Perro guardián, ópera prima de Baltazar Caravedoy Daniel Higashionna, se estrenó por todo lo alto hace unos días cuando vestidos de noche y trajes oscuros llenaron los salones del Teatro Municipal de Lima para el avant premiere.
Para los que no hayan visto aún la película, la premisa es básica: Un ex militar durante, aparentemente, el gobierno de Fujimori, malvive como asesino a sueldo y, en su camino hacia ninguna parte, el destino le ofrece una serie de revelaciones existenciales. Es precisamente, a partir de esta premisa, donde empiezan los problemas de Perro Guardián.
¿»Perro guardián»? Sí, el alias del personaje es “Perro”, pero no se entiende el mote de «guardián» cuando no protege a nadie. Más bien, asesina. El personaje interpretado por Carlos Alcántara llama demasiado la atención físicamente ya que es dudoso que un verdadero sicario se comporte de manera tan sospechosa cuando se mueve por la ciudad (por su manera de caminar o por su mirada de “mala leche” constante como si tuviera una jaqueca permanente) o cuando se le ocurre moler a golpes a un delincuente a plena luz del día (y esto sin contar el aspecto demasiado ominoso de Perro. Basta recordar las imágenes de los verdaderos sicarios paramilitares del Grupo Colina, por ejemplo, que lucen como tipos comunes y corrientes).
Aparte de estos problemas, la historia en sí cojea porque no se hace verosímil la «conversión» religiosa de Perro, ni se entiende su fijación por el personaje de colegiala interpretado por Mayra Goñi. Tampoco el desenlace de la historia es congruente ya que da la sensación de haber terminado abruptamente, en camino hacia algo más.
Es este aspecto el que da la sensación general de que Perro guardián es una película a medias, que sus directores no quisieron apostar por una historia más larga y compleja o no supieron qué hacer con el guión y quisieron simplificarlo al máximo.
Dos aspectos rescatables de la película son sus innegables virtudes técnicas y su acabado «profesional». En el primero, impresiona la fotografía que logra construir atmósferas opresivas que retratan el deterioro psicológico de Perro en su descenso a los “infiernos” o retratar los ambientes anaranjados de las calles de Lima durante la noche.
En el segundo, destaca el empaque de todo el conjunto que ofrece al espectador un producto de factura profesional al cuidar todos los detalles que debe tener una película comercial (banda sonora, créditos, edición, etc.), aspecto éste que es producto de la experiencia publicitaria de sus productores y directores.
Pero, por encima de sus deméritos y/o virtudes técnico-narrativas, Perro guardián posee un problema que se relaciona con el contexto peruano y la utilización de un ex militar que asesinó a personas sospechosas o comprobadas de ser terroristas durante los años de guerra interna del país. Así, la película banaliza el perfil de un sujeto detestable que, en vez de estar suelto por las calles cometiendo crímenes con cara de “asesino cool”, debería estar preso y condenado por sus crímenes extrajudiciales.
Es cierto que una película comercial no tiene por qué ser necesariamente una plataforma de denuncia político-social pero, en este caso, sirve para poner en evidencia el poco interés que existe en el Perú por tratar de encontrar alguna explicación que revele las causas y protagonistas de tantos años de muerte y sufrimiento para todos.
A estas alturas de nuestra historia, es válido reclamar que nuestros productos culturales no se limiten a entretener, sino también a cuestionar y poner sobre el tapete aquellos problemas nacionales que han marcado nuestro pasado reciente y nuestro desarrollo como país. En el caso de Perro guardián, pensamos que el tema de la guerra interna y sus consecuencias se debieron tratar de manera franca y sincera, sin banalizaciones ni simplificaciones efectistas.
Finalmente, esta crítica es también una crítica a otras críticas de otros críticos. Haciendo un repaso de las pocas opiniones que se han publicado hasta el momento, en la mayoría de ellas existe un ánimo positivo, exultante y exagerado hacia sus pocas virtudes y una miopía, ceguera, catarata evidente hacia los problemas de la cinta que no se entiende por qué se pasan por alto.
Aquí puede estar ocurriendo dos cosas: uno, la virtud muy limeña de apoyar sin remilgos a cualquier cinta nacional simplemente por el hecho de ser peruana; y dos, el discutible, por momentos, nivel de la crítica nacional que no es capaz de reparar en los obvios problemas de Perro guardián.
Por último, todos somos libres de hacer con nuestro dinero lo que nos plazca y de querer disfrutar de un momento de relax sin mayores complicaciones, así que no debemos sentirnos culpables de ir al cine a ver esta película entretenida, sí, pero, también, perfectamente olvidable y que no llega a ninguna parte.
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