Perfect Blue (1997), y casi toda la obra de Satoshi Kon, pertenece a esa rara estirpe de animación que desafía la convención que conmina a la animación al consumo infantil. El dibujo animado (2D, 3D) no tiene porque ser confinado a la matinée, ahí están Fritz the Cat, Waltz with Bashir, Akira, Ghost in the Shell para demostrarlo.
Esta es una película ambiciosa que transita por varios niveles a la vez, la descripción del tortuoso camino de una cantante convirtiéndose en actriz, la mediatización de lo privado en la farándula, los limites entre la identidad y la personalidad, la realidad y la ficción; todos hilvanados en una trama de crímenes de serial killers, doble personalidad y alucinaciones. Todo a la vez, y casi sin desentonar. Su mayor defecto, acaso, es ser manipuladora sobre la autoría de los asesinatos hacia la mitad de su desarrollo.
Es además ambiciosa, porque tiene como referentes a grandes películas y directores. Se cita a Persona de Bergman, a Buñuel, a Hitchcock (Vértigo, Psicosis, el tema de la doble identidad y el falso culpable), las referencias a Jodie Foster (El silencio de los inocentes, The Acussed, Taxi Driver) son copiosas, por mencionar solo algunas.
Kon fue un gran cinéfilo, que duda cabe, lo confirmaría con su siguiente película Millennium Actress.
Lo sorprendente de su opera prima, es que a 15 años de su estreno no envejece –más allá de la tecnología que presenta-, y se adelanta a su época con muchos temas, como el uso del internet como gran hermano y suplantador de identidades. Y es un referente para muchos realizadores de la primera década del siglo, como Aronofsky en El cisne negro, ¿Acaso influenció a Haneke en Caché?
La cinta crece con una segunda, o tercera visión. El gran tema se devela como el de la apariencia y el simulacro. No solo Mima, la protagonista, prácticamente todos los personajes se debaten entre lo que son, lo que aparentan, y lo que quieren ser. ¿Cantante o actriz? ¿Asesino, fan, víctima? Todos los personajes juegan la carta de Norman Bates. ¿Realidad o ficción? La cinta no se anda con rodeos, desde la primera escena, en la que un show de Power Rangers es solo una representación teatral –que es “mucho menos intensa que lo visto en la televisión”, según uno de los personajes- juega ya con la dicotomía entre esos mundos; y eso mismo, es una reverberación del conflicto de los personajes.
Perfect Blue, es en el fondo, como Mima, un cuerpo pugnando por transformarse en otro. Un anime buscando ser un thriller adulto. Es un extraño y fascinante hibrido.
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