BAFICI 2015: Críticas de la argentina «La mujer de los perros», y «Taxi» de Jafar Panahi

Taxi, de Jafar Panahi
Esperaba con ansia la película de Panahi, tuve que verla dos veces para poder comprender el discurso realista de la tercera película del director, que supuestamente está bajo arresto domiciliario en Teherán, pero con las reglas de Irán es una ambigüedad, ya que lo arrestos domiciliarios son más livianos, ya que puede circular por la ciudad.

«Taxi» es un film de subtextos sociales, mezcla algo de realidad con la ficción, como si fuera un falso documental, es una crítica indirecta y auténtica a la política de su país, el propio director se hace pasar por un taxista, se convierte en el actor protagónico de su película y con cámaras dentro del taxi comienza a rodar las escenas. Y comienza a rodar con conversación conductor y pasajero, donde cada pasajero plantea un rollo existencial político, compartiendo y discutiendo sucesos sociales. El planteamiento de la cámaras fija en el parabrisas, que el director manipula y gira mientras la gente va subiendo. En Teherán se comparte el taxi, y los pasajeros suben y debaten temas como la pena de muerte. Sube un atracador, un hombre que es vendedor de películas pirata que reconoce a Panahi, comienza el lado cómico. Luego subirá un pasajero herido con su mujer, dos viejitas con peces, la sobrina hiperactiva de Panahi, y las situaciones que irán sucediendo en el supuesto taxi, será una catarsis, desde menciones de censura en Irán, incluyendo el celular de Panahi, a la par con el celular de su sobrina forman parte del film. La evidente lectura política, en el contexto global de «Taxi», logra con una postura de reclamo, de desafío político, un original planteamiento estético, exponiendo lo humano y religioso, es decir un complejo pero real cine político.

La mujer de los perros, de Laura Citarella y Verónica Llinás
Tras ser presentada en el Festival de Rotterdam, se estrenó en Bafici con lleno total y con la presencia de las directoras, Laura Citarella y Verónica Llinás que actúa como la mujer de los perros. Una mujer solitaria, silenciosa, recicladora, que vive en un precario jacal que construye con chapas, madera, residuos que encuentra en sus caminatas diarias, rodeada de sus ocho o nueve perros, situado en la zona oeste de Gran Buenos Aires, siendo ellos su única compañía.

El proyecto fue filmado a largo de un año, dividiéndose en cuatro estaciones, invierno, otoño, primavera y verano. Una propuesta narrativa alejada de lo tradicional, evocándonos al cine de Lisandro Alonso, quizás para esta época ya no es sorprendente y pierde un grado de originalidad. Una mujer melancólica, pero fuerte, que en casi a lo largo de todo el film no habla. Son pocos los momentos en que intenta integrarse al mundo común y corriente, con algunas situaciones cómicas, como el ir a la iglesia a robar velas, ir al hospital para revisar su salud, pero no ser consecuente, va a visitar a una amiga que parece ser peruana o boliviana, sin interactuar una palabra. Cada estación de temporada marca un comportamiento en ella, llega a enfermar en invierno, pero su capacidad de sobrevivencia, logra que ella mejore, al llegar el verano, la mujer de los perros, tiene necesidades sexuales, se complace en una escena con un foráneo que escribe poemas de amor, simples, bordeando lo cómico.

El planteamiento de composición es narrativo con bellos planos generales, remontan a un Kiarostami, pero en esta época el cine ha evolucionado, y si el film es intimista, con un universo simple, no se logra cerrar el círculo, porque este tiene un grado de falsa realidad. Lo cual se resumen en una mujer y sus perros, no necesito nada más. Pero el cine es más que planos contemplativos.