Chiyoko Fujiwara, la actriz del milenio
Desde siempre me ha gustado la animación en general y la japonesa en particular. Fue así como hace ya casi diez años pude observar por vez primera Sennen Joyū («La actriz del milenio») y quedar impresionado por esta breve pero intensa película.
Inicio del viaje
La demolición de los estudios de cine Ginei al caer en desuso y ser considerados obsoletos son la excusa perfecta para que el entrevistador Genya Tachibana decida hacer un documental sobre la máxima estrella de aquellos estudios: Chiyoko Fujiwara.
Es así como la actriz, que misteriosamente se retiró hace 30 años, recibe la visita de Genya y el camarógrafo Kyōji Ida para entrevistarla. La anciana ya está al límite de su vida, ella –al igual que los estudios Ginei- conoció épocas de vigor y esplendor, ahora ambos comparten fragilidad y decadencia.
Pero el director Tachibana tiene también un interés secreto y personal para verla y es el de poder devolverle la llave que perdió precisamente el día que puso punto final a su carrera como actriz. La entrega de la misteriosa llave inicia el viaje por los recuerdos de la vida de Chiyoko, la actriz del milenio.
Pocas películas pueden alcanzar un alto grado de complejidad, profundidad y emotividad en poco menos de una hora con veinte minutos. Por fortuna para Sennen Joyū, este es uno de aquellos raros casos.
Lo complejo: La vida de Chiyoko
Compleja porque la película presenta hasta tres niveles de narración perfectamente diferenciados pero que nos cuentan en simultáneo y de manera original la vida de la actriz protagonista, la historia del Japón y la historia del cine japonés.
Los tres niveles se entremezclan hasta el punto de enmarañarse, contaminarse y fundirse. De ellos surge un nuevo significado condicionado por el contexto en el que se presenta cada situación. Aquí el mérito radica en el buen criterio que se muestra en la edición y en la cuidada planificación para la selección de los momentos representativos dentro de la historia del Japón que ayudan a mantener la coherencia del relato.
Pero esto también nos permite apreciar en un sentido más amplio que la película no es sólo sobre la vida de la actriz sino que también trata sobre todo cuanto sucede mientras ella recorre el camino de la vida. Es también la historia de la humanidad reconstruida a partir de sus recuerdos y la visión subjetiva que imprime sobre ellos. Esto se demuestra con el uso de los colores durante la película. Así como tenemos algunos recuerdos más vividos, coloridos y dichosos; los hay también más grises y tristes. La historia de Chiyoko se mimetiza con la historia del cine y la historia del cine se mimetiza con la historia del Japón encontrando su máximo nivel expresivo cuando se funden.
La película además cuenta con mucho simbolismo que va desde la llave que desencadena el desborde de los recuerdos hasta la pureza que encarna la flor de loto que florece mientras Chiyoko expira. No es intención de este breve artículo analizar cada uno de los referentes simbólicos que existen dentro de la película, pero si es necesario subrayar la imagen de la llave como el símbolo para abrir el baúl de los recuerdos que guardan dentro de su corazón las personas.
De este modo me parece que el director Satoshi Kon continúa la exploración iniciada en Perfect Blue (1998) donde mostró en clave de thriller psicológico la ruptura de los delgados límites entre la ficción y la realidad creando una atmósfera asfixiante. En Sennen Joyū emplea hábilmente este recurso para contar una conmovedora historia de amor.
Lo profundo: La historia del Japón
Como en la «caja china» o la «muñeca rusa» de la que se habla en Cartas a un joven novelista (Mario Vargas Llosa, 1997), la película está construida en base a varios relatos cortos dentro de uno mayor que tienen un denominador común: la búsqueda afanosa y la pérdida desencantada del amor.
Ingredientes que se suman por más breves que sean. Así quizá para los espectadores occidentales o aquellos que no sean japoneses es posible que se les pase por alto los diferentes periodos de la historia de Japón que presenta la película, que van desde el período Sengoku –época de constantes revoluciones civiles, donde la inseguridad y el caos eran moneda corriente– hasta la era espacial y nuestros días actuales (o los días que eran por aquel 2002).
Pero esto no resulta una traba para comprender el mensaje -todo lo contrario-, se adaptan muy bien a los mundos de fantasía propios de la película ya que no son copias exactas del mundo en el que vivimos sino, como el cine y el anime lo han demostrado más de una vez, son adaptaciones libres que ayudan a crear atmósferas y llevarnos a mundos oníricos y espacios atemporales donde la historia de mil años del Japón se unifica y los personajes son viajeros del tiempo que saltan sin problemas entre los diferentes periodos.
