Hace poco más de una década, entre 1999 y 2000, un joven Edgar Wright escribía y dirigía «Spaced», una sitcom inglesa que protagonizaban los también jóvenes Simon Pegg y Jessica Stevenson junto a Nick Frost y que por desgracia, solo tuvo dos temporadas. Cuatro años después del fin de esta serie de TV, llegaría Shaun of the Dead (Zombies Party), una comedia sobre un vendedor de televisiones -Simon Pegg- que intenta sobrevivir a una apocalipsis zombie junto a su mejor amigo -Nick Frost-, a la vez que intenta recuperar a su novia. «Shaun of the Dead» podría ser, sino la mejor, una de las mejores comedias del género zombie de todos los tiempos, además de ser el principio de una trilogía fantástica formada por «Hot Fuzz» y la reciente estrenada en el Festival de Sitges, The World’s End.
«Spaced» es quizá el principio de esta trilogía (más bien es la antesala), el prólogo no-anunciado donde Wright sienta la base de las siguientes películas. Comienza a definir su estilo, los elementos de ese humor que le caracteriza, y donde empiezan a estrecharse los lazos entre el director y sus actores fetiche: Pegg y Frost. Es en «Shaun of the Dead» donde se concreta la dirección por la que Wright quiere moverse y es cuando empieza realmente la fiesta. Porque a pesar de que en los diez años que separan este filme con «The World’s End», el director, y también los actores, ha madurado y podría haber cambiado de registro o incluso haber perdido eficiencia para mantener el nivel de las dos primeras películas. Este no es el caso, el talento de Wright para la comedia es auténtico, pues no ha perdido la fuerza y el encanto, ni el estilo que le representa. El trío de Wright, Pegg y Frost es uno consolidado, es fácil comprenderlo al verlos desenvolverse en las tres películas. Hay algo que los une, es ese algo lo que nos lleva, como espectadores, a seguirles a donde vayan: sea un pub, un pueblo sádico o el fin del mundo.
En «Hot Fuzz», Pegg, el mejor agente de policía de Londres, es enviado a un pueblo aparentemente tranquilo que resultará ser todo lo contrario. Frost es el agente más torpe del pueblo y será el compañero de Pegg en todo el filme: la pareja invencible. En «Hot Fuzz», Pegg y Frost se vuelven a confirmar como el bromance definitivo de la comedia. Apadrinados por Wright, que una vez más lleva al espectador a una experiencia de risas non-stop, haciendo homenaje a la par que parodia, como solo él puede, las películas de acción, como ya haría con el cine de zombies en «Shaun of the Dead».
La estructura de los tres largometrajes de la Trilogía del Cornetto -nombre acuñado por los fans, debido a una constante aparición de un helado cornetto en toda la trilogía- consiste en la pareja Pegg y Frost cuyo objetivo es sobrevivir, ya sea a zombies, asesinos o al mismo pasado. Siempre se trata de sobrevivir. Quizá esta saga no destaque en originalidad pero no creo que sea lo que Wright busca, al menos no en esta trilogía. En «Scott Pilgrim vs. the World», una comedia de Wright posterior a las dos primeras películas de la trilogía, Michael Cera se enamora de una chica y debe vencer a sus siete malvados exnovios para poder estar con ella. Esta película no tiene nada que ver con la trilogía y no por eso deja de ser brillante y divertida, por lo que Wright ha demostrado que puede hacer otro tipo de películas, sin necesidad de abandonar su estilo personal, y acertar increíblemente bien como pasa con Scott Pilgrim. En la trilogía, quiere seguir una constante en la estructura para crear un sentimiento de familiaridad, de sentirse en casa cuando ves cualquiera de los tres largometrajes.
En The World’s End un hombre con problemas con el alcohol (Simon Pegg) convence a sus amigos de la adolescencia (Nick Frost, Paddy Considine, Martin Freeman y Eddie Marsan) para volver a repetir una ruta que consiste en beber en los 12 pubs del pueblo en el que crecieron y que no pudieron completar en los años 90. Lo que nos ofrece Wright en «The World’s End» es justo lo que queremos, justo lo que esperamos para cerrar esta espectacular trilogía. The World’s End es el final (como insinúa ya en título) de una trilogía hilarante que culmina en una reflexión sobre el pasado, presente y el futuro, los que una vez fueron jóvenes en los 90s son ahora hombres adultos con estilos de vida estables. El personaje que interpreta Simon Pegg es el único que se niega a abandonar el pasado y a enfrentarse al presente. Quizá su personaje esté reflejando lo que sienten los fans con respecto al fin de la trilogía.
El filme empieza con la canción «Loaded» de Primal Scream que resume perfectamente los sentimientos del personaje principal sobre la vida en general y los de Wright y todo el cast de The World’s End sobre el final de este viaje. Este tema es el principio de una inmejorable banda sonora que es a la vez un viaje a la nostalgia de los 90s:
Just what is it that you want to do?
We wanna be free
We wanna be free to do what we wanna do
And we wanna get loaded
And we wanna have a good time
El personaje de Pegg solo quiere pasárselo bien una última vez más. Es indiferente a lo que pasa a su alrededor y esta vez, el personaje de Frost es el “cuerdo”, a diferencia de los otros dos. Sin embargo, son los dos igual de importantes porque una vez más tenemos a dos personajes que se complementan perfectamente, solo viéndolos sabemos que no se van a fallar el uno al otro en ningún momento, como debe ser en los buenos buddy films. Las diversión está presente desde el primer minuto y sigue al mismo nivel hasta dos horas después (incluso mucho después cuando ya has salido del cine y no puedes evitar recordar sus mejores momentos y los guiños a las otras dos películas). El espectador no puede evitar sentirse nostálgico y triste porque toda esa diversión ha llegado a su fin.
No habrá más Wright+Pegg+Frost y esto, si eres fan como yo, te rompe el corazón. Vi la película en un pase de lo más emotivo: en Sitges se estrenó un domingo pero yo la vi al día siguiente, en un cine lleno de fans de la trilogía que durante toda la película rieron y aplaudieron cada gag y cada guiño. La completa y maravillosa complicidad en una sala de cine: el regalo más grande y bonito que puede hacerte un director de cine con una película. Gracias, Edgar, Simon y Nick por esta fiesta en el fin del mundo.
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