Fue a inicios del 2011 que Alberto me comentó por primera vez sobre el nuevo proyecto en el que estaba trabajando por aquellos días: entrevistar a críticos, cinéfilos, cinépatas, que tuvieran algo relevante que decir sobre Rumble Fish, “La ley de la calle”. ¿Y por qué esa película? En ese momento aun no entendía la verdadera motivación de aquel proyecto.
“Cuando nos veamos en Bafici conversamos más de esto. Cuento con entrevistarte también”, recuerdo que me escribió Fuguet por GMail.
Ante esta sorpresiva invitación, lo primero que tuve que hacer fue recordar si «Rumble Fish» era esa película en blanco y negro con Matt Dillon y Nicolas Cage chiquillos, o la de Tom Cruise y Ralph Macchio en su primera juventud. Y es que siempre confundía The Outsiders con Rumble Fish, y bueno, es que ambas estan basadas en obras de la misma autora, y fueron filmadas prácticamente una tras otra en la misma locación, y compartiendo algunos actores.
Si el primer recuerdo que tenía de Rumble Fish era pensar en otra película, ibamos mal. Estaba claro pues que Rumble Fish no era una de “las películas de mi vida”, uno no confunde su película favorita con nada, nunca. La de Coppola no me marcó la adolescencia, no me abrió los ojos, ni me dio nuevas razones para vivir. Lo confirmé cuando volví a ver la película prácticamente subiendo al avión rumbo a aquel Bafici 2011. Entendía que era un filme importante, con nervio, con legado. Pero más de eso, no. Felizmente Alberto captó esto y la entrevista conmigo nunca se dio.
Recordé todo esto el martes pasado cuando vi por fin Locaciones: Buscando a Rusty James, este experimento en el que Alberto deja buena parte de su alma de fan. “Es como un fanzine”, dice Fuguet de su obra, es el registro de la peregrinación a su tierra santa, es una estampita a sus santos personales. Y uno lo acompaña, escuchando sus emocionadas confesiones, en este tipo de ensayo audiovisual que fue descrito con gran lucidez por el veterano crítico peruano Nelson García Miranda: “En el futuro, las críticas de cine serán así”. Fuguet no pudo estar más de acuerdo con esta genial sentencia.
El gran mérito de “Locaciones”, creo yo, es que logra conectar también con los no-contactados, los distraídos, los que no hicimos ‘clic’ con Rumble Fish, ni en el año de su estreno, ni cuando la pasaban en Film & Arts en los años 90, ni ahora que la bajé de Pirate Bay. Para sentarte de largo durante los 90 minutos de esta película y sentirte identificado con ese coro de voces freak que veneran tanto “La ley de la calle”, basta tener una “película de toda la vida”. Una sola, para entender muchas de las reflexiones y confesiones que hacen Alberto y sus cófrades. Sí, hay películas que te cambian la vida, que te la arreglan, te la enderezan, películas que recibidas en el momento preciso sientes que te hablan a ti y solo a ti. Todo eso lo recordarás con este presente de un fanático a su ídolo fílmico, este objeto que a falta de una mejor terminología, convenimos en llamar documental.
No, no corrí a volver a ver Rumble Fish cuando acabó “Locaciones”. Esas cosas no se pueden forzar. Las películas de tu vida son, parafraseando al gran don Héctor Soto, amores a primera vista. Si no la amas en el primer visionado, va a estar harto complicado que te enamores de ella a la segunda o tercera vez. Es una ley de la vida.
Y todo bien con eso. Como decía, luego de ver “Locaciones” no es una obligación que te den esas ganas de locas de revisitar “La ley de la calle”. Creo que el documental de Fuguet cumple con creces su cometido si despierta al fanático que tendría que vivir dentro de cada uno de nosotros. En mi caso, lo que logró fue hacerme escuchar Codex de Radiohead en modo repeat: “No one gets hurt / You’ve done nothing wrong”. Somos unos frikis, inofensivos, a nadie le haremos daño con nuestros vicios.
(Publicado originalmente en Cinépata)
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