Este es un biopic centrado en la personalidad del personaje –Heleno de Freitas, un famoso futbolista brasileño de los años 40– antes que un ordenado recuento cronológico de los de hechos de una vida. Su primera característica, por tanto, es una narración de continuos saltos de tiempo, cuyo interés se mantiene desde las primeras imágenes del filme, que nos muestra el final del protagonista. A partir de ello, el director juega con la controversial forma de ser del ídolo del Botafogo en aquellos años y consigue mantener el interés del espectador.
Heleno se comportaba como un elegante caballero donjuanesco en Rio de Janeiro, pero también estaba entregado a vicios tales como el tabaco, el alcohol y las drogas; los que enmarcaron sus tormentosas relaciones con dos mujeres: la hermosa madre de su hijo y su amante, una vedette apropiadamente interpretada por Angie Cepeda.
Mientras que, como futbolista, Freitas se enfrentaba constantemente a sus compañeros de equipo, entrenadores y dirigentes deportivos, debido a su exigencia de entrega total al juego y su carácter explosivo. Una de sus recomendaciones era que los futbolistas vieran operas antes de salir a jugar, ya que la pasión, visceralidad e histrionismo de este arte deberían impregnar el ánimo de los futbolistas; de allí también que se comportara como un divo (como lo sería hoy el italiano Mario Balotelli).
En todo caso, su vida desenfrenada y temperamento explosivo afectarían su carrera y su salud, llevándolo a la decadencia física y la muerte, a consecuencia de la sífilis.
Esto nos conduce al segundo punto fuerte de la película, el trabajo actoral de Rodrigo Santoro, quien logra hacer verosímil y convincente estas distintas facetas del protagonista, así como las etapas de su degradación física, en una admirable labor de caracterización. Destaca tanto en la decadencia mental y emocional, como en la corporal. Es secundado con eficacia por Alinne Moraes (como su esposa), Cepeda (su amante) y otros talentos de similar nivel.
Cabe precisar que, contrariamente a lo anotado en la síntesis informativa del filme, esta obra no es exactamente sobre el «ascenso y caída» de Heleno, sino principalmente de su caída, ya que la cinta muestra poco del «ascenso» y –en cambio– desarrolla más los episodios del protagonista en la cumbre y posterior derrumbe. De allí que sea clave la versatilidad actoral de Santoro para sacar adelante el espectacular e impactante declive del legendario futbolista.
El tercer aspecto relevante de esta cinta es la fotografía y la iluminación. El director José Henrique Fonseca ha filmado su obra en blanco y negro y trabaja de manera virtuosa una iluminación contrastada, que en ocasiones homenajea a las películas norteamericanas de los años 30 y 40, a lo que añade un uso artístico de la luz natural y efectos especiales. Súmese a esto las acusadas angulaciones de cámara y, en otro aspecto, el recurso a la cámara lenta; todo ello para reforzar el enfoque expresionista que domina gran parte de la película. No obstante, pese a los buenos momentos que logra por estos medios, no consigue ofrecer un enfoque visual homogéneo, sino más bien una sucesión de efectos sin mucha unidad y una cierta tendencia a engolosinarse con artificios técnicos a veces gratuitos.
Lo mismo ocurre con la banda sonora, que combina piezas populares de época con algunos trozos clásicos, como apropiados fragmentos de Richard Strauss y de la séptima sinfonía de Mahler, junto a otros que solo se oyen una sola vez y que parecieran obedecer más al gusto del director antes que a necesidades de la estructura audiovisual (fragmentos de Bruckner y del famoso adagietto mahleriano al final de la cinta).
En suma, hay un cierto esteticismo en la puesta en escena que debilita los indudables logros de esta película. Aun así, es altamente disfrutable.
Deja una respuesta