Febrero en Chile es el mes de las vacaciones de verano. Mucha gente se toma sus vacaciones, se va de viaje y se aleja de las salas de cine. Pero también es el mes del estreno de las películas de los premios Óscar, por lo que la cartelera cinematográfica chilena en el mes estival destaca por su calidad y abundancia.
Partamos por la ganadora del Óscar, 12 Years a Slave. Esta premiada película, basada en hechos reales (era que no), cuenta lo sucedido a Solomon Northup, quien en 1850 era un hombre libre, un músico viviendo en Nueva York, en un país donde aún había esclavitud en los estados del Sur. Solomon es drogado, embaucado y vendido como un esclavo que se ha fugado; posteriormente es enviado a plantaciones de algodón en Louisiana. Sí, esto sucedió y es una historia muy increíble, terrible y atractiva, en un primer acercamiento. Además, con todos los premios que ha recibido, las ganas de verla aumentan. Pero uno ya no cree todo lo que lee, entonces también hay espacio inmediato para sospecha.
12 Years a Slave es una buena película, pero que tiene un problema narrativo central que desmorona su conflicto central: sabemos que el protagonista sobrevive (si no, no hubiese escrito el libro, etc.). Entonces, se genera una situación de espera, la audiencia sabe que lo pasará mal y todo, pero se sabe que sobrevivirá. La película, para mí al menos, fue una larga espera de 12 años, comprimidos en 133 minutos, para que todo se solucionara. No cabe duda que la factura, la puesta en escena y las actuaciones son de una alta calidad. Pero eso no es suficiente para tener una gran película. Y la ganadora del Óscar a mejor película de este año tiene un grave problema narrativo.
Curiosamente, dicen que muchos de los miembros de la Academia votaron por ella sin haberla visto. Incluso, en los últimos días antes que cerraran las votaciones, los anuncios publicitarios de este filme señalaban mensajes del tipo «Es tiempo de verla» o «Ahora es cuando». El voto dividido se dio claramente entre 12 Years a Slave y Gravity/Cuarón. La culpa blanca fue, nuevamente, más fuerte. Está bien que se hagan películas de este tema. Es necesario. La esclavitud en Estados Unidos fue algo atroz, llena de abusos horribles. Este título lo acaban de incluir en los currículums de los colegios, y también es una buena noticia que haya superado la barrera psicológica (para Hollywood al menos) de los 100 millones de dólares, probando y desmintiendo el injustificado mito que «las películas de negros no venden». Es cosa de preguntarle a Tyler Perry. Pero aquí estamos hablando de calidad cinematográfica. Y a mi juicio, 12 Years a Slave es profundamente aburrida, manipuladora y tiene demasiado abuso y explotación de sus personajes.
Her, premiada por Mejor Guión Original, es una fábula futurista sobre un escritor de cartas escritas «a mano». Es un mundo donde las cartas de amor, íntimas y familiares, las escribe otra persona. Ni las escribe: las dicta a un computador, quien lo escribe como si estuviera hecho a mano, se imprimen y son enviadas a sus destinatarios. Theodore, un fenomenal y profundamente dañado Joaquin Phoenix, está en pleno divorcio, lo que lo tiene naturalmente deprimido. Es así como adquiere «OS1», un sistema operativo conectado a su dispositivo electrónico permanente: el celular del futuro es un audífono de goma y los comandos son dados por la propia voz. Así, chico conoce a computadora y se enamora. Samantha (Scarlett Johansson) evoluciona, va conociendo a Theodore y lo sorprende con amor y ternura.
