Opera prima de la directora Mia Hansen-Løve, Todo está perdonado es una cinta que muestra en forma distanciada una crisis de pareja y sus consecuencias sobre una hija pequeña.
El tratamiento no llega a ser frío pero sí objetivo y reposado, sin ser moroso. Es la vida retratada tal cual, en una sucesión de escenas separadas por elipsis, casi sin énfasis emocionales, y siguiendo una narrativa lineal bastante clara. La acción transcurre en Viena y París, donde se aprovechan exteriores de ambas ciudades e interiores más bien convencionales, donde vamos conociendo a los tres protagonistas y las familias de ambos. Fuera del ruido ambiental solo escucharemos algunas canciones que acompañarán, con parsimonia, el desenvolvimiento de la acción.
El relato tiene dos grandes partes, separadas por un hiato de 12 años, en los que la protagonista salta de la infancia (6 años) a la adolescencia (18 años).
En la primera parte se narra el desarrollo del conflicto entre un escritor francés (Víctor) y su esposa austriaca (Anette) a causa de las drogas, lo que desencadenará la única y muy breve escena de conflicto físico.
En la segunda parte seremos testigos del reencuentro, años después, de la hija con su padre. Aunque hay alguna historia pequeña adicional y pequeñas escenas con familiares, esto sintetiza el argumento.
Pero lo original de este filme es que el logrado tratamiento distanciado de la directora viene dado por razones dramáticas y no al contrario. Es decir, no es que el estilo de la directora se imponga sobre el relato, sino al contrario, es un aspecto del relato el que explica y justifica la opción estética de esta obra. Ese aspecto es el cambio del punto de vista de la primera a la segunda parte de esta obra.
En la primera, aparentemente es el punto de vista de la directora el que observa, preside y organiza el relato mostrando los hechos, omitiendo razones y ralentizando una tensión que finalmente se impone con naturalidad. Mientras que la segunda parte, en cambio, sí es evidente que el relato transcurre desde el punto de vista de la hija adolescente; la cual acentúa el carácter fragmentario de la narración, intercalando escenas de vida doméstica y cotidianeidad, con el relato del encuentro con el padre.
Y entonces, cuando llegamos al desenlace, recordamos que ya en la primera parte la pequeña de seis años estuvo presente en varias de las conversaciones y disputas entre sus padres; que su mirada también era compartida con la de la realizadora (quien ha reconocido que su cine es autobiográfico).
Aquí entendemos también el sentido del título: “todo está perdonado”. La cinta no ofrece mayores incidencias emocionales y se apoya en elipsis que nos ahorran llantos, lamentos e introspección. Ello ocurre porque es la mirada de quien –tempranamente– ha superado el dolor, la pérdida o el resentimiento, y, por tanto, menciona solo aquellos momentos indispensables narrativamente, solo aquello que vale le pena mantener en función de un fin práctico: si todo está perdonado, la vida debe seguir.
Bella, sobria, serena película. Muy recomendable.
Tout est pardonné. Dir Mia Hansen-Løve | 105 min. | Austria, Francia | 2007
Intérpretes: Constance Rousseau (Pamela, 17 años), Paul Blain (Víctor), Marie-Christine Friedrich (Anette), Victoire Rousseau (Pamela, 5 años).
Guión: Mia Hansen-Løve.
Fotografía: Pascal Auffray.
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