Es raro ver películas políticas en estos tiempos y, sobre todo, que estén bien hechas. Es el caso de El estudiante, la cual narra con gran economía de medios el nacimiento de una carrera política en la Universidad de Buenos Aires. Además, ofrece una visión de la juventud universitaria –sus fiestas, sus debates, las aulas– en la cual la volatilidad en las relaciones amorosas tiene su equivalente en los volubles compromisos políticos.
El filme, de bajo presupuesto, aprovecha muy bien los ambientes de la propia universidad y sus exteriores. Pero su gran virtud es un guión eficaz, actuaciones solventes y un ritmo trepidante que describe los comportamientos que caracterizan el quehacer político, en un contexto de luchas por el poder entre las organizaciones políticas por el rectorado de esa casa de estudios.
En tal escenario, un joven estudiante de provincias –Roque Espinosa–, que llega a la capital federal para estudiar, descubrirá rápidamente que su verdadera vocación es la política; y será en esta situación que hará su aprendizaje en la universidad, conociendo los juegos al uso en esta actividad.
Los principales son la traición, los continuos cambios de camiseta política, la manipulación de terceros en provecho propio y el predominio de los líderes por encima de las ideas (no hablemos ya de los principios). Estos mecanismos ordenan la sucesión de conversaciones y debates dentro de una estructura narrativa circular, donde se describen los cambios en la correlación de fuerzas en torno a una ruta de ida y vuelta en una doble campaña alrededor de la captura del rectorado.
Lo notable de todo esto es que una profusa cantidad de información, tanto del presente como del pasado, se organiza y jerarquiza con gran claridad narrativa. De tal forma que aunque ignoremos varios detalles de la historia política argentina ahí referidos, podemos identificar las características de esta actividad en la actualidad, enunciadas líneas arriba. En tal sentido, el espacio universitario sirve de laboratorio de ensayo y, a la vez, de escenario de comportamientos y procedimientos que se replican en la actividad política en general, dentro o fuera de la Argentina.
Pero además, se muestra –a través de la vida sentimental del joven protagonista– cómo son las relaciones de pareja entre los jóvenes activistas y militantes políticos. Especialmente, cómo se privilegia la vida política por encima de las relaciones de pareja; y también cómo se sobrellevan las consecuencias de la primera sobre la segunda. Cierto que esta línea de acción es secundaria, no se desarrolla suficientemente y hace parte más bien del contexto etario y universitario. No obstante, provee interés adicional al filme.
Finalmente, El estudiante revela cómo se ha reducido el carácter ideológico de las luchas políticas en la actualidad, las que sin embrago aparecen representadas por la figura de un joven radical de izquierda que aparece ocasionalmente en esta obra. Una película interesante, eficaz y necesaria.
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