«Adore», íntimas Naomi Watts y Robin Wright


Cuarteto sentimental. ‘Adore’ de Anne Fontaine.

En la cartelera peruana ha ingresado la película Pasiones prohibidas (Adore, 2013), decimosegundo largometraje de la cineasta franco–luxemburguesa Anne Fontaine. Es una coproducción franco–australiana de mediana envergadura, de un presupuesto de 16 millones de dólares, protagonizada y coproducida por Naomi Watts, que adapta el cuento The Grandmothers de la británica Doris Lessing, Nobel de Literatura 2007.

Se trata de un drama delicado, moderadamente transgresor, propicio para el aprovechamiento actoral y, sobre todo, para una cierta fineza en la narración. Por ello, compartiendo el guión con Fontaine, no extraña la presencia de Christopher Hampton, bastante experimentado en historias de lazos complejos, vaivenes amorosos y sentimientos encontrados (Amistades peligrosas, Total Eclipse, Mary Reilly, Atonement, Chéri, entre otros filmes), y que también ha dirigido tres veces (Carrington, Agente secreto, Imagining Argentina).

El relato traza la larga amistad de dos mujeres sensibles y atractivas, Lil (Watts) y Roz (Robin Wright), quienes entablan desde la niñez un afecto especial y un potencial de alta complicidad que incluso coquetea con el lesbianismo y que de alguna manera van a cristalizarlo indirectamente en la madurez. La base 4 va a encontrar a ambas predispuestas a un atrevido romance paralelo con el hijo de la amiga, convirtiéndose en madres–confidentes–consuegras y matriarcas sabias y controladoras de una familia ampliada. Fontaine y Hampton primero trazan con nervio y aspereza las dificultades más íntimas de la asimilación y luego abundan en la feliz aceptación y comodidad del círculo pequeño y virtualmente endogámico.

Los hechos transcurren en New South Wales, estado de la costa australiana, zona bucólica, escasamente poblada y alejada de la urbe, ideal para sostener relaciones furtivas y supuestamente premunidas de culpa y escándalo. Hay una ambivalencia en el uso del espacio: se combinan los abiertos encuentros de las parejas, juntas o por separado, en la playa, donde yacen en la ancha plataforma de madera flotante que funciona como una gran cama, en escenas que aceptan el plano general y el extenso horizonte, con las cuitas ceñidas a las habitaciones de las casas no muy transitadas por personas ajenas al cuarteto, entre puertas, paredes y ventanales que paulatinamente van oprimiendo y resecando los lazos en el tiempo.

La trama se «estabiliza» y, luego de una elipsis de dos años, empieza a atacar los cuerpos que antes ha presentado jubilosos y sabrosos, sobre todo los femeninos. Ellas no pueden evitar que aparezcan los surcos en su piel y con ellos los temores más básicos, sus rostros ensombrecen y los de Ian (Xavier Samuel), hijo de Lil y pareja de Roz, y Tom (James Frecheville), hijo de Roz y pareja de Lil, terminan de madurar y adquirir su semblante definitivo, entre la furia y la ambigüedad.

Sin revelar datos centrales, diremos que a la mitad del metraje Fontaine entra en un callejón de salida, porque las situaciones límites ya no dan para más. Se toman decisiones narrativas algo precipitadas, que provocan marchas y contramarchas y hacen perder una cuota de la naturalidad y el fino feminismo que los personajes enarbolan en la primera parte de la cinta, poniendo brusco freno a la libertad de sus impulsos y el desacato de las convenciones sociales.

Robin Wright y Xavier Samuel en ‘Adore’.

Pese a esos leves desajustes, Adore es una película que merece verse, dotada esencialmente de autoría, diseño de producción y actuaciones respetables, y así constituye un aliento de aire fresco en la oferta de las salas comerciales peruanas.