El documentalista español Carles Bosch, autor de los largometrajes Balseros (nominado al Oscar, codirigido con Josep Maria Domènech), Septiembres y Bicicleta, cuchara, manzana (ganador del Goya), dictará en Lima, del 3 al 8 de mayo, el Taller de Cine Documental «Decidir sobre la marcha», en el que volcará su experiencia en la construcción de la narrativa y las soluciones de los problemas que conlleva la realización de este tipo de obras en el rodaje y la edición. Apenas llegado a esta ciudad, conversó con nosotros sobre el taller, su filmografía y el documental de nuestra época.
Tus películas plantean «historias vivas», es decir trayectorias que se trazan en paralelo a la realización del documental, y el taller que dictarás asume ese procedimiento. ¿Sientes que este tipo de aproximación a la realidad, íntimo, adyacente, cómplice, se necesita para hacer contacto con el público contemporáneo, permanentemente bombardeado de estridencia mediática?
Totalmente de acuerdo. El cine documental –y también el documental puramente televisivo– debe alejarse al máximo de lo que es un puro informe, un dossier, una aburrida explicación o enumeración de hechos. Solo si atrapamos al espectador por vías mucho más creativas o más próximas al entretenimiento bien entendido (entertainment) podremos –tanto los documentalistas puros como los periodistas a los que se nos concede el placer de realizar largometrajes de la realidad– hacer llegar al espectador, es decir al ciudadano, una serie de temas periodísticos a los cuales, sin nuestra creatividad, no les prestaría la más mínima atención.
Planteas una convivencia natural, sosegada, horizontal, sin prisa, con los personajes. ¿Cuánto del punto de vista de las películas sientes que lo compartes con ellos?
No solo yo –en tanto que director– comparto los puntos de vista, dudas, temores, emociones de mis protagonistas. También el espectador los comparte por cuanto las historias que narro están ordenadas en un guión que respeta la cronología de los hechos. Si los protagonistas –y yo, mientras rodábamos– no sabíamos qué había a la vuelta de la esquina, a la vuelta del mañana, el espectador tampoco lo sabe, y en consecuencia se hace preguntas, se ilusiona, se desespera… Casi se diría que –a uno y otro lado de la pantalla– tomamos las decisiones a la vez, no juntos pero sí en paralelo. Y esa es la técnica –y el gancho– de las novelas o el cine de ficción.
Editar un documental puede ser muy doloroso, por el abundante material grabado durante años que se descarta. ¿Cómo vas acercándote a la versión final? ¿Qué haces con lo excluido? ¿Lo archivas o alguna vez el público puede tener acceso a él vía virtual o en alguna videoteca?
El guión va haciéndose por sí mismo, como un bebé al que sólo le das palmaditas para que aprenda a caminar. Y sucede lo mismo en la sala de montaje. Tiene vida propia el documental, no hay que detener ni su alma ni sus ansias por irse por caminos insospechados. Y esos caminos que el documental va tomando implican que otros caminos (y otros materiales rodados) queden descartados de forma casi natural. Pero con los años he aprendido a que esos descartes no duelan. El material descartado (y las secuencias cercenadas casi a hachazos) las olvido ya con suma facilidad, como si nunca hubieran existido, hasta el punto de que nunca he vuelto a mirar lo que el productor y yo decidimos incluir en los extras del DVD.
Tus obras son básicamente retratos humanos, pero abordan ciertos lados de la política (aventura migratoria cubana, cárceles madrileñas, enfermedad degenerativa de un líder político y ex autoridad). También es el caso de tu reportaje sobre la antigua Checoslovaquia. ¿Cómo manejas tus ideas preexistentes sobre las temáticas y los personajes que las encarnan?
Yo, en la cabeza, mientras filmo tengo solamente el argumento, es decir una sólida –pero a veces tenue– intuición de cómo va a desarrollarse la historia. No es bueno que un periodista se base en «apriorismos». Pero la experiencia de tantos años me ha enseñado a conocer rápidamente a los personajes y a prever sus pasos siguientes. Pero sus pasos siguientes pueden mostrar ciertas variantes: ahí sí que hay que estar muy atento, prever todas las variantes, describir bien al personaje para que el espectador –al llegar a los momentos culminantes– comprenda que las acciones (las decisiones que van tomando los personajes) no sean «caídas del cielo» sino que respondan a la lógica de la propia moral de sus autores. Un ejemplo: en la guerra de Bosnia el antiguo dueño de un prostíbulo se convirtió en un terrible torturador. Brutal, pero lógico si nos atenemos a su turbio perfil.
¿Cuánto ha influido la experiencia periodística en tu forma de dirigir?
Mucho. Y a veces demasiado, por cuanto soy muy reacio a falsear la realidad en beneficio de la comercialidad de la película documental. Hoy el cine documental está abierto a formas creativas que a veces –según mi escala de valores– traspasan los límites de lo aceptable; aunque yo acepte –y a veces utilice– fórmulas creativas que hagan más digestivo el documental, todo tiene un límite… y el límite es que no se puede engañar al espectador. La verdad es la verdad, y punto. Pero algunos documentalistas están matando el género confundiendo al espectador, y mintiéndole en aras de la creatividad. Es como si temieran que la realidad les fuera a echar a perder su bonita historia. Pero se equivocan. Cuanto más real sea TODO más bonita será la historia, porque la realidad le ofrece al director de documentales muchos más regalos de lo que jamás pudiera imaginar. Eso lo sabemos los periodistas, los reporteros, pero lo desconocen muchos documentalistas –salidos de universidades de cine– poco dados a pisar el terreno y mucho más obsesionados con la forma que con el fondo.
¿Qué expectativas del taller que dictarás en Lima?
Todas. Me encanta impartir talleres sobre cine documental. Pero siempre llego a ellos con gran respeto y un cierto temor: ¿les interesará mi propia experiencia? Porque yo baso mis talleres en mi propia experiencia, no soy un academicista, y por eso he titulado el taller «Decidir sobre la marcha». Aprendemos mientras rodamos, mientras editamos…
¿Qué visión tienes de nuestro cine? ¿Has podido ver películas peruanas de documental o ficción?
No he visto lo suficiente como para tener una opinión válida. Pero sé por mis sobrinos arquitectos –Borja y Nacho Bosch–, que viven en Lima desde hace dos años, que este país está en efervescencia. Lo contrario a mi propio país, tan adormilado. Por eso acudo a este taller con el convencimiento de que va a haber un intercambio muy positivo. ¡Yo lo necesito!
Nota. El taller se llevará a cabo en el Centro Cultural de la Universidad del Pacífico, y es organizado por dicha institución y Nómade Films. Está dirigido a cineastas, documentalistas, periodistas, estudiantes y espectadores aficionados a este género. El 3 y 4 de mayo es de 10 am a 2 pm, y el 5, 6 y 8 del mismo mes el horario es de 5 pm a 9 pm. Informes: p.rojasa@up.edu.pe.
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