Hoy viernes 11, a las 7:30 pm, se exhibe en el Centro Cultural CAFAE–SE el largometraje documental La danza del zorzal, del cineasta huancaíno Omar Sapaico, que obtuviera una mención especial del jurado en el Primer Festival Internacional de Cine de Ayacucho, realizado en diciembre del 2013. Como parte de la investigación sobre el cine regional peruano que llevan a cabo para la Universidad de Lima, los críticos Emilio Bustamante y Jaime Luna Victoria conversaron con el realizador wanka.
¿Cómo fueron tus inicios en el audiovisual?
Tuve una infancia con mucha alimentación visual porque mi padre trabajaba en el asentamiento minero de Cobriza y yo vivía entre Huancavelica y Huancayo. En cuanto a lenguajes, aunque en mi casa no se hablaba quechua, sí tenía mucha información sobre el quechua wanka y huancavelicano. Por eso desde niño tuve mucha inclinación por el arte, la fotografía.
¿Dónde estudiaste?
Hice el colegio y la universidad en Huancayo. Estudié metalurgia aunque sin mucha atención, hasta que conocí a unas mochileras argentinas que eran fotógrafas, y me dijeron que en su país la escuela de cine era estatal y gratuita. Así que fui para allá, pero resultó que era difícil ingresar porque había una élite privilegiada. Entonces empecé a estudiar fotografía porque el tema visual es lo que más me atrae. Hice un taller primero en la Asociación de Fotógrafos Profesionales de la República Argentina (AFPRA) y después entré a una escuela privada, MOTIVART. Aprendí más en la AFPRA porque la gente era más apasionada y competitiva. Ahí asimilé realmente la técnica al revés y al derecho. Me autosostenía trabajando en una heladería y luego como barman. Practiqué en un estudio de fotografía y empecé a hacer fotos de modas, incluso con modelos como Claudia Schiffer y Naomi Campbell. Yo dije: «ya estoy aquí», estaba emocionado pero por razones familiares tuve que regresar al Perú (mi padre se enfermó y además yo tenía una hija aquí).
¿Cómo te reinstalaste en Huancayo?
En Buenos Aires había hecho algunos talleres de decoración de interiores, así que empecé a trabajar con mi hermano que es arquitecto. Luego hice fotografía periodística y finalmente, en el año 2006, un escritor llamado Luis Pariona me propuso hacer un documental sobre los Asháninka que regresaban del cautiverio senderista. Fue mi primera experiencia audiovisual. Entonces formé una empresa de producción, Dómino, con la que daba servicios de fotografía y video a empresas mineras principalmente. Posteriormente también hice videos musicales.
¿Cómo surge la idea de hacer «La danza del zorzal»?
Desde el 2007 empecé a viajar a los pueblos del valle del Mantaro para fotografiar las fiestas costumbristas de huaylarsh. Ahí fui comprendiendo a través de amigos y de mi pareja, que estaban más vinculados a eso, que ahí hay una cosa que se desconoce: la pasión por el baile. Huancayo misma como ciudad vive distraída. Nos estamos perdiendo esta cosa tan linda. Además, podemos usar el huaylarsh como herramienta para vender gastronomía, artesanía, paisajes. Es más, el Perú está descuidando la posibilidad de usarlo para vender tantas cosas, así como Gastón Acurio ha entendido la gastronomía como herramienta para empezar a trabajar con los productores y eso.
¿Habías visto “Lima ¡Wás!” y “Coliseo” de Alejandro Rossi?
Justo cuando ya quería hacer La danza del zorzal se estaba anunciando Coliseo y yo pensaba: “van a decir que me he copiado”, pero lo mío es plato de otro chef y es otro contexto. No quiero decir que lo que ha hecho Rossi sea malo, sino que es distinto. Lima ¡Wás! usa el Huaylarsh como una terapia de reconciliación consigo mismas de varias personas: el que era pandillero ahora es cobrador de combi y baila, la que su marido le pegaba ahora vive más tranquila por el Huaylarsh, etc. Pero no te transmite lo que es el Huaylarsh mismo. Coliseo igual: una herramienta sentimental y emocional pero nada más.
Cómo hiciste la preproducción, el guión…
Para el guión hablé con Judith Purizaga, una amiga que estudió Comunicaciones en San Marcos pero al comienzo ella no quiso participar porque le parecía que yo no sabía bien lo que quería hacer. Yo estaba seguro de lo que no quería: gráficos, rótulos, voz en off. Sabía que el protagonista era el Huaylarsh. Así que preparé unos cuestionarios para directores artísticos, bailarines y dueños de conjuntos. Más que entrevistas lo que hice fue tener conversaciones sin mayor preparación porque yo quería trabajar el concepto puro del documental, como cuando se inició el género.
¿Y el rodaje?
La investigación y registro previo fue desde noviembre de 2012 y el rodaje propiamente dicho fue en febrero y luego en el concurso Campeón de Campeones en marzo de 2013. Cuando Judith vio lo que habíamos grabado ya le interesó participar y se incorporó al equipo como guionista.
¿Por qué no un DCP para exhibirlo en los multicines?
No sé si funcionaría. He hecho algunas proyecciones privadas en la Universidad Continental y ha habido muchas críticas. A Sigo siendo de Corcuera, por ejemplo, le fue muy mal en el multicine. Yo fui a verla dos veces y estaba solo en la sala. El domingo de la primera semana ya la habían retirado de cartelera.
¿Cuál es tu próximo proyecto?
Es un documental sobre la contaminación y el deshielo del Huaytapallana. Se va a llamar Agua que corre. Hay personas y empresas muy conocidas en Huancayo que hace pagos y contamina el nevado. Por otro lado, está la gente que realiza estudios ambientales y está en conflicto con ellos. Va a tener algo de ficción porque también quiero hacer películas de ficción y, por qué no, me gustaría ser el director de fotografía de algún largometraje importante de otro cineasta.
¿Qué opinas del resto del cine Wanka?
Sin ánimo de ser soberbio, creo que La danza del zorzal es la primera película de Huancayo que tiene un verdadero tratamiento fotográfico. Por ejemplo Nilo Inga, que ganó el concurso del CONACINE, en vez de comprar una cámara con un par de lentes buenos, compra una cámara con la que no puede controlar la profundidad de campo y esas cosas. O sea que se ve que no le interesa la fotografía. La fotografía es un campo sobre el cual tengo autoridad para hablar.
¿Y qué piensas del cine regional en general?
Yo creo que el cine peruano puede tener una identidad bien linda sobre todo con el cine regional. Los colores, la dura realidad que recrea, siempre que se aleje de los clichés de Hollywood. Por ejemplo, los carteles chicha han dado la vuelta a todo el mundo. Eso es lo que el cine regional tiene para mostrar.
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