El español Carlos Marques-Marcet (Barcelona, 1983) presentó a inicios de año su ópera prima de ficción 10.000 Km, una película que presenta una intensa relación de pareja en los tiempos que corren, una relación forzosamente a distancia, intermediada por pantallas y cámaras.
Skype, Google Maps, Facebook mediante, vemos como esta pareja se acerca y se aleja, entre Barcelona y Los Angeles, en sus intentos por reestablecer aquella vida romántica que se nos presenta en el bello y largo plano secuencia inicial de la película.
«10.000 Km» fue estrenada en marzo en SWSX donde obtuvo un premio especial del jurado, entregado a la pareja de actores, Natalia Tena y David Verdaguer.
A continuación fue elegida la mejor película del Festival de Málaga, donde también fue premiada Natalia Tena como mejor actriz, y Marques-Marcet como mejor director. Luego fue premiada en el Festival de Seattle, y estuvo en la terna de filmes españoles preseleccionados para el Oscar.
Conversamos largo entonces con Carlos Marques-Marcet, quien con mucho entusiasmo y harto que contar, nos detalla el proceso de realización de su película. Conversación que nos permitió además conocer su conexión con Lima, y su relación cercana con algunos cineastas peruanos:
Carlos, en tu película, a pesar de las herramientas actuales que permiten a las parejas mantenerse cerca y acortar distancias físicas, siento una atmósfera de desamor, da la sensación de estar siendo testigos del desmoronamiento gradual de una pareja sólida, del final de algo muy importante…
Carlos Marques-Marcet: Lo que me interesaba sobre todo era hablar sobre la pareja. La pareja incluye el amor, pero va más allá del amor. Existe el mito romántico de la pareja e identificarla con el amor, pero yo creo que la pareja es mucho más cosas que el amor. Y a veces el amor es mucho más que la pareja también. No son exactamente la misma cosa, creo yo.
Queríamos explicar la historia de una pareja que está acostumbrada a hacerlo todo juntos, y de repente por la distancia tienen que aprender a ser 1 + 1, y no 2 directamente. Es decir, a vivir por separado. Y en ese proceso, las fisuras que toda pareja tiene, se agrietan, y si no eres capaz de solidificar esas grietas, en la distancia eso se agrava. Esta era una pareja que a lo mejor si hubiera estado junta, nunca hubieran roto, pero evidentemente tenían sus fisuras. Pues una pareja que sí es completamente fuerte, no se separa tan solo por la distancia física.
En el último tramo de la película vemos claramente eso: que la distancia, esos 10.000 km, los marcaron para bien o para mal, y las fisuras que se abrieron, pues se quedan abiertas.
La idea del plano secuencia inicial era más para contrastarlo luego, y mostrar cómo el montaje abría esas fisuras, esa sutura en el espacio entre los dos. Y en el reencuentro después, el montaje juega ese papel de quiebra, de algo que se vuelve a encontrar pero ya no es lo mismo. Nunca es lo mismo un plano de dos personas juntas que un plano-contraplano. Me interesaba mucho esa sensación que se crea, que se vuelven a encontrar, pero ya son el uno y el otro. Por separado.
Por otro lado, siento que esta es una película sobre la imagen en sí, sobre la relación que tenemos con otras personas a través de sus imágenes, en este caso, a través de una pantalla de computador. ¿Tú cómo ves esto?
Tenía dos ideas teóricas al momento de plantear la película. Una era, esta es una película sobre el plano-contraplano. Y la otra era, precisamente, que no es lo mismo estar en frente de alguien, que delante de la imagen de alguien. De repente, con las videoconferencias o Skype pues parece que la otra persona está ahí al frente, pero la imagen no es muy fina, a pesar que tiene una sensación de verdad muy fuerte. Y además esta imagen tiene un aspecto plástico, como un cuadro. El pixel tiene algo de hermoso también, me gustaba explorar algo que es muy de ahora, pero que viene de una tradición, del retrato. Pero ahora este retrato es una forma de comunicarnos, hablamos con un retrato, y este no tiene pintadas tiene pixeles.
También quería explorar ideas como un video del pasado que se convierte en un fantasma: en una escena él ve un video antiguo de ella, y en el video él la está tocando. Pero en este momento ellos ya no están juntos, así que en ese instante él se convierte en un fantasma.
Yo creo que de alguna manera a todos los que nos gusta el cine de autor, principalmente en Barcelona, somos una generación que nos afectó mucho Tren de sombras de José Luis Guerín. Aunque mi película no tiene nada que ver con eso, ni pretendo compararla, ni nada, sí que beben del mismo pozo, de esa manera de pensar y entender el cine.
Otro aspecto que destaca en tu película es el efecto que tiene la tecnología actual en el desarrollo de relaciones amorosas. Herramientas como Facebook pueden ser tan útiles como dañinas. Creo que existen cosas que es mejor enterarse por boca de la pareja que por fotos en su muro. En ocasiones se crea cierto rencor, envidia o celos a partir de casi nada, de un comment o de un Like.
Sí, un poco de eso también se puede ver de alguna manera en el proyecto que ella hace, que está muy sutilmente en la película, que es el uso de imágenes de cámaras de seguridad: la idea de la cámara que te espía, pero que tú también espías al otro. Se convierte en una mirada muy voyerística. La típica idea del panóptico de repente ya no es un centro que mira a todos, sino es todos mirándonos a todos.
Creo que estas nuevas tecnologías no son necesariamente dañinas, sino que depende de cómo las utilices. Por ejemplo existen estos sitios de citas, para viudos o divorciados, gente de una cierta edad a los que no les va apetecer irse a una discoteca a ligar. O para gente joven también, que tiene otro tipo de preocupaciones, y le cuesta conectar con gente nueva, pues esa es una muy buena manera para conectar y encontrar pareja. Así muchísimas parejas acaban construyendo una vida junta gracias a haberse encontrado a través de internet. No creo que haga falta juzgarlo como bueno o malo, sino que hay que pensar qué es lo que se pierde y que se gana al usar estas tecnologías
Sobre eso de ganar y perder, recuerdo la escena de cibersexo que tienen Alex y Sergi. Al inicio de la sesión, él deja claro que no puede hacerlo, que le parece raro, pero luego lo intenta. Y ella siente que ha provocado algo que deseaba romántico, sensual, íntimo, pero luego se da cuenta que no resultó tan así.
Sí, es muy curioso, porque a veces lo deseas pero luego no siempre te puedes meter en el estado de ánimo necesario, es complicado. A veces entre lo que quieres y lo que consigues hay una distancia.
Lo más gracioso es que en la película no pudimos utilizar Skype, porque cuando le presentamos el guion a Skype nos dijeron: «No, no, escenas de sexo, ¡eso no podemos permitirlo!»… como si nadie utilizara el Skype para follar (risas). Y bueno, si ellos quieren quedarse pensando que nadie lo usa para cibersexo, pues que sigan pensando eso.
Así que tuvimos que usar un software similar a Skype, pero que fue hecho a medida para nuestra película.
En los créditos finales se ven los logos de otras grandes empresas tecnológicas, como Facebook y Google, herramientas que participan en la película. ¿Cómo fue el trabajo con ellos?
Sucede que estas empresas tienen un formulario automático estándar para estos casos. Te dicen, rellénalo y tienes permiso para usar nuestro servicio en tu película. Ese fue el contacto que tuvimos con Facebook. En el caso de Google, sí estuvimos hablando con ellos directamente, sobre todo para las escenas en que usamos Google Maps.
Es importante saberlo pues estos servicios online se convierten en un personaje más de la película. Buena parte de la historia se cuenta a través de Skype o a través de imágenes de Google Maps.
Sí, era muy importante para nosotros que las diferentes herramientas que se utilizan para salvar estas distancias estuviesen presentes en la película. Vamos, no queríamos hacer un fetichismo de la tecnología. Más bien el punto de partida que más nos interesaba era la comunicación con pantallas y cámaras, que es algo que cambia el paradigma de la manera de relacionarnos.
A veces pienso, cómo se verá esta película dentro de 30 años. Para entonces seguro hablaremos con webcams de una calidad superior a la Epic, por decir algo, en altísima calidad. Pero durante muchos años seguiremos viendo que la cámara y la pantalla serán el eje central, algo que te graba y algo que te muestra, que son las herramientas del cine. Por eso también nos centramos en esos elementos, porque son visualmente, cinematográficamente, lo más interesante.
Cuéntanos un poco sobre la producción, que es más bien austera: solo dos actores, en dos locaciones, interiores
Bueno, en realidad esa no fue la idea original. Lo que pasa es que luego, trabajando el guion, nos dimos cuenta que todas las subtramas y todos los exteriores que teníamos en la película pues no nos hacían falta, y que podíamos explicar la misma historia solo con los dos personajes principales y los dos interiores. Y vimos que así la película podía tener mucha más fuerza.
Y esto además me permitía concentrarme mucho más en lo que era importante: la interpretación, y el encontrar la justicia de esos planos que eran realmente necesarios, no externos.
Grabamos en dos pisos [departamentos] en Barcelona. En uno estábamos un equipo pequeño, de 20 personas, con la cámara Red Epic. Y en el otro set estaba el actor o la actriz, con un asistente de dirección y un sonidista. Entonces, estábamos realmente grabando las conversaciones online en directo, porque para mi era muy importante que ese contacto entre los actores fuera directo, que no estuviesen actuando uno frente al video grabado del otro, sino que hubiese esa interacción real.
Creo que de alguna manera esa distancia física entre los actores también se notó en el rodaje, porque era muy frustrante para ellos. Se sentían muy solos cuando les decía “¡Corten!”, les daba indicaciones por la videoconferencia, y en ese rato ellos no podían ponerse a jugar cartas o conversar, no tenían esa intimidad típica de los rodajes.
Por esto, fue muy importante para crear la intimidad entre ellos dos las dos semanas previas de ensayo, y también la primera escena en que ellos sí están juntos. Buscamos que se notase esos siete años que ellos viven juntos antes de separarse.
¿Cómo fue el proceso de casting? ¿Cómo llegaste a David y Natalia?
A David Verdaguer lo encontramos viendo un video de YouTube de otro actor. Ambos estaban haciendo una imitación de dos cómicos españoles, Faemino y Cansado, ahí me llamó la atención David, su sentido del humor, la presencia que tenía. Me hizo mucha gracia. Entonces, cuando lo propuse, todos me dijeron que aquí en Cataluña él era conocido más como actor de comedia física, y no se le había visto en cine. Pero le hicimos el casting y nos alucinó a todos, nos dejó boquiabiertos. Fue una maravilla descubrirlo.
Y con Natalia Tena fue un poco de rebote. Teníamos asegurada otra actriz, pero un rodaje previo que tenía comprometido se le retrasó y coincidió con el nuestro. Así que tuvimos que buscarle rápidamente un reemplazo. Entonces, una de mis productoras, una amiga española que trabaja en Los Angeles, vio que Natalia Tena quien salía en Games of Thrones era española también. Me la propuso, y viendo sus trabajos y a ella como persona, pensé que sí, que la productora había tenido muy buen ojo y que podíamos tener una buena protagonista en ella.
Decidimos juntarnos entonces, los tres, para ver si había química entre ellos dos. Yo les decía siempre que si no había química, no hacíamos la película. Nos juntamos entonces en el piso de ella en Londres, ¡y a los cinco minutos ya eran mejores amigos! Tuvimos mucha suerte de encontrarlos. En ese momento me dije: la película podrá funcionar o no, será mejor o peor, pero ya tenemos película al menos.
¿Cómo fueron los tiempos del desarrollo del proyecto?
Pues fueron cuatro años y medio de trabajo con el guion (risas). Luego, fueron cinco semanas de preproducción y rodamos en 20 días. Luego, a montar como locos desde setiembre hasta diciembre del 2013, que era el deadline del South by Southwest – SXSW 2014.
10.000 Km es tu primer largo de ficción…
Sí, porque ya he dirigido antes un largo documental, De Pizarros y Atahualpas. De hecho, lo puedes encontrar en Polvos Azules (risas).
Fue gracioso, la última vez que estuve en Lima fui a Polvos y encontré mi película. Dije, ¡coño, que hace esto aquí! Hasta le habían hecho una portada al DVD.
Sobre el documental, lo hice cuando era bastante joven. Cuando tenía 21 años gané una beca y viajé a Lima con la idea para hacer un documental sobre la herencia del colonialismo en el Perú, un tema que siempre me ha interesado mucho. Durante ese tiempo también conocí gente de la comunidad documental de Lima, a José Balado, a Mauricio Godoy, que es como un hermano mío, a Fabiola Sialer, a Javier Becerra, entre otros amigos.
Entonces has establecido relaciones con varios cineastas peruanos.
Sí, además tengo un amigo que estudió conmigo en Los Angeles, es Julio Ramos. Trabajé en dos cortos suyos, como técnico en iluminación en “¡Una carrerita, Doctor!”, y como editor en “Detrás del espejo”.
¿Te dedicas a tiempo completo al cine?
Sí, mi trabajo principal es como montador. Empecé a trabajar en la televisión en España a los 18 años, hacía varias cosas pero principalmente en montaje. Luego, cuando vine a EE.UU. también pude trabajar como montador en una película, It Felt like Love, que le fue muy bien, estuvo en Sundance, en Rotterdam.
Sí, pudimos ver esa película el año pasado en el Festival de Valdivia. Fue de mis favoritas.
Esperamos que tu película pueda verse pronto en Lima, ya sea en algún festival o en Polvos :) Muchas gracias por tu tiempo Carlos.
Sí, tengo ganas de volver a Lima, ojala se pueda. Un gusto conversar contigo.
Entrevista realizada por Laslo Rojas, en mayo del 2014, via Skype.
Deja una respuesta