Fui temprano a la primera función, tocaba una de Olivier Assayas, así que fue a teatro lleno. Cuando llegué a la sala de prensa no había espacio. Me fui a caminar un rato. Dado que eran las 11 aún quedaban muchas opciones en las máquinas de café, una de las mejores invenciones del hombre desde la imprenta. Tomé un ristreto y luego un voluto y andaba a paso firme por el palacio. En el locker de prensa casi no había información de las películas y por fin ahí caí en cuenta: hoy se acaba la competencia. Fui volando a la estación, que felizmente estaba a 10 cuadras y pasamos media hora con el vendedor viendo las chicas que llegaban para alguna de las ceremonias y de paso tratando de hacer una ruta camino a Barcelona para sacarme lo más rápido de este barrio del que conocí sólo 20 cuadras con el instinto de quien se ve forzado a permanecer mucho tiempo en un aeropuerto suizo.
Volví, vi dos películas y me fui de la tercera. Un bodrio indigerible. Más tarde le dieron el mayor premio de su categoría. Ya la vendieron para todo el mundo.
Me dediqué a pasear y por fin tomar algo de sol de la Costa Azul. Me quedé a ver el atardecer y extrañé una cerveza. Volví al palacio, nada en el locker. Bajé a buscar a unos conocidos programadores que querían ver una última película. Me fui a la media hora. Creo que la van a comprar para su festival.
En el hotel pensé: ¿qué pasó con el cine? Sigo más que defraudado con el premio a White Dog, aquel filme del que me había ido en la tarde, preocupado. Una obra con recursos tan maniqueos para magnificar su posición política, con la que hasta se puede llegar a estar de acuerdo, no conforma una película notable per se, tosca y burda se vuelve solo el largo y chillón decorado de un panfleto. Y luego recordé quién había sido el presidente de ese jurado, un hombre que sabe muy bien lo que es fabricar pataletas, máxime a ello su absoluta falta de escrúpulos cuando las formas de sus textos son las más abyectas bajezas morales sobre aquellos «panoramas olvidados de las pobres clases bajas de Latinoamérica», y piense en cuán buenos mimos ha cosechado en Europa para que lleguen a confundir el mimo, la palmadita y la moneda, con la idolatría obsecuente, o aún, la asimilación.
El haber puesto a Trapero como juez es darle una valía como de los grandes hombres del cine aún cuando no exista, ni entre los franceses, uno solo que se aventure a decir que se ha acercado a hacer un gran filme y mucho menos en los últimos años cuando solo ha merecido hoguera, crucifixión o apedreamiento, para hacer las cosas al estilo católico que tan bien compartimos estos dos «pueblos». Quien lo puso ahí quiere validarse, luego de «descubrirlo» y más tarde premiarlo. Vinterberg, Kusturica, Claire Denis, y ahora Trapero. Canino, Hahaha, Blissfully Yours, y ahora White Dog. Triste efecto de la normalización, de la globalización que confunde amalgamar, convivir, ser lo mismo, o haber hecho lo mismo, una ridícula publicidad de Benetton, y una proliferación de grises que de tanto no ser blanco o negro no reconoce la existencia del color. Me voy a ahorrar la cita a Beckett antes que me la puedan arrancar. Me fui a comprar algo para cenar. Esta fue mi cena:
Esta es la entrada al Lumiere, así es como se veía al entrar un gigante Marcello Mastroianni.
Así es como se veía la alfombra al darse vuelta, panorama seguro que Mastroianni debe haber visto.
Lo que rodea al festival de Cannes, aquel que se postula como el mayor festival de cine del mundo, se ha hecho de una de las formas más viejas del cine gremial norteamericano, el star system. Y tal cosa es una estrategia de construcción de la espectacularidad para la cual sin miramientos se ponen a trabajar tantísima gente, como estos tres hombres, o publicistas, o productores, o contribuyen tácitamente, como todos quienes hemos venido al festival. Como se ha hecho una empresa la carrera de los actores que posan en la alfombra, ocurre lo mismo con los directores, con los jueces y el propio festival, luego vea cómo la gran parte de gente que ha venido a este lugar están registrados para el mercado del cine, y así las películas no son lo más atractivo para ellos, la gente del cine, y por ello tal vez se explique lo ocurrido con White Dog. Todo responde al mismo principio.
Al día siguiente en la estación de trenes no había gente, esa noche era la ceremonia de la Palma de Oro. Se premió a Winter Sleep. Las noticias sin embargo andaban más preocupadas en los goles del Real Madrid. Al día siguiente en la redacción un conocido contaba que los pocos periodistas que quedaban miraban el tennis en las pantallas de la redacción que antes transmitía pasajes del festival. Más tarde pasaron la carrera de Mónaco.
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