Uno de los eventos más importantes a realizarse durante el 16 Festival de Lima será el homenaje que se le rendirá a Jorge Vignati Ojeda, reconocido y muy querido director de fotografía, camarógrafo y realizador peruano.
Como parte de este homenaje se presentarán dos películas en las que Vignati trabajó como director de fotografía: La balada del pequeño soldado y Gasherbrum, La montaña radiante, ambas dirigidas por Werner Herzog, con quien el realizador peruano entabló una estrecha relación profesional y amical.
Y como plato fuerte, el Festival de Lima anuncia una presentación especial: la proyección de una versión rescatada y restaurada por la Filmoteca PUCP, del cortometraje Danzantes de tijeras, filmado en un plano secuencia por Jorge Vignati en 1972, la cual es considerada por muchos como una de las mejores películas realizadas en el Perú. Nada menos.
La proyección de estas películas se realizará el martes 7 de agosto a las 6:00 p.m. en la Sala Azul del CCPUCP.
Además, el sábado 11, a las 11:00 a.m., se realizará un conversatorio con presencia de Jorge Vignati, también en el CCPUCP. Estarán en la mesa junto a don Jorge, sus colegas Nelson García y Nora de Izcue.
Norma Rivera, encargada de la Filmoteca de Lima, publica este texto, donde el propio Vignati recuerda a «Danzantes de tijeras» como uno de sus trabajos de cámara más entrañables:
En 1972, viajé a Puquio, provincia de Lucanas (Ayacucho) con Manuel Chambi, para filmar un proyecto que él tenía, basado en el cuento de José María Arguedas, La agonía de Rasu Ñiti, cuyos protagonistas principales, son los danzantes de tijeras. La danza interpretada por una pareja y sus músicos, me deslumbró. Entonces, le comenté a Manuel, que me gustaría filmar un cortometraje sobre los danzantes, él me dijo que si estaba loco, porque no teníamos mucho material fílmico. Le dije que con un solo rollo de 16 mm podía hacer el documental. Igual pensó Manuel que esto, seguía siendo una locura mía.
Entonces así fue, como decidí realizar, en un “plano secuencia”, un documental de 10 minutos, sobre los danzantes de tijeras y sus músicos, con la cámara siempre en constante movimiento y con mucho cuidado por lo irregular del terreno. Si hubiera tenido un traspié o el foco no era preciso, allí quedaba la locura.
La segunda Comisión de Promoción Cinematográfica – COPROCI le negó la aprobación y exigió lo edite. Me negué, era la muerte del documental. Mientras el Festival en Milán, Italia, donde se proyecta la versión original en 16 mm me premia. En Lima era multado con 10,000 soles de esa época, por mostrar el corto sin la aprobación de la COPROCI. Luego de dos años de batallar, se exhibió en el Perú una versión mutilada.
En su libro «100 años de cine en el Perú: una historia crítica», el crítico Ricardo Bedoya escribe lo siguiente sobre esta película:
(…) en un plano secuencia concebido como un cerco trazado por la cámara en torno a los danzarines, gracias a un interrumpido movimiento circular que constreñía el espacio y a los ejecutantes de la danza.
Ejemplar en su concepción e impecable en su ejecución –un nítido y fluido trabajo de cámara en mano-, Danzantes de tijeras (1974) llamaba la atención a la vez sobre la virtualidad ritual de la danza y sobre la coherencia y economía del procedimiento casi geométrico empleado para mostrarla. COPROCI dictaminó que la película era enojosa y aburrida y que le hacía falta un nuevo montaje, una estructura más tradicional o la inclusión en la banda sonora de un texto explicativo sobre los orígenes o sentido de esta tradicional danza de las tijeras. Una agria y lamentable disputa sobre la autoría del filme, que filmó Vignati pero pretendió reivindicar Chambi, completó la mala fortuna del corto, considerado por muchos como uno de los más logrados de entre los que se han hecho en el Perú.
Danzantes de tijeras
(Perú, 1972 – 1974)
Documental | 11 min.
Dirección: Manuel Chambi
Cámara: Jorge Vignati
Danzantes: José Tikihaqu y Eugenio Korichacra
Fecha de rodaje: 1972
Fecha de estreno: 1974
Sinopsis: Según la leyenda, en el cuerpo de los danzantes de tijeras se introduce un espíritu mágico, el Wamani, dios de los cerros, del agua o del aire. Antes que dos hombres, son dos dioses telúricos los que se enfrentan en contrapunto con el fondo musical del arpa y el violín y que reproducen todos los sonidos de la naturaleza. En 1972 en la provincia de Lunacas, Ayacucho, en un magistral “plano secuencia” Jorge Vignati, cámara en mano y pulso firme como sólo saben hacelo los grandes cámaras, filma por iniciativa propia la magestad de una danza que se remontan a la época precolombina, en que ciertos hombres privilegiados, eran escogidos por los dioses para representarlos.
En 1995, el Instituto Nacional de Cultura declara a “La danza de las tijeras” Patrimonio Cultural de la Nación y en el 2010, es reconocida por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, por su antigüedad y valor simbólico.
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