El protagonista de «El Código Enigma», Alan Turing (interpretado por el magnífico Benedict Cumberbatch), es un personaje extremadamente interesante pues a través de su experiencia de vida recordamos muchas de las cosas que estuvieron (y en muchas partes, siguen estando) mal con nuestra sociedad. O bueno, al menos con la sociedad occidental, una sociedad en donde lo diferente, lo “raro” es marginalizado y atacado. En el caso de la película, me refiero tanto al personaje en sí como a su forma de pensar, sus ideas y, más importante, su máxima invención. Son este tipo de temas, tratados con sutileza y elegancia, lo que hacen que El Código Enigma, a pesar de ser imperfecta, sea tan efectiva.
Alan Turing fue un excéntrico matemático que, durante la Segunda Guerra Mundial, ayudó a resolver “Enigma” —una máquina alemana que codificaba mensajes nazis. Se trata de un logro de consecuencias realmente increíbles —fue gracias a esto que incontables vidas se salvaron y muchas batallas pudieron ser ganadas. Para esto, Turing recibió la ayuda de una serie de colegas: el arrogante y pomposo Hugh Alexander (Matthew Goode), Joan Clarke (Keira Knightley), John Cairncross (Allen Leach) y Peter Hilton (Matthew Beard). El resto del equipo, quizás a excepción de Clarke, tenía la idea de resolver el código de manera “tradicional”, pero Turing tenía otra idea: construir una máquina para derrotar a otra máquina, un aparato que eventualmente se convertiría en el precursor de las computadoras que tanto usamos hoy.
Este pequeño equipo de expertos trabajaba bajo las órdenes de dos personas: un comandante militar llamado Denniston (Charles Dance, de «Juego de Tronos» y Dracula Untold) y un hombre de la M16, Stewart Menzies (Mark Strong). Pero Turing tenía un secreto: era homosexual, cosa que tenía que esconder porque 1) en esa época era ilegal, y 2) Denniston no creía en su proyecto, y estaba buscando cualquier excusa para despedirlo.
Cabe mencionar que la película es un gran flashback; el “presente” transcurre en 1952, en donde Turing ha sido arrestado por indecencia pública y está siendo interrogado por un policía (Rory Kinnear). También hay flashbacks más antiguos que retroceden hasta la década de 1920 cuando Turing (ahora interpretado por Alex Lawther) descubría su sexualidad en el colegio y se enamoraba de otro chico.
Si hay una razón por la cual es necesario ver esta película, es la actuación de Benedict Cumberbatch. El reconocido actor se mete en el personaje, interpretándolo de manera suficientemente nerviosa y excéntrica, pero sin exagerar demasiado para no convertirlo en una caricatura. No es el protagonista más simpático de la historia del cine. No es muy bueno socializando con otras personas, no tiene un sentido del humor particularmente desarrollado, y en muchas instancias es extremadamente arrogante. Pero a la vez Cumberbatch logra darle suficiente humanidad como para hacer que uno se pueda identificar con él. Todo está en los manerismos, en la manera en que mira a los otros actores, en cómo se relaciona con el personaje de Keira Knightley, y en cómo vemos a su personaje tanto en el pasado como en el “presente”. Es en la actuación de Cumberbatch que vemos todos los aspectos de Turing, lo bueno y malo; su arrogancia, su frialdad y su soledad, pero también su genialidad, su fragilidad y sus buenas intenciones.
El resto de actuaciones, a pesar de no estar al mismo nivel del actor de «Sherlock», son igual bastante buenas. A pesar de no tener demasiado que hacer, Keira Knightley hace un buen trabajo como Joan, desarrollando de manera efectiva a la contraparte de Turing. Como Hugh Alexander, Matthew Goode es memorable: increíblemente carismático y muchas veces gracioso. Y como Denniston, Charles Dance tiene un papel algo gratuito: se trata del típico personaje militar sin paciencia y que no cree en el trabajo del protagonista. Dance da una buena interpretación, pero lamentablemente su personaje es bastante predecible y estereotípico. Las actuaciones secundarias de Mark Strong, Rory Kinnear y el resto son bastante sólidas.
El Código Enigma comienza como una película de intriga: la historia de cómo el código de los nazis fue roto y de cómo Turing logró vencer todos los obstáculos que se le atravesaron en el camino. Pero ese no es necesariamente el objetivo del filme. Sí, es una aspecto importante de la historia que se quiere contar, pero el verdadero foco de «El Código Enigma» es Turing como persona, por lo que se concentra más en la manera que este piensa, en cómo fue discriminado por ser homosexual (bullying cuando era adolescente, un arresto totalmente injusto en los años 50) y cómo su soledad hizo que finalmente se rindiera ante la vida. Se trata de un fascinante estudio de un personaje complejo e interesante, alguien que usó su genio para el bien pero que lamentablemente, y por muchas injusticias, no fue reconocido hasta muchos años después.
Y es precisamente por este enfoque la película no ahonda demasiado en cómo fue creada la máquina de Turing. Hay escenas de construcción y de desarrollo de fórmulas y de análisis de códigos, eso es cierto, pero el filme jamás se pone demasiado técnico. Me imagino que explicar de manera demasiado detallada cómo fue que Turing desarrolló la máquina y cómo esta fue construida, presentándonos con problemas matemáticos o de ingeniería, hubiese alienado a muchas personas (incluyéndome a mí), por lo que agradezco que se enfoque mejor en las relaciones interpersonales entre los miembros del equipo y el drama interno de Turing. Sólo con saber que la máquina, llamada “Christopher”, fue la antecesora de las computadoras modernas y que había que resolver muchos problemas para hacer que funcione, me basta y sobra.
A pesar de manejar temas muy serios y de tener a un protagonista poco carismático (en el tradicional sentido de la palabra), El código Enigma logra tener un gran sentido del humor (hay varios momentos realmente chistosos, muchos relacionados a la falta de empatía que tiene Turing con diversas cosas) y balancear momentos humanos muy emocionales (como cuando Turing tiene que dejar que los nazis maten a un grupo de personas por el bien común) con escenas más ligeras. Algunos subplots son abandonados de manera poco elegante, y un personaje en particular desaparece a tres cuartos de película sin demasiadas explicaciones, pero son errores de los que uno no se da cuenta hasta que analiza la cinta después de haberse acabado. Quizás agregándole unos veinte minutos de duración se hubieran corregido (cosa que no me hubiera molestado, ya que el filme nunca se me hizo demasiado largo o tedioso).
El código Enigma logra demostrar que, junto con los incontables soldados que murieron en los campos de batalla, los científicos, ingenieros y matemáticos también ayudaron a ganar la Segunda Guerra Mundial, y que a pesar de ello, gente como Turing no fue reconocida en su momento debido a la discriminación y el miedo a lo “diferente”. Da gusto cuando una película como esta lograr generar conversación, y hacer que uno quiera saber más sobre la historia real y su protagonista; es un gran antídoto para los blockbusters vacíos y genéricos que muchas veces son proyectados en la mayoría de nuestras salas de cine.
Vean el documental «La curiosa guerra de Alan Turing o como las matemáticas derrotaron a Hitler» – Les Films D’Ici.
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