Tras una larga espera por parte de fanáticos del cómic y asiduos al buen cine de acción, se estrenó esta semana Avengers: Age of Ultron, la segunda película de la saga de los populares superhéroes de Marvel, dirigida, al igual que la primera entrega, por Joss Whedon.
El supergrupo, como sabemos, está conformado por Iron Man (Robert Downey Jr.), Thor (Chris Hemsworth), Hawkeye (Jeremy Renner), Viuda Negra (Scarlett Johansson), Hulk (Mark Ruffalo), y liderado por Capitán América (Chris Evans), un hecho algo difícil de creer debido a las limitaciones interpretativas del rubio actor, eclipsado por el peso escénico de Downey Jr. Luego de la destrucción dejada por su enfrentamiento con los Chitauri en la película anterior, los Vengadores siguen juntos y luchando contra las amenazas que pudieran surgir en la Tierra.
Sin embargo, esta vez tiene un nuevo enemigo, más aterrador y menos encantador que Loki. Me refiero a Ultrón, un robot con inteligencia artificial inicialmente desarrollado por Hydra -organización terrorista del universo de Marvel Comics- que con la ayuda de los hermanos Wanda y Pietro Maximoff (La Bruja Escarlata y Quicksilver), ponen a los Avengers a borde del quiebre tanto emocional como grupal.
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Uno de los principales aciertos de esta entrega es que logra un mayor equilibrio en el protagonismo de todos los vengadores y de algún modo redime a uno de sus integrantes más relegados, Hawkeye, quien pasa de ser