Los documentales que proclaman la «búsqueda» de un personaje determinado, célebre huidizo o anónimo difícil de ubicar, suelen actuar contra su voluntad y sin su conocimiento, por lo que el relato se convierte en una odisea en la que a priori no se sabe si le encontrarán ni en qué condiciones de estado o reacción. Por lo general, se le busca para imputarle o reclamarle algo, completar una historia como una pieza más, o por fin responder un oscuro acertijo.
En cambio, Buscando a Gastón, el largometraje de 75 minutos de la directora Patricia Pérez, segundo estreno peruano del 2014 en la cartelera comercial, no busca, sino acompaña y celebra, durante aproximadamente el periodo 2012–2013, las actividades cotidianas del cocinero y empresario Gastón Acurio, quien las comparte voluntariamente con una cámara cómoda, amiga, que se entrega a registrar momentos felices, integradores y reflexivos.
El protagonista es, sin duda, un personaje sobresaliente y muy aprovechable en lo cinematográfico, de gran emoción social y extraordinarias habilidades técnicas en su oficio gastronómico y en lo empresarial, capaz de lograr un éxito personal y societal, compartirlo con sus colegas y luego extrapolarlo a la sociedad peruana. Entonces la realizadora no deja de grabarlo en diferentes situaciones y tonos, dialogando en varios puntos del país con cocineros, pescadores, agricultores, sobre recetas, sabores, fusiones, experimentos y, sobre todo, mucho cariño a la tierra, nacional y local. Hay varios pasajes satisfactorios, como la propuesta de Gastón a una cocinera para incluir su plato en el menú de su restaurante criollo y compartir recetas.
El problema es que la dirección opta por el preciosismo fotográfico, que gusta de mostrar la comida como lo hace la publicidad, y además no hay mayores matices que enriquezcan la trama y la hacen previsible: no se aborda la desigualdad social en el Perú más allá de la convicción precoz de Acurio, que él recuerda en solitario, en interiores grabados en primer plano y en blanco y negro, de devolver a la nación lo que ésta le permitió disfrutar; el punto de vista no penetra en incidencia alguna en el rodaje que escape a las «declaraciones» formales que se quiere emitir; ni se mencionan mínimamente las desapariciones trágicas o naturales ocurridas en los últimos años de cocineros que también integraron el fenómeno sociocultural y económico de la gastronomía (Kisic, Nanka, Valdivia, Huamaní, Lengua Balbi, Raffo, Oldani, Choy, Izquierdo). Se asume una pequeña y relativa disonancia sólo cuando el mismo Gastón relata un episodio de breve desencuentro con una admiradora, en un momento de descanso y distracción de su emblemático rol.
De esta manera, Pérez acierta en mostrar el potencial de una mentalidad que huye de los convencionalismos, una forma de hacer empresa, un enfoque de la cultura y una visión de desarrollar el país, y que se expresa en una diversidad de rostros y voces, pero falla en desestimar las posibilidades de una perspectiva más propia que vaya más allá del noble discurso. Por lo demás, es muy positivo que una cinta de este tipo haya llegado a las salas comerciales, aunque sin la repercusión que hubiera sido deseable.