Tengo la sospecha de que el terror y la comedia son géneros hermanos, y que su efectividad es fácilmente medible. Si te ríes, se trata de una buena comedia. Si te asustas, es una buena película de terror. Hace una semana está en cartelera La entidad, primer largometraje peruano de terror 3D, y yo no puedo decir que la película me haya asustado, aunque es probable que eso hable más de mí que de la película: hubo gente en la sala que se inquietó en algunos momentos, y uno se da cuenta porque cuando termina la escena ríen un poco en volumen alto, para que los demás sepamos que en el fondo están divirtiéndose. Sobre muchachos visitando cementerios de noche, corriendo por sus vidas mientras graban todo en sus cámaras, seguimos a la espera de una película definitiva.
Algo que se me ocurrió viendo este filme: esto era, pues, el siglo XXI. El terror consiste en que los protagonistas ven, en el monitor de una computadora, cómo unos chicos desconocidos miran un video de asesinatos y se asustan. O sea, vemos a alguien que está viendo a personas ver. Vivimos en una época visual. Sucede que la premisa del filme, premisa que no se desarrolla, relaciona los llamados “videos de reacción” (que muestran a personas observando videos impactantes) con una oscura maldición inca. En “La entidad” los muchachos están siempre registrando aquello que les sucede (nadie se toma fotos, todos graban en video) y pueden ordenar “grábalo todo” sin motivación alguna, solo porque la historia lo necesita.
Alguien podría argumentar que aquello que a mí me parecen limitaciones son características de este nuevo género denominado found footage (falsos documentales armados con retazos de video que registran un hecho monstruoso) pero en tal caso yo diría que el campo está libre para una película peruana que trascienda el género. En buena cuenta, eso es lo que todas las grandes películas de género hacen. Yo no siento que eso suceda aquí. En “La entidad” las personas corren de un monstruo que va a partirlos en dos agarrando en primer lugar su cámara, que siempre está grabando y siempre tiene las baterías cargadas. Hay, incluso, el momento obligatorio en que uno de los aterrados protagonistas toma la cámara y le habla directamente, costumbre que todos los jóvenes a punto de morir han adoptado desde que vieron “El proyecto de la bruja de Blair”. Los cortes siempre tienen sonido. Estar poseído es tener negra la esclerótica.
Por otro lado, alguien podría argumentar que no hay razón expresiva para que “La entidad” sea vista en formato 3D, y yo creo que tendría razón: el director muestra un buen sentido del encuadre pero no aprovecha la profundidad ganada para crear suspenso. El efecto tridimensional no se luce cuando se enfocan grandes áreas oscuras, y yo sospecho que esa es una de las razones por las cuales no abundan las películas de terror en 3D.
De hecho, una película en 3D será siempre una película un tanto oscura –pues vemos dos imágenes superpuestas a través de gafas polarizadas– y si la proyección es mala será más oscura. Sé reconocer una proyección mala, que es lo que Cineplanet Primavera hizo con la primera película de terror peruana en 3D el lunes 26 de enero (sobre mi sospecha de que la película se proyecta, además, con el encuadre recortado arriba y abajo no diré nada). No es fácil producir y exhibir una película como “La entidad”.
La apuesta técnica de los productores, pues, resulta muy clara, y yo encuentro preferible saludar este esfuerzo antes que detenerme en las incomodidades oculares que significó ver esta película en formato 3D. De cualquier manera, los momentos “tridimensionales” que a mí más me gustaron fueron aquellos en los que el efecto ni siquiera busca ser dramático: el rostro de un chico o de una chica dentro de un carro y en primer plano, la nariz sobresaliente. El cine empezó como una atracción de feria, y creo que el 3D nos lo recuerda.
Creo, también, que una película de cámara en mano y movimientos frenéticos no amerita ser filmada en 3D.
Películas que hubieran aprovechado estupendamente el formato 3D: “El resplandor”, “El arca rusa”.
Lo dicho hasta ahora es, sin embargo, la percepción de un tipo que tiene cerca de treinta años viendo películas de terror (“El conjuro” es la última gran película de terror que he visto en el cine, por cierto). Pero debemos recordar que “La entidad” es un filme adolescente. Es una estrategia comercial apropiada, si observamos que el grueso del público que va al cine a ver terror es, precisamente, juvenil: el casting tiene una cualidad adolescente, todos los rostros son nuevos para el cine peruano (son “rostros cotidianos”, si cabe usar el término) y sus actuaciones y su manera de hablar muestran una frescura muy rara en nuestro cine. Creo que “La entidad” captura bien cierto histrionismo, cierta necedad adolescente. “Parece película chilena” escuché decir a alguien a la salida.