El folclore y la cultura popular del Japón también apoyan la narración dotando a la película de una mitología particular que genera una especie de maldición que persigue a la protagonista durante gran parte de la película, y aunque no llega a ser tan asfixiante como en Perfect Blue si logra transmitir la sensación de angustia que ella sufre. Al final se revelará que la maldición no es otra cosa que el paso inexorable del tiempo y el cambio que ello conlleva en las personas.
Lo emotivo: La historia del cine japonés
La película es una metaficción propia del universo de Satoshi Kon. La historia de Chiyoko está íntimamente relacionada a la de sus películas por lo que es imposible separarlas. Los fragmentos de las películas –donde se percibe el gran cinéfilo que fue Kon– que van desde Trono de Sangre (Akira Kurosawa, 1957) hasta Godzilla se van construyendo ante nuestros ojos a medida que la entrevista continúa hurgando en los recuerdos de la actriz. Tachibana e Ide no son simples espectadores sino que forman parte activa dentro de cada una de las historias e invaden los espacios.
Hay una secuencia en particular donde esto se muestra de manera magistral. Sucede luego de que Genya protege a Chiyoko de miembros del Shinsengumi. Ella recorre diferentes espacios y tiempos en simultáneo en un resumen que es una oda hacia el cine y a su vida como actriz. Aquí los fondos son cuidados de manera obsesiva, tienen colores vivos e intensos y un estilo que parece sacado de algún cuadro japonés. Es el fluir de un río de imágenes.
A pesar de ello la protagonista no se imaginó siquiera ser actriz. Fue el encuentro fortuito con un pintor perseguido por la justicia –del cual se enamoró y quien le entregó la llave que abre “lo más importante del mundo”– el aliciente necesario para que emprenda la aventura por el mundo del cine. Ella mantiene la esperanza de que por medio de sus películas aquel amor extraviado la observe, la reconozca y la encuentre.
Nuevamente estamos ante la llave como símbolo esta vez de libertad. Permitió a Chiyoko escapar de una pálida vida que su madre le tenía planeada. El evento menos esperado o más insignificante es aquel que en el momento exacto forja nuestro destino.
Aquí es donde el corazón de la película se revela pese al complejo rompecabezas audiovisual. El drama y la angustia que sufre la protagonista persiguiendo empeñosamente la estela de aquel amor evasivo. Se mantiene fiel y pura a su amor y su promesa que aunque debilitados por el paso del tiempo y la dinámica de la vida mundana nunca son olvidados.
Hacia el final de la película parte una vez más en busca de aquel amor en un fragmento de ciencia ficción de su última película. Como ella menciona: “Después de todo mi verdadera pasión siempre ha sido buscarlo”. La promesa por cumplir que es la guía de su vida.
Fin del viaje
Sennen Joyū habla de los recuerdos de la vida, las decisiones y las promesas que nos llevan a donde estamos. Al igual que las otras obras de Kon es muy personal y está alejada de lo que propone la industria del anime. Si bien se vale y se nutre de sus recursos visuales y narrativos lo hace de una manera distinta que lleva a que este tipo de animación alcance una nueva dimensión.
Presenta personajes entrañables, muy logrados, estupendamente perfilados y, gracias a la habilidad de Takeshi Honda, bellamente dibujados. La depurada técnica de animación que exhibe se une en perfecta armonía con la banda sonora compuesta por Susumu Hirasawa en un equilibrio que ayuda a transportarnos a los mundos imaginados por el director.
Es una película difícil de olvidar, muy grande y abarcadora pese a su limitado metraje, lo cual es mérito exclusivo de su realizador. Tiene múltiples lecturas con cada nuevo visionado, la presentada aquí es sólo una de ellas. La historia de un amor no consumado contada con imágenes que se funden y proyectan hasta el infinito merece verse más de una vez.
Dejo para el final una última incógnita y animo a quienes hayan llegado en su lectura hasta aquí a que la resuelvan. ¿Qué significado encierra el nombre de la protagonista? Porque como sabrán o al menos supondrán todo nombre japonés escrito con kanjis tiene un significado especial.
Espero que pese a mi poca pericia, este artículo les haya podido transmitir algo del sentimiento de la película, por pequeño que sea. Para mí eso sería suficiente.
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