Esta cinta es altamente desoladora. Un tipo se enamora de un computador, pero en serio. Esto ya no es el chico de India de Big Bang Theory que solo se atreve a hablarle a Siri en su iPhone. Este es un tipo que «sale» con una voz, «alguien» sin cuerpo, y se enamoran mutuamente. En la sala de cine ciertas situaciones generaban risas, intuyo algunas por incomodidad, pero en mi caso me generó una pena grande y profunda, por lo cerca que estamos de des–humanizarnos a niveles irreparables. Her es una cautionary tale sobre el futuro y las relaciones humanas. Estamos en camino, y cada vez más cerca de la alienación y desconexión casi total, por ello debemos tener mucho cuidado al respecto. Los audífonos y las pantallas se escuchan y se ven demasiado bien, mejor que la realidad en algunos casos. Las conexiones de internet están cada vez más anchas. Estamos cada vez más solos, y socializar es más una opción que una necesidad natural. Muchos ya deben vivir como Jesse Eisenberg pre–invasión en Zombieland; los hikikomori existen hace rato y transformarse en uno es un peligro más posible que antes.
Si bien la premisa es fenomenal y vale la pena verla solo por eso, cabe decir que una vez que uno se acostumbra a la vocecita, la historia pierde un poco de fuerza, lo que sumado a un final producido Deus Ex Machina, el diablo en las escuelas de guión, terminaron impidiendo que esta muy buena película de Spike Jonze fuera catapultada aún más lejos.
Jackass presents: Bad Grandpa es una de las peculiaridades de la cartelera. ¿Una cinta de Jackass, en serio? Cuando Jackass se daba en TV (por cable) yo era su público objetivo natural: mocoso hombre de trece años. Sus gags de excesos, muchos de ellos escatológicos con todo tipo de fluidos corporales, humanos y animales, genera un rechazo automático de casi todos los adultos. Así fueron sus series de TV, y sus películas (Jackass 1, 2 y 3, etc.). Pero, una vez más, que no nos ganen los prejuicios. Jackass presents: Bad Grandpa, tal como dice su título, demostrando lo excesivamente literal que son los gringos a veces, es la historia de un abuelo (un Johnny Knoxville disfrazado, con un maquillaje que estuvo nominado al Óscar incluso) que recorre USA en automóvil con su nieto de 12 años, el también actor Jackson Nicoll.
Con esta configuración inicial y base se producen situaciones de cámara oculta e interacción con el «público–real», que son hilarantes en un nivel rotundo. Ver a un abuelo y a un niño en una plaza, rodeados de latas vacías de cerveza, mientras el niño borracho fuma un cigarro, es altamente sorprendente y divertido. Aunque por escrito no sea tan divertido, en la película sí logra serlo. Porque uno medio que no se lo puede creer. Tampoco los transeúntes, quienes miran y reaccionan esta falsa situación. Así, esta peculiar dupla, el anciano borracho, irresponsable y mal hablado, abandona al niño para ir a apostar y a un strip club, mientras el niño abandonado osa acercarse a desconocidos preguntándole si pueden ser sus padres. Esto es cine, pero distinto al común. Algunos pueden decir que ni siquiera es cine. No estoy seguro. Sí sé que es una comedia que saca muchísimas risas. Un video de 30 segundos vale más que tres mil palabras.
Películas manipuladoras siempre ha habido, y por montón. El sueño de Walt, la película sobre cómo Walt Disney logró convencer a P. L. Travers de adaptar al cine su libro infantil Mary Poppins, parece ser una de ellas. Tiene los ingredientes: historia real, libro importante y película que todos conocen y quieren, Walt Disney en persona, ¡por primera vez en pantalla e interpretado por Tom Hanks! Pero sobre las recetas en el cine, y como dicen en Hollywood, NADIE SABE NADA. Este filme no recibió nada más que una nominación al Oscar, por mejor banda sonora.
La historia mezcla el proceso de adaptación, realizado por tres guionistas (Jason Schwartzman hace de hermano de B. J. Novak), todo supervisado por la propia autora, una muy conservadora y llevada a sus ideas Mrs. Travers, quien insiste que la traten de «Mrs.», algo peculiar, sobre todo en Disney, donde todos se tratan por el primer nombre de inmediato. Estos y otros elementos se mezclan con flashbacks en paralelo de la infancia de la autora, que incluye sufrimiento familiar por pobreza, pero sobre todo por, oh, alcoholismo de un muy lindo y querible padre (Colin Farrell), lo que explica en buena parte la amargura de la escritora inglesa. Todos estos elementos hacen notar las costuras de esta película, que parece haber sido hecha con receta en mano. Al menos funciona a ratos, y tiene buenos momentos. Al menos dan ganas de ver Mary Poppins.