Es claro que hay en “La entidad” un buen sentido del casting y de la dirección de actores. Es claro, también, que el director tiene la mira puesta en la naturalidad (aunque, me parece, todas las actuaciones fallan en los momentos en que debe mostrarse miedo o, lo más difícil para un actor, llorar). Pero quisiera añadir algo con respecto a la naturalidad: esta no crea drama por sí misma. Hay un momento en esta película en que dos chicos observan a una pareja de amigos desde el interior de un carro, y uno le dice al otro “¿Te has dado cuenta de que Carla es más alta que Joshua?”. Me parece que es exactamente la clase de comentario que le haría un adolescente a otro dentro de un automóvil: creo que el guion muestra buen oído para el diálogo, y que en general la manera de vestirse y de comportarse de estos chicos funciona estupendamente en la pantalla de cine.
Pero ver durante 90 minutos a un grupo de muchachos decir convincentemente “puta”, “huevón” y “mierda” no logra mayor efecto. En el cine, y en el arte, la naturalidad no es un valor per se. Estos chicos podrían haber estado hablando durante todo el filme en castellano del siglo XVIII pero, con un guion que hubiera deseado extraer de ellos alguna verdad, habrían afectado intensamente al espectador. Cosa que, pienso, no sucede aquí. El buen cine está relacionado siempre con la verdad.
El guion de Sandro Ventura –que fue delineado por el director Eduardo Schuldt– no se permite mayores honduras: de hecho, resulta interesante constatar cómo en el universo de este filme los chicos presencian asesinatos, ponen en riesgo sus vidas o son asesinados en sus propios dormitorios y ninguno de ellos parece tener padres. Los misterios que aparecen –una voz diabólica sonando al fondo de una grabación de video, por ejemplo– son resueltos fácilmente, pues la historia debe avanzar. Por momentos, el carácter adolescente y despreocupado de “La entidad” me hizo pensar en una serie de Nickelodeon llamada “Le temes a la oscuridad”. Serie que me gustaba, por cierto.
Resulta claro, pues, que estamos ante un producto que aspira al “entretenimiento”. Pero, salvo un par de detalles sorpresivos relacionados con el final y algún juego con la estructura, “La entidad” es un producto de entretenimiento predecible. Al igual que con “Secreto Matusita”, la película no trasciende los muchos clichés que agobian al género que llamamos found footage.
Veo un asunto adicional, y es que esta película transgrede –y yo creo que hace mal– una regla implícita de los filmes de monstruos: no hay que mostrar demasiado a la criatura. Lo que no se ve asusta más, como sabemos. De hecho, en algún momento el monstruo de esta película aparecerá en primer plano con toda la evidencia de su origen digital: a mí me resultó imposible asustarme con una criatura que, pese a su calidad técnica, es claramente resultado de un programa de animación.
Mi sensación es que al director Eduardo Schuldt –quien incursiona en el cine de actores luego de películas de animación como “Piratas en el Callao” y “Los ilusionautas”– le ganó el amor por su trabajo de animación. El suyo es un buen trabajo, pero aquí distrae. Observo también en el director de “La entidad” cierto deseo de espectacularidad, que funcionará mejor cuando las condiciones técnicas se lo permitan, y cuando añada a su fórmula el deseo de originalidad. He escuchado en alguna entrevista que Schuldt menciona “El exorcista” como una influencia personal, y yo me pregunto cuántos efectos digitales hay en esa gran película que, cuarenta años después, asusta.
Hechos los balances, me queda la idea de que en lo técnico “La entidad” muestra un juego arriesgado –el trabajo de fotografía y de sonido es estupendo, y reitero que esta es una película 3D peruana– pero en lo dramático juega a lo seguro. El guion, sin embargo, deja espacio para una secuela, lo cual sería muy simpático de ver: los chicos maduran, y el cine de terror está de moda en el Perú.
P.D.: Cadenas como Cineplanet suelen proyectar sus filmes con baja intensidad de luz: las imágenes lucen opacas, desfallecientes. Se escribe muy poco sobre la mala calidad de las proyecciones de cine en el Perú, y no solo con respecto a esta cadena. Rescato una anécdota referida por Bruno Alvarado (creador de “Los cinéfilos”) en una entrevista para la revista Velaverde: “Cuando estrenaron ‘Paraíso’, el director de foto Mario Bassino se fue a todos los Cineplanet y en ninguno proyectaban la película tal y como había sido filmada”.
Para la mayoría de personas esto no importa, en parte porque no se les ocurre que la película podría lucir mejor. Las diferencias, sin embargo, son claras viendo una película en el cine y luego en un televisor HD conectado a un Bluray. La saturación y el contraste pueden ser espléndidos en una proyección digital, y yo mismo he disfrutado de esta forma varias películas en Cineplanet Alcázar. Lo de las proyecciones deficientes es motivo de queja de cinéfilos y cineastas en todo el mundo, por cierto.
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