Con Woody yo no puedo ser objetiva, sobre todo si veo esta película en un cine en Madrid, comiéndome un doner kebab y en compañía de uno de mis mejores amigos a quien no veía hacía dos años.
El Woody de ahora ya no es el Woody de antes, pero el Woody de ahora tiene la sabiduría de la vejez, la seguridad de no tener que demostrar nada porque él ya lo demostró todo a lo largo de tres décadas, el cinismo de no temerle a nada, o de temerle solo a la muerte, pero siempre, eso sí, haciéndole frente con sentido del humor (aunque ahora ya no está la muerte hilarante de «La última noche de Boris Grushenko», ahora está presente la muerte de verdad, esa que no tiene disfraz y llega cuando uno es viejo).
Woody ya no se preocupa por cerrar sus historias, ya no se preocupa por una estética especial en sus películas, Woody solo cuenta historias que cada vez se parecen más a la vida misma y, sobre todo, a la vida de las personas mayores, de los que tienen su edad y se lamentan por haber llegado a la vejez, porque en la vida misma no hay final cerrado, ni los conflictos se resuelven muchas veces, nos quedamos muchas veces así, como quien exige una explicación, dándole vueltas a nuestros problemas.
Y así los deja Woody a sus personajes: sin rumbo, perdidos, enfrentándose a sus errores sin solución posible, como para que nosotros terminemos el guión en nuestras casas, o bien, como sucede con sus personajes, esperemos a aquel personaje que aparecerá en nuestras vidas para cambiarla, con o sin adivina de por medio.
Entre broma y broma -porque Woody no puede dejar de hacer reír- nos está enfrentando a la tragedia que supone ser un viejo que quiere ser joven, al fracaso de su intento; a una señora que evade el abandono de su esposo con la magia y la adivinación, porque a algo hay que aferrarse cuando uno se queda solo; a la mentira de un escritor que vive del cuento y que por amor a su joven vecina cometerá un acto poco ético; al rechazo de un hombre hacia una mujer que se siente perdida y abandonada y las vueltas que da el amor cuando éste se enamora de su amiga; y ahí, en medio de todos estos enredos, están todas las películas de Allen, están todos sus personajes, releídos por el mismo, revisitados muchos años después, porque la vida se revisita constantemente mientras nos hacemos mayores. El cine de Allen es vital, es verdadero, y la catarsis de su edad y sus frustraciones están dadas a través de sus personajes.
Extraordinarios Anthony Hopkins y Gemma Jones, como pareja de la tercera edad que entra en crisis, casi como si los personajes de aquellas memorables películas de los años 80 se hubieran hecho ya abuelos y se estuvieran negando a morir tan pronto, casi como lo hace el propio Woody, que se niega a morir y por eso sigue escribiendo guiones y dirigiendo. Porque parece que solo creando se está vivo y eso él lo sabe muy bien. Estamos ante uno de los grandes genios del cine, haciendo las películas de la última etapa de su vida, y queremos, cómo no, recordar que gracias a él hemos sido tantas veces felices.
You Will Meet a Tall Dark Stranger. Dirección y guión: Woody Allen | 98 min. | España y EE.UU.
Intérpretes: Naomi Watts (Sally), Anthony Hopkins (Alfie), Antonio Banderas (Greg), Josh Brolin (Roy), Gemma Jones (Helena), Freida Pinto (Dia), Lucy Punch (Charmaine).
Estreno en España: 27 de agosto de 2010.
Estreno en Perú: 22 de diciembre de 2011.
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