Es imposible no equivocarse sacando una película cada año. Por cada «Vicky Cristina Barcelona», «Medianoche en París» o «Blue Jasmine», Woody Allen nos trae un «Scooped», «De Roma con Amor» o, lamentablemente para esta reseña, una Magia a la Luz de la Luna. No me tomen a mal, la más reciente producción del prolífico director no es necesariamente una mala cinta. Tiene varias escenas brillantes y un par de actuaciones sólidas, pero en general se siente como uno de sus esfuerzos más flojos, un filme que nunca llega a sobresalir demasiado y que, a pesar de divertirme, no contiene nada particularmente especial.
«Magia a la Luz de la Luna» se desarrolla en la Francia de los años 20, durante la época dorada del jazz. El hechicero chino Wei Ling Soo es uno de los magos más populares de su época, pero poca gente sabe que no existe en realidad, pues tras el disfraz del famoso mago se encuentra Stanley Crawford (Colin Firth), un hombre gruñón y en general amargado. Su amigo de toda la vida, Howard Burkan (Simon McBurney) lo convence para que vayan a la mansión de la familia Catledge: Grace (Jacki Weaver), es la matriarca, y Hamish Linklater (Brice) y Erica Leerhsen (Caroline), interpretan a los hijos de ésta. Stanley se presenta allí haciéndose pasar por un hombre de negocios llamado Stanley Taplinger con el objetivo de desenmascarar a la joven vidente Sophie Baker (Emma Stone), quien se aloja en la mansión con su madre (Marcia Gay Harden). Pero mientras Stanley va conociendo más a la chica, más se va convenciendo de que está diciendo la verdad, lo cual comenzará a cambiar la manera en que el viejo mago trata a los demás y vive la vida.
El comienzo de la película no me dio muchas esperanzas. A pesar de que Allen es conocido por sus inteligentes y divertidos diálogos, las primeras escenas de «Magia a la Luz de la Luna» están llenas de diálogos expositivos y caracterizaciones exageradas, lo cual me llamó bastante la atención. Felizmente, la cinta va mejorando, y una vez que nuestro protagonista llega a la mansión en el campo y conoce a Sophie, el filme agarra un mejor ritmo y el diálogo se vuelve más típico de Allen: lleno de contenido filosófico y psicológico, divertido, y menos preocupado por presentarnos la trama. Quizás las conversaciones no sean igual de memorables que lo visto en clásicos como Manhattan o Annie Hall, pero «Magia a la luz de la Luna» no carece de sus pequeños placeres; un hilarante intento de rezar por parte de Stanley me resultó particularmente brillante.
Las actuaciones son variadas. Colin Firth comienza la película sobreactuando, pero poco a poco va mejorando mientras interactúa con otros personajes y se envuelve más en la historia. Su Stanley es un personaje odioso, creído e increíblemente cínico, pero Firth le inyecta suficientemente honestidad y humor como para que uno no termine el filme con ganas de matarlo. Como Sophie, Emma Stone hace un buen trabajo. Se ve muy bien en los vestuarios de la época, y logra darle un toque humorístico muy palpable a las escenas en donde se pone a “hablar con los espíritus”. Por momentos su manera de hablar me resultó muy “moderna”, pero no fue nada que me fastidiase demasiado.
Las actuaciones secundarias de Simon McBurney, Marcia Gay Harden, Eileen Atkins y Jacki Weaver son buenas, pero la película le pertenece a Firth y Stone, quienes, para mi sorpresa, tienen bastante química. Sin embargo, la única actuación que no me gustó fue la de Hamish Linklater; quizás se deba a la manera estereotipada y bidimensional en que su personaje está escrito, o a que exagera cada vez que puede, pero su Brice Catledge no me resultó interesante en lo absoluto.
A nivel técnico, la cinta es realmente hermosa. Allen y su director de fotografía, Darius Khondji, aprovechan al máximo las bellísimas vistas de la Francia rural, dándole un aire de elegancia y nostalgia impresionante a la película. El diseño de vestuario es creíble, y el uso de los colores, especialmente los marrones y los amarillos, hacen que el filme tenga un look muy particular y agradable. Como siempre, el uso de la música por parte de Allen es magnífico. La cinta está llena de canciones de Jazz estilo big band, las cuales funcionan a la perfección en el contexto de la historia, y hacen que uno realmente se sienta en los años 20.
En lo que se refiere a la historia y a los personajes, el arco por el que pasa el personaje de Firth, lamentablemente, no me pareció particularmente creíble. No quiero malograrles la trama a mis lectores; lo único que diré es que Stanley sufre un cambio realmente súbito, y hace que el personaje se vuelva menos interesante y más forzado. Felizmente dicho cambio no dura demasiado, lo cual resulta en un final para la película que, al menos a mi parecer, funciona bastante bien. A algunos no les gustará que, durante el tercer acto, Magia a la luz de la luna se vuelva más “romántica”, pero a mí no me fastidió demasiado. (Eso sí, debo admitir que no pude evitar sentirme ligeramente incómodo con el romance entre Firth, de 56 años, y Stone, de 26).
«Magia a la Luz de la Luna» es uno de los esfuerzos más regularones de Allen. No es particularmente mala; visualmente es esplendorosa, la historia es suficientemente interesante, y la mayoría de actuaciones son correctas, pero a la vez contiene pasajes bastante flojos, un comienzo que demoró en atraparme, y escenas en donde el diálogo no funciona. En pocas palabras, y a pesar de su título, no siento que la película tuviese suficiente “magia”. Con suerte, este año Allen se inspirará y nos presentará con un filme un poco más memorable.
Deja una respuesta