«Sin escalas», más pesadillas de Liam Neeson


Liam Neeson, un sobreviviente en acción. ‘Non–Stop’.

Traducida como Sin escalas en la cartelera peruana, Non–Stop vuelve a juntar al director español Jaume Collet–Serra y al actor irlandés Liam Neeson, que habían trabajado en la anterior cinta del autor, Desconocido (2011), que apreciamos como «irregular relato de pérdida de identidad y extravío pesadillesco en medio de planes de magnicidio y preocupación de la comunidad internacional por el agotamiento de los recursos naturales del planeta», cuya premisa residía en «el hombre común perseguido en un lugar extraño –aunque sea una metrópoli estándar, con su tráfico cargado, intensa vida nocturna y predios hacinados–, que en el camino recibe ayuda de gente que recién conoce».

Algo parecido se puede decir de Non–Stop. Collet–Serra sigue en la línea de las situaciones límite, atraído por los acontecimientos extraordinarios que ponen a prueba a un hombre que soporta antecedentes presuntamente inquietantes, pero que además involucran a una colectividad tan diversa y difícilmente controlable como el conjunto de pasajeros y tripulación de un avión comercial en un largo vuelo internacional, en un contexto de minuciosa conspiración que aprovecha el virtual estigma del protagonista y la paranoia posterior al 11–S.

Neeson es Bill Marks, el agente aéreo del FBI que, ya estando a bordo de la nave, empieza a recibir a través de una red restringida, una serie de mensajes de alguien que proclama estar ahí mismo y que cometerá asesinatos en pleno viaje si no le pagan una cifra exorbitante en 20 minutos. De esa manera sencilla, el guión de John W. Richardson, Christopher Roach y Ryan Engle plantea en pocos pasos claras variables: espacio físico y tiempo reducidos y asfixiantes; imposibilidad de desentrañar rápidamente el misterio; extrema dependencia de herramientas tecnológicas y personas confiables en medio de mucha gente desconocida y eventualmente sospechosa; el pasado de Marks convertido en signo de probable desequilibrio; aplicación del sistema de emergencia que lo ve como amenaza en vez del experto que puede conjurar el peligro.

Apoyándose en la fotografía del también español Flavio Martínez Labiano (El día de la bestia, ¡Goool 2!, Desconocido), Collet–Serra logra generar en los pequeños ambientes del avión, como filas, pasadizos, cabina, baño y zonas intermedias, el suficiente movimiento con idas y venidas, forcejeos y desplazamientos cortos, y en general la tensión de estar frente a un plan siniestro, que coloca al oficial Marks en sucesivas encrucijadas y que se verá agravada cuando los hechos trasciendan el aeroplano, lleguen a la prensa como noticia de último minuto y reboten al interior del aparato, provocando incertidumbre y pánico.

Como es habitual en los últimos años, Neeson vuelve a ser el hombre sencillo que carga experiencias personales traumáticas que lo golpean (The Other Man, Chloe), pero que a la vez es rudo y está preparado, como agente o espía activo o retirado, o líder de un grupo, para afrontar circunstancias extremas de peligro (Taken I y II, Desconocido, The Grey). Junto a él hay un buen reparto, en el que destacan Julianne Moore (su pareja en Chloe), que es capaz de desarrollar bien cualquier personaje, esta vez como la pasajera que más dialoga con Marks, y la reciente ganadora del Oscar por 12 Years a Slave, Lupita Nyong’o, en el rol de aeromoza.

Desconocido costó unos 30 millones de dólares y fue un gran éxito. Non–Stop ha invertido 50 millones y también le ha ido muy bien. Collet–Serra, finalmente, ha consolidado su lugar en el mainstream hollywoodense, elevando el presupuesto y la taquilla de sus proyectos, mientras incluye hábilmente en su trabajo un tema tan sensible para el público estadounidense como las conspiraciones terroristas que atacan a civiles en atentados aéreos y una gratificante solución que glorifica la acción del sistema en su respuesta oficial o extraoficial frente a las emergencias.