Asistimos al estreno del Scorsese más Scorsese que imaginarse pueda. Un compendio de toda una carrera resumida en no poco tiempo, puesto que El lobo de Wall Street es una película larga, extensa (179 minutos, y hubo que cortar por su duración de 4 horas), discursiva, enorme, que tiene como protagonista al dios de estos tiempos, el dinero. Con humor, extrema brillantez y mucha socarronería, Martin Scorsese ha dejado bien sentado que el cine que se hace ahora mismo no es, ni de lejos, el que se hacía antes, aquellas producciones de Coppola, Cimino, Lucas, Peckinpah, Mankiewicz, Pollack, Fosse, Kubrick, Bertolucci, Aldrich…
Desde Malas calles, Scorsese ha centrado su mirada en tipos llenos de miserias, y mucha testosterona, a caballo de la historia norteamericana. Taxi Driver, Toro salvaje, Cabo de miedo y Casino con un De Niro que ahora vive de aquello; Gangs of New York, El aviador, Infiltrados, Shutter Island, con su nueva estrella, Leonardo DiCaprio. Pareja, director y actor, con una afinidad inmediata que produce joyas, dejando al espectador con la sensación de que el cine no es tan caro como pareciera.
Pero vayamos directamente al excesivo, voraz, directo, hiperactivo, delirante, divertido, alucinógeno lobo de Scorsese o su puesta en escena del llamado «éxito» del american way of life. Finales de los ochenta y década de los noventa, etapa de excesos en Wall Street, lo vimos recientemente en Cosmopolis, de Cronenberg, nido de los Gordon Gekko y ahijados. Listillos, que no inteligentes, que capaces eran de vender irrealidades a todo pardillo viviente. Irrealidades que se convertían en millones de dólares reales en sus manos. Director que hace lo que le viene en gana, guionista de The Soprano y Boardwalk Empire (Terence Winter), actor (y productor) con mayúsculas, y secundarios de lujo, más una historia real pero delirante, extravagante, que supera la ficción, todo conforma el explosivo The Wolf of Wall Street.
Premio al mejor actor de comedia para DiCaprio en los pasados Globos de Oro (nominado igualmente para el Oscar, junto al filme y el director), este trabajo de Scorsese contiene mucho humor, quizás para no provocar en el espectador el hastío y la rabia que ya lleva encima por la realidad de nuestros lodos, asimismo reflejo de aquellos barros. El realizador ítalo–estadounidense sabe mostrar la estulticia y mediocridad de un país que se erige en amo del universo, y de esos Master del Universe sabemos un rato por España, quizá algún director hispano haga un filme lobo de Bárcenas.
Jordan Belfort, por muy extraño que pueda parecer, es real, existe. Pero ya sabemos qué ocurre con estos sujetos, por mucho tortazo que se den, siempre podrán vender libros contando sus boutades. En este caso son dos best sellers. Abusar para luego seguir lucrando. Un abuso puesto en imágenes por uno de los mejores, un Scorsese en estado de gracias, ayudado por productores (por supuesto) independientes, una puesta en escena del mundo de estos adictos, con sus absurdos que también muestra esa energía del vendedor sin moral, donde la adicción a las drogas (y al sexo) juegan un papel primordial, sin un atisbo de culpabilidad o arrepentimiento, es decir se lo pasaron en grande mientras pudieron. «Tratamos de mantener esa manera arrogante y provocativa durante toda la película, utilizando todos los estilos de mis películas anteriores», confirma este realizador que sigue mostrando lo que más le gusta en su temática, los crímenes, en este caso de Wall Street.
Le acompañan a DiCaprio un grupo de actores superiores y valientes entre los que está Matthew McConaughey, bastante desmejorado, con un papel corto pero intenso, así como un potente Jonah Hill, muchos desnudos y pechos sueltos, de lo que quizás el Hollywood pacato se haya escandalizado un pelín. Una banda sonora memorable, escenas ídem como la de DiCaprio gateando completamente drogado y una sexualidad desbordante. Escenas de las que el mismo Scorsese afirma que ha tenido que bajar el tono sobre las reales, porque en esas oficinas pasaron cosas increíbles, ni imaginar podemos.
Scorsese y DiCaprio hablan y hablan, cuentan las experiencias de Belfort, uno de los lobos de la Bolsa de Valores, lugar construido para estafar. Aunque todo esto se puede mejorar a peor, hoy estos lobos venden países y gobiernos.
Texto originalmente publicado en la web española La República Cultural.
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