Magic Magic (Sebastián Silva, 2013)
Cuando no queda nada a lo que aferrarse, cuando estás sola -en un sitio que no conoces con gente que no conoces-, cuando sientes que todos a tu alrededor es una amenaza, cuando sientes una soledad que te abruma y no te deja respirar, que se apodera de ti y te destruye por dentro.
Hay muchas formas de mostrar el miedo y muchas películas han explorado la manera de transmitirlo hasta el cansancio. Magic Magic no innova, no da un paso más allá, no es una película revolucionaria formalmente. Sin embargo, consigue algo que pocas películas actuales del género de terror son capaces de conseguir: quien la ve, siente una terrible y apabullante incomodidad consigo mismo, como si fuera Alicia, el personaje principal.
Alicia es una chica californiana que llega a Chile de visita. El mismo día que aterriza en Santiago, su prima Sara la lleva de viaje a una casa fuera de la ciudad. Con ellas van Agustín, novio de Sara, y un par de amigos, Bárbara y Brink. En el camino de ida, Sara tiene que volver a Santiago y deja a Alicia con Agustín, Barbara y Brink, a los que acaba de conocer.
Hasta cierto punto sentimos empatía con Alicia, ante la situación incómoda de tener que ir de viaje con gente que no conoce y con la que no tienen ningún tipo de relación. Además, es evidente que no le cae especialmente bien a Bárbara y que Brink parece algo perturbador. Pero hay un momento en el que entiendes que algo falla, que algo no se ciñe a la realidad. Entonces, empiezas a dudar si lo incómodo proviene de verdad de fuera o de dentro.
Alicia, al no encontrar consuelo en lo que conoce -su móvil no tiene cobertura en el campo-, intenta relacionarse con la naturaleza, pero esta la rechaza -o Alicia la rechaza a ella-. No encuentra refugio en su entorno, no se fía de la gente que la rodea, no tiene nadie a quién aferrarse. La soledad que se cierne sobre ella aumenta a cada segundo, aunque todo parece apuntar que se trata de una soledad que se autoimpone: es cierto que los personajes no son especialmente simpáticos y normales -a excepción de Agustín, que es quien intenta integrarla- pero nada confirma que sean ellos realmente el problema. ¿Qué tan malo puede ser que Brink sea tan extrovertido? Puede resultar perverso pero no tiene por qué ser peligroso. De hecho, lo realmente perturbador de ese personaje es que nunca acabas de saber si es realmente un monstruo o no. Si nos guiamos por la visión de Alicia, lo es. Si nos fijamos bien, no. Es el juego entre lo que es real y lo que parece real lo que provoca la desesperación.
Sabemos que algo va mal cuando Sara llega a la casa del lago y niega haber hablado por teléfono con Alicia, cuando antes hemos visto que Alicia habló por teléfono con ella. A partir de ese momento todo empieza a venirse abajo para Alicia y para los demás. Las sensaciones de tensión y malestar con las que empieza la película crecen exponencialmente. Juno Temple consigue transmitir eficazmente esa sensación de turbación, de incomodidad, de no soportarse, de querer salir de sí misma. La desesperación de no poder dormir, la desesperación de estar despierta, el miedo a sus sensaciones, el miedo a los demás.
Lo espeluznante e inquietante, y también brillante, del final de «Magic Magic» es la introducción de un ritual para salvar a Alicia, sometiendo a los personajes a algo que desconocen y que no controlan. La angustia por no saber qué pasa realmente, ni en ese momento ni en ningún otro, llega al extremo y es aquí cuando ni el espectador ni los personajes podemos aguantar más. «Magic Magic» causa una sensación de pesadumbre constante que surge de la imposibilidad que tiene el personaje principal Alicia de controlar nada. Finalmente el espectador siente la desesperación y la locura de Alicia como propias hasta muchas horas después de ver la cinta.
Rocío Quillahuaman – @rocionoseque
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