En Literatura existe (se exige) lo que Vila-Matas llama “el talento del lector”. Una habilidad necesaria y cada vez más ausente, cómplice para completar la tarea de los escritores pero con la lectura de la obra publicada, con la que además el lector debiera ser exigente y menos complaciente. Un lector inteligente exigirá escritores inteligentes (es la premisa) y así el circuito se enriquecerá, alguna vez, alejándose de lo vacuo e improductivo y reclamar algo más que mero entretenimiento. Con esta idea en la cabeza, a la salida de la última aventura de Reygadas, me pregunto si acaso él también no estará clamando por “el talento del espectador”.
Post Tenebras Lux (me arriesgo) es una obra que hubiera tenido al filósofo francés Derrida entre sus más talentosos espectadores. Luego me corrijo y digo no, Reygadas ha tenido que ser uno de los más talentosos lectores de Derrida, el teorizador del Deconstructivismo. En algún puente han tenido que cruzarse alguna vez. Porque pienso, con la parte talentosa de nuestro adormecido cerebro, que esta película suya es más una deconstrucción de alguna realidad que la elaboración de una forma de realidad. Y con la parte menos talentosa de mi cerebro (la más abundante) me lamento porque hubiera querido que la película terminara de gustarme.
¿Podemos llamarle Antonio a esa “forma de realidad”? Claro que sí. Mi cerebro adormecido por conceptos como “estructura”, “trama”, “argumento”, “timeline” retumba ante la palabra Deconstructivismo. ¿Qué es eso? Derrida lo dice mejor aunque, en una palabra, consiste en mostrar (no demostrar) cómo se ha obtenido un concepto cualquiera “a partir de procesos históricos y acumulaciones metafóricas”, en que lo claro y evidente no resulta ya tan claro y parece menos evidente, pues el soporte en que se basa nuestra conciencia para dictaminar si algo es verdadero, es relativo.
Díganme si no les parece esta subjetividad más propia del engaño de nuestra memoria y del universo de los sueños o la imaginación que de nuestro cotidiano ambular por el mundo. ¿No les parece que esto encaja como la seda con esta mentira fabulosa e irresistible que es el cine? Y no, por favor, no quiero que nos acordemos del filósofo Slavoj Zizek y sus ensayos cinéfilos porque sino volveremos a preguntarnos por qué Neo tuvo que elegir la píldora roja y así tomar consciencia de su realidad.
Mejor quedémonos con Antonio (aquella forma de realidad que Reygadas toma como su golem), un joven hacendado en el interior de México, ha sido bien educado, tiene una esposa que toca el piano y habla francés y cría dos niños, vive rodeado de perros, ganado y árboles. Apenas si mantiene contacto con la ciudad. Ah, lo olvidaba, también lleva consigo unos cuantos vicios y por supuesto, una memoria que, como toda memoria, es caprichosa. A propósito, creo el director de «Luz Silenciosa» le daría un Like al apartado “memoria no confiable y desordenada”. Y que Carlos Reygadas se haría “fan” de Carlos Reygadas.
Pero sobre todas las cosas, me parece que «Post Tenebras Lux» es una exploración personal del Génesis (caos y misterio incluidos). Una manera de confrontar al individuo con el microcosmos al que pertenece (vida familiar/vida personal/vida animal), y también contra aquella naturaleza que todos llevamos dentro (pesadillas/esquizofrenias/sexualidad) y que parece imposible dominar. Y esa exploración es dispersa, periférica, alegórica, con aparentes inconexiones que pertenecen a una realidad esfumada en el argumento pero que irrumpe en la pantalla, en la historia (acaso, me pregunto, ¿no se espera que “el talento del espectador” sea quien conecte los cables?).
Insisto con Derrida y Reygadas porque la deconstrucción “no se trata de un método que se pueda aplicar mediante una serie de pasos a seguir, más bien se puede observar como una postura”. Entonces me fijo en aquellas alarmas que se encendían en mí durante la película (vuelvo al hilo narrativo o a la falta de conductividad, a los ensayos de elipsis) y me digo que el tratamiento de «Post Tenebras Lux» es una postura de Reygadas. La presencia del Hombre (con mayúscula), por ejemplo, parece estorbarle a la naturaleza. Las palabras, que son del Hombre, atosigan la violencia y hermosura de las imágenes. El sonido se precipita contra ellas en lugar de acompañarlas. Es como si en medio de aquella salvaje inocencia flotara un enojo desconocido.
Pero que nos quede claro que si alguien sabe dónde va la cámara, ese es Carlos Reygadas (Mejor Director Cannes 2012, ojo, no Mejor Película).
Y el efecto desenfocado de los contornos se presta a varias interpretaciones: desde un antojo meramente estético hasta la sensación de que esa realidad está siendo observada por alguien (quizá el portador de ese enojo desconocido al que me refiero), como quien mira a sus peces ir de una lado a otro en la pecera.
Mientras concluyo recuerdo que Reygadas, en la presentación de la película en la sala de cine (repleta y con gran expectativa), dijo tímidamente aunque convencido, “me da pena venir desde México y no tener nada qué decirles” y se sentó. Recordé estas palabras antes, cuando aparecían los créditos mientras se encendían las luces y veía el desconcierto mezclado con insatisfacción en los rostros de los espectadores, y me dije vaya si tuvo razón al no decir nada sobre «Post Tenebras Lux» porque «Post Tenebras Lux» no dijo realmente nada. Pero esa fue una primera impresión, seguramente compartida con la mayoría de la sala. Porque el cine gusta o no gusta. Si plantea cuestiones está bien salvo por esta: “¿que alguien me explique de qué iba esto por lo que estuve sentado dos horas?” Porque, aceptémoslo, todavía no hallamos “el talento del espectador” que Reygadas parece necesitar.
Y a propósito, deberían leer a Harry Mulisch, “El Procedimiento”. Ya verán por qué se los digo.
Deja una respuesta