Se acabó el 17 Festival de Lima y con él mi primera experiencia como jurado en un evento de esta importancia, como parte del Jurado de la Crítica Internacional.
El año pasado otro miembro de Cinencuentro, Juan José Beteta, fue también invitado a ser jurado. Si bien él tiene a este sitio online como su medio de publicación principal, trae encima años de experiencia previa, como cineclubista y estudioso del cine. Yo, en cambio, solo he tenido experiencia en el quehacer cinematográfico a través de este blog. Siendo así, pensaba, esta quizá sea la primera vez que el Festival invita como jurado a alguien que se ha desarrollado exclusivamente en el online, abriéndole así las puertas a todos los colegas, muy jóvenes la mayoría, cuyo medio principal, o único, es un blog dedicado al cine. Bien por eso.
El saldo de esta experiencia ha sido, por supuesto, más que positivo. Fue todo un reto y estoy muy contento de haberlo aceptado. Gracias a la gentil invitación del Festival pude vivir, de manera distinta a años anteriores, intensos días de cine.
Luego de los primeros pases de prensa previos, días en los cuales avancé en algo el trabajo de visionado de los 18 filmes de ficción en competencia, llegó el primer día del Festival, de la ceremonia de inauguración, y lo más importante para mi: el día en que conocería a mis colegas jurados.
De Jorge Jellinek tenía, por supuesto, las mejores referencias, y lo conocía a la distancia, sino por su trabajo de crítico y periodista cinematográfico, por su memorable debut como actor, como el protagonista de la bellísima La vida útil (rol que lo ha hecho muy popular en los círculos cinemeros latinoamericanos, como bien pude comprobar en estos días).
Al escritor colombiano Hugo Chaparro no lo conocía, ni tenía referencia alguna, shame on me! Y suerte mia, fue él al primero que conocí, en el lobby del Swissotel en los previos a la ceremonia de inauguración. Hugo me recibió con gran cordialidad y una envidiable simpatía, lo cual me ayudó a ganar más confianza en mi condición de jurado primerizo. Me hizo sentir como si fuéramos amigos de siempre. Jorge no llegaría a Lima sino hasta el día siguiente. Ambos, Hugo y yo, no lo conocíamos en persona aun, tan solo por su ya famosa faceta de actor.
Al día siguiente, durante el almuerzo de bienvenida, conocería por fin al gran Jellinek. Recordándolo ahora, eso debe haber sido como aquella secuencia de “La rosa púrpura del Cairo”, donde de pronto le estrechas la mano a un querido personaje recién salido de la pantalla grande. Así de surreal fue. Y bueno, al rato ya estábamos compartiendo unos tiraditos de cojinova y unas causas de pulpo.
Lo cual me lleva a otro tema muy comentado por los invitados del Festival: la comida. La ubicua comida peruana que estuvo en boca de todos, pun intended. Aquel fue realmente un delicioso e impagable tour gastronómico que tuvieron, tuvimos, el placer de recorrer durante los días del festival. Dicho esto, creo que el Festival debería encontrar la manera de que la gastronomía no opaque al cine, a las películas. Recordemos que ya existe Mistura y como dicen las abuelas: de lo bueno, poco.
Otro tour en el que se embarcaron algunos de los invitados, fue la tradicional visita a Polvos Azules, algunos muy entusiasmados como niños en una dulcería, pues la visitaban por primera vez, se llevaron decenas de dvds. «¿Vas a poder ver todas esas películas?!». No importaba, el cinéfilo siempre quiere más.
Otros fueron llevando sus películas, y como siempre, dejando una copia autografiada en señal de agradecimiento a este popular e informal medio de distribución del ‘otro cine’.
Además de compartir con Hugo y Jorge, aprovechando mi privilegiada posición, durante estos días tuve la suerte de conversar y conocer a algunos miembros del Jurado Oficial, directores que admiro como Carlos Sorin, a quien le agradecí por la entrevista que les dio a unos amigos (y que espero republicar en los próximos días aquí, habla Ralp!), o el brasileño Marcelo Gomes, siempre muy amigable y con la sonrisa generosa. A él le recordé que ya habíamos conversado anteriormente, el 2009 durante el Festival de Río, cuando lo entrevisté luego de ver su «Viajo porque preciso…», una de mis películas favoritas de aquel año.
La situación inversa se dio con otro amigo brasileño, Sandro Fiorin. En este caso fue él quien me hizo notar que ya nos habíamos conocido antes, también en el Festival de Rio del 2009, en una de las muchas fiestas que allí se dieron. Sandro es el director de FiGa Films, una de las principales agencias de ventas de cine latinoamericano, y con él compartí el momento preciso en que se anunció el premio en Locarno para “El mudo” de los hermanos Vega. Lo leímos via Twitter, durante el almuerzo de despedida del Festival.
Por el lado del Jurado de Documentales, también conocí a grandes cineastas como a Juan Alejandro Ramírez, director peruano con quien hasta entonces me había comunicado solo via email y ahora por fin podía saludar en persona; al mexicano Juan Carlos Rulfo, un presidente del jurado de lujo, director de En el hoyo inolvidable película que descubrí en un Festival de Lima; y también al ecuatoriano Manolo Sarmiento, con quien había intercambiado algunos correos este año, pensando en asistir al EDOC, reconocido festival documental que él dirige. Por lo pronto, ya estamos gentilmente invitados a Quito para la próxima edición en mayo (toma nota Lucho).
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Tras 6 días de contínuas funciones, llegó el esperado día de la deliberación. Ya habíamos completado las 18 películas de la Competencia Oficial Ficción, entre ellas las más voceadas y comentadas del Festival y sobre las que, como jurados, debíamos mordernos la lengua cuando los amigos nos preguntaban alguna opinión. Yo llegaba con un puñado de pelis favoritas, y habiendo conversado informalmente con Hugo y Jorge, me quedaba claro al menos cuales quedarían fuera de carrera.
Jellinek, como Presidente del Jurado, dirigió la reunión estableciendo la mecánica de la discusión. Cada uno plantearía sus preferidas, argumentando la preferencia por alguna de ellas. Rápidamente redujimos la lista a 4 claras favoritas, y tras consultar las bases consideramos la posibilidad de entregar menciones. Avanzando en la discusión y el análisis de las favoritas, decidimos darle preferencia a las operas primas («La jaula de oro», «Tanta agua») y a una película con una propuesta y una sensibilidad afín a ellas («La Paz»). Establecidas estas 3 películas, solo restaba votar para saber cual sería la ganadora, ya que no podía haber premio compartido. La mexicana ganó por mayoría, y las dos menciones quedaron para las sudamericanas, decisión que nos dejaba satisfechos a todos.
Recordaré así este Festival de Lima 2013, por las grandes personas que conocí y por las películas que ví y en especial a las que tuve el honor y el gusto de entregar un reconocimiento. Si ver películas en calidad de jurado es como volar en Clase Business, ahora de vuelta a la Clase Turista solo me queda pensar que… nadie nos quita lo viajado.
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