Interestelar relativiza paternidades, orígenes, permanencias, transcursos. Les desnaturaliza o vacía en espacio, tiempo, premisas, conclusiones, liderazgos.
Un patriarca centenario, por el auge de la ciencia, vive menos años y luce más joven que sus descendientes; y otro guía que premeditadamente manipula la energía de su entorno ocasiona reacciones que trascienden la materia. Los padres terminan siendo hijos de sus hijos. Es decir, la cronología se invierte, como en Memento (2000), una de las primeras películas del autor.
En el guión compartido con su hermano Jonathan –como es habitual precisamente desde Memento–, Christopher Nolan teje las bases del lazo de Cooper, ex astronauta de la NASA limitado a la agricultura, y su hija Murph, para sostener 169 minutos hurgando instintos de supervivencia, talentos precoces y datos perdidos, en busca de la salvación individual y de la especie. La intensidad de los diálogos, la presencia «fantasmal», el peso de objetos como relojes y miniaturas de naves, la cercanía de la biblioteca–puente y la afinidad vocacional heredada cobrarán sentido después.
La trama empieza en un futuro indeterminado en que una NASA clandestina busca opciones para abandonar el planeta, finalmente colapsado en sus recursos aunque aún no al borde de la destrucción, pero rumbo a lo que Charlton Heston descubriría en el final de El planeta de los simios. El rigor de la asesoría científica permite a Nolan manejar con destreza cierta información especializada.
Tal como sucedía en 2001, odisea del espacio o Gravity, la tecnología es a la vez maldición y milagro, un instrumento humano para transformar el mundo, pero sobre todo a sí mismo, su naturaleza esencial. Entre toda la parafernalia maquinal y teórica, la preocupación principal del relato es construir personajes y relaciones creíbles, por ello los primeros entes con que Cooper alterna tras su detención es el robot TARS y la doctora Brand, dos de sus posteriores acompañantes de odisea.
El director de fotografía sueco Hoyte van Hoytema (Déjame entrar, Her, El topo, The Fighter), con quien Nolan trabaja por primera vez, dibuja sólidas imágenes que diluyen la figura humana en planos generales cenitales, primeros planos naturales o cubiertos de escafandra, y universos paralelos donde el cuerpo flota y conecta con otras dimensiones, en clave morse incluso. Y eso marca que Interestelar es una cinta de numerosas soledades, hondas e insalvables. Todas sus criaturas sufren muchas dificultades para gozar por un tiempo prolongado o duradero la compañía de seres queridos y/o colegas, pese a lograr grandes objetivos y victorias profesionales y existenciales. Es decir, ni siquiera ser un héroe permite vivir en familia ni en el mundo al que se pertenecía. Y en esos casos, entonces, la humanidad para seguir existiendo debe refugiarse en extramuros, como sobrevivientes de otra cultura.
Matthew McConaughey, ya fortalecido luego de lucirse en Dallas Buyers Club y ganar el Oscar, lidera la acción y podría volver a obtener premios. Michael Caine, Anne Hathaway, Jessica Chastain y Mackenzie Foy hacen también memorables roles, al lado de los fugaces Matt Damon y Casey Affleck. Nolan consigue así una de sus mayores obras, más centrada que Inception y reeditando lo mejor de la complejidad de The Dark Knight.
(Nota: Esta es una versión ampliada del texto publicado originalmente en la edición del 9 de noviembre del Diario El Peruano.)
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