Philomena, también asoma de inmediato como sobremanipuladora. Basada en hechos reales (sí, otra), cuenta la historia de un periodista en mala racha (Steve Coogan) que investiga la historia de una anciana (Judi Dench), la cual en su juventud tuvo un hijo en un convento en que vivía, no como monja y en condiciones de semi–esclavitud. Las monjas venden su hijo en adopción a una pareja de millonarios estadounidenses y pierde de rastro para siempre a su hijo.
¿Suena cliché? Lo es. Pero hay veces que la repetición no molesta, y éste es uno de esos casos. Ya sea por la actuación de Dench o Coogan, o por el atractivo de la historia misma (saber dónde está el hijo), Philomena es una buena película del género «para señoras». Y les juro que no es un adjetivo despectivo, sólo que creo que a mis tías y a nuestras madres les gustará más que a nuestro sobrino treceañero fan de Jackass. Aquí los elementos «típicos» se notan pero molestan menos que en la historia de Disney. ¿Por qué funcionará aquí y allá no? Queda pendiente la respuesta. Philomena no pasará a la historia, pero logró ser nominada a Mejor Película, que aunque sean nueve y no cinco como antes, es algo que todos pondrán en su currículum. Algunos la asemejan a Harold y Maude, pero me parece algo exagerado.
No todo es cuestionamiento filosófico ni dramas. ¿O sí? The Lego Movie es la mejor película que se ha estrenado en este año 2014. Llama la atención la reacción inicial de muchas personas ante esta realización, un rechazo a este título que parece de inmediato ser una explotación comercial creada por los ejecutivos menos queribles y más utilitaristas, tan malos como una película de niños, tan malos como el malo de esta misma película, un tal Mr. Business (Will Ferrell). Felizmente en este caso, los prejuicios son completamente equivocados. The Lego Movie es una aventura divertida y muy, pero muy graciosa, con muchos chistes por minuto, y tan buena que hasta doblada al español es divertida. Su canción Everything is Awesome es, era que no, awesome, y en ella se agrupa y resume la principal cualidad de todo esto: no tomarse muy en serio.
Sí, es la típica historia del don nadie que un día descubre que es el elegido y debe salvar el mundo, pero la auto–conciencia ayuda a que no se transforme en los típicos clichés mil veces ya vistos, sobre todo en el género de las infantiles. Sus directores y guionistas Philip Lord y Chris Miller ya nos entregaron una de las mejores comedias del 2012, 21 Jump Street, y también la alocada Lluvia de Hamburguesas. En ambas ya se vislumbraba un nivel alto de referencias pop, las que en The Lego Movie se sobre–multiplican, pasando por súper héroes, basquetbolistas profesionales y otras sorpresas. Además, y esto va sin spoiler, logra sorprender e ir siempre más allá de los límites de su propia historia. Se logra una meta–narración y salirse del universo establecido, lo que permite ampliar aún más las reflexiones.
Esta peliculita hecha para que niños compren juguetitos, logra transformarse en una muy divertida y profunda reflexión de la libertad, de creer en uno mismo. Cuando alguien logra emocionarte con personajes hechos de cubitos de plástico, ese sí que es logro. No está basado en un hecho real, está hecha en base a pura fantasía, y logra representar la realidad, no copiarla ni elegir las partes más lacrimógenas para lograr la venia de la audiencia. The Lego Movie es buenísima.
Ya sabemos quienes ganaron los premios del 2013. Algunos estrenos tardíos se prevén, y se espera un primer semestre, era que no, cargado de blockbusters. Siempre habrá algo que ver en el cine. Lo visto y lo bailado…
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