El fantástico mundo de Juan Orol (2012), ópera prima de Sebastián Del Amo, recreó ampliamente la vida del llamado «peor cineasta mexicano» por los filmes estrambóticos que dirigió, produjo, escribió y actuó por más de medio siglo.
En Cantinflas muestra en parte el mismo recorrido. Aborda los primeros 25 años de carrera del mayor símbolo del cine de su país y América Latina, entre sus modestos inicios en los años 30 y su exitoso pero fugaz paso por Hollywood. Ahí ganó el Globo de Oro al Mejor Actor por la superproducción La vuelta al mundo en 80 días (1956), que además obtuvo 5 Oscar, incluido el de Mejor Película.
La realización de dicho proyecto, que Cantinflas coprotagonizaría con David Niven, compartiendo el cartel con otras grandes estrellas como Frank Sinatra y Marlene Dietrich, es así el norte del relato, por medio de la ambición de su productor recién llegado al cine Michael Todd –quien falleciera en un accidente aéreo en 1958–, y su proceso va en paralelo al desarrollo profesional y deterioro conyugal de Cantinflas, hasta que ambas líneas se cruzan.
El otro lado, agridulce y misterioso, del divo, cuyos efectos siguen dos décadas después de su muerte, es bastante conocido. El autor lo evita, solo sugiere la íntima escisión que perseguía a Mario Moreno, distante de su célebre personaje y absorbido por él, y más bien subraya su influencia gremial en el cine azteca.
La cinta, que representa a México en la competencia del Oscar Extranjero 2015, es entonces el tibio vistazo de un heredero a una trayectoria compleja, el digerible biopic de cierta corrección formal que es erigido cual busto por la cinematografía que ayudó a construir. Es el guiño del vecino histórico, compartiendo sueños y victorias con el visionario Todd que llegaba de Broadway a hacer una película grande, la localía del relato con Los Angeles, las apariciones fugaces de las estrellas de ambos países y los roces con sus productores veteranos, entre apastelados colores de un amable glamour. Y es México vivando a México.
La composición del actor español Óscar Jaenada es asombrosa. A la coincidencia física agregó voz, fraseo, actitud, gravedad. No es imitación, es la apropiación de un carácter, producto de una exploración minuciosa y obsesiva que lo llevó hasta los barrios donde andaba Cantinflas. Su impacto y aporte pudieron crecer si Del Amo hubiera querido más complejidad.
(Nota: Esta es una versión ligeramente modificada del texto publicado en la edición del 2 de noviembre del Diario El Peruano.)
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