parisinas que empiezan a la medianoche (convirtiéndose casi en una Cenicienta revisitada, ya que a las doce no se acaba la magia sino que esta empieza), y mientras también vemos cómo se enfrenta a su frívola novia de la realidad gris para poder escribir, crear y ser feliz, (inspirado por el encuentro nocturno con Hemingway, Dalí, Picasso, Buñuel y tantos otros genios que se dieron cita en el París de los años veinte), nos transportamos a la magia de la mano de nuestro personaje, viajamos con él al pasado y nos enamoramos de él y con él: nos enamoramos de la calidez de los años veinte, de la genialidad de los años veinte, y queremos vivir en la ficción permanente a partir de este momento. Por eso, cuando se acaba la película, sentimos la indignación del fin de la ficción, y deseamos que por favor nos apaguen la luz nuevamente y que empiece otra vez Owen Wilson a viajar en el tiempo, para viajar nosotros también y seguir siendo felices.
Con esta película, Woody Allen no solo ha demostrado que sigue siendo joven y el gran cineasta que ya nos ofreció varias obras maestras a lo largo de cuatro décadas. Con esta película, nos ha demostrado, una vez más, que gracias a la ficción es que podemos vivir y ser capaces de soportar nuestra realidad muchas veces. Por eso, en medio de una cartelera gris, esta película es como una luz entre las tinieblas a la cual no podemos dejar pasar, o sea que vayan rápido a verla y sean felices también durante dos horas o más, si es que siguen soñando, como yo, que aún no me despierto y sigo, creo, sentada en la butaca de aquel país del norte, claro está, con una enorme sonrisa.
Midnight in Paris. Dir. y guion: Woody Allen | 94 mins | España y EE.UU. | 2011
Intérpretes: Owen Wilson (Gil), Marion Cotillard (Adriana), Rachel McAdams (Inez), Kathy Bates (Gert), Michael Sheen (Paul), Adrien Brody (Salvador), Nina Arianda (Carol), Mimi Kennedy (Wendy), Kurt Fuller (John), Carla Bruni (guía del museo), Léa Seydoux (Gabrielle), Tom Hiddleston.
Estreno en España: 13 de mayo de 2011.
Estreno en Perú: 8 de setiembre de 2011.
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