2014: El año de la ruptura y la transición. El año de la espera.
El año donde el cine europeo dejó de ser sinónimo de interés (al menos para mí). El año que vimos poco cine asiático (casi siempre, dramas tan sencillos y pequeños, solo para nostálgicos cinéfilos medio engrupidos). En que lo latino fue sinónimo del Sur, y lo español -de España- casi dejó de existir en nuestra cartelera.
El año de la experimentación que triunfa (a veces por puntos, es verdad).
El año en que lo hipster empieza a caer pesado (aún cuando sus realizadores sean talentosos).
Norteamérica sigue dominando, hay que ser honestos (aunque algunos se retuerzan de rabia, también). El mejor cine, independiente y comercial, sigue viniendo de allí. La capacidad de contar historias, de emocionar, conmocionar y envolver, sigue siendo su sello.
Lo usual: seguimos teniendo una cartelera anémica, fragmentada, partida, a veces indigna (la de toda la vida).
En fin; de entre todo lo que pudimos ver, hubo un puñado de filmes muy interesantes: Her (la odié la primera vez que la vi, pero después terminé reconociendo que Spike Jonze, así sea un manipulador, sabe su negocio); Polvo de estrellas (David Cronenberg nunca defrauda); 12 años de esclavitud (un drama muy fuerte del maestro Steve McQueen); Gran Hotel Budapest (el hipsterismo de Wes Anderson me carga, no así sus personajes entre tiernos y patéticos); El planeta de los simios: Confrontación (pudo haber sido una gran película, pero no es cualquier cosa, blockbuster de gran factura); X-Men: Days of the Future Past (Bryan Singer siempre sabe cómo sorprenderte con los mutantes); El club de los desahuciados (ver actuar a Mathew McConaughey y Jared Leto pagó con creces la entrada).
Aquí mi top tep de estrenos comerciales en Perú este 2014:
- Guardianes de la Galaxia. Gozosa, divertida, pródiga en piel y de efectos de artificio. No se toma en serio y ahí radica su mejor carta para conectar con el espectador, que lo recibe con una sonrisa y, por momentos, la vive. Difícil olvidar a sus personajes, a su banda sonora y, claro, a Groot (y Baby Groot). La mejor película de superhéroes del año.
- Escándalo americano (American Hustle). Pantalones acampanados, gansters de poca monta, música disco. La película golpea con pura masculinidad. Aunque, detrás de todo ese filtro vintage, hay una película sudada, de testosterona, de panzas cheleras como las de Christian Bale, de harto fracaso y desolación.
- Balada del hombre común (Inside Llewyn Davis). Hablando de fracaso, esta debería ser llamada La Canción del Perdedor. Los hermanos Coen achuntan con un drama bien íntimo, tan íntimo que solo precisa de Oscar Isaac, un cantante de country al borde de la bancarrota, la vulgaridad de un John Goodman espectacular, los ojos de Carey Mulligan, el frío, las carreteras y un gato, tan silencioso como esta melancólica y desesperanzada película.
- Jersey Boys. Algunos no le dieron bola a esta película. Craso error. A Clint Eastwood nunca hay que dejarlo de lado. Música de The Four Seasons, la historia de chicos que en los años cincuenta solo puede escoger entre el espectáculo o la delincuencia (y al final aparecen ligados a ambos, sin remedio), el clásico estilo de Clint y unas cuantas lecciones de cine que dejarían pulverizado a tanto pouser que se jura modernillo en estos tiempos.
- Primicia mortal (Nightcrawler). Una sopresa mayúscula que trajo la Navidad. Una bendición casi, entre tanta historia de amor nerd y disfuncional. Jake Gyllenhaal es un cínico, ladrón de poca monta, que llamado por el toque de la globalización y el emprendedurismo, decide entrarle al mundo morboso de la prensa sensacionalista y las noticias sangrientas para proveer a una directora de noticias ávida de carne para buitres (espectacular Rene Russo). Si eres periodistas o afines, te vas a ver reflejado. Si no lo eres, la pensarás dos veces cuando veas a la TV metiéndote sesos por montones, en prime time.
- Relatos salvajes. Argentina en el mejor y el peor sentido. Estas son historias locales filmadas a lo Hollywood, retorcidas pero al mismo cotidianas. Que pasan con frecuencia en nuestros países, empaquetadas con locura e intensidad, casi como esperpentos que nos reflejan. A veces, el amor es como el último capítulo de esta película. A veces, tu vida puede ser como la de Darín en #LiberenABombita.
- Perdida (Gone Girl). David Fincher es el hombre del drama, del suspenso en la actualidad. Rosamund Pike parece una linda chica. Inocente, dulce y, para el resto, una chica íntegra, sufrida por culpa de un Ben Affleck pendenciero, eso dicen. Ok, Ben es algo sinuoso y coqueto, pero criminal no es. Pero Rosamund es vengativa. Planea con frialdad y cálculo una lección de muerte (y de cárcel) para su marido. Rosamund es esa bitch que anida en tantas personas. Detrás de ese angelito digno e incapaz de dar explicaciones anida un monstruo despreciable. Aléjense de las Rosamund del mundo.
- El lobo de Wall Street. Marty Scorsese es envidiable, entre otras cosas porque filma como nadie. No se anda con disfuerzos a la hora de poner la cámara ni se da de intelectual iluminado cuando transgrede. Lo suyo es cine, que nace del talento, la concha, una vida dedicada a esto. Acá recarga las tintas contra los buitres financieros de Wall Street (Leo DiCaprio, ¿cuándo te darán el Oscar?) y lo convierte en un gozada grotesca, chirriante, abrumadora. Un loco calato, literalmente. El cineasta más joven y vital en Hollywood, irónicamente, es Marty.
- Interestelar. Como siempre, Chris Nolan polariza, pero hay cosas que no se pueden negar. Este largometraje espacial, enorme, intenso, experimental y al mismo tiempo arriesgado, que trata de alcanzar lo que no somos capaces de alcanzar, conecta con nosotros, con nuestras dudas y ante nuestra búsqueda de algo mayor en medio de la inmensidad del Cosmos. Enójate mucho contra la muerte de la luz, pero reconócele a Nolan haberte metido en esta nave cinematográfica de casi tres horas que aún sigue dándote vueltas en la cabeza. Esas son las películas que vas a recordar siempre. S.T.A.Y.
- Boyhood. 12 años para filmarse, un proyecto personal de Richard Linklater con amigos que nos da a una soberbia lección. Boyhood capta el deterioro natural de sus protagonistas, sin maquillajes ni artilugios. Las verdades aquí se dicen distraidamente y afloran en momentos de epifanía. Lo más revelador (fuera de lo minimalista) es esa noción de incierta conciencia de lo que viene no será nada agradable ¿Alguien cree que al pequeño que pasa a ser un adolescente le va a ir bien en esa vida? Boyhood te demuestra que estás fragmentado y te irá mal de todas maneras, así que acostúmbrate. Pulveriza tu arrogancia: el resto de la gente, tus padres, tu hermana, tu ex no son perfectos, quizás ni sean buenos, pero tú tampoco lo eres. A veces hasta eres peor. El tiempo lo destruye todo (de ti también depende). Monumental lección existencial (y de cine).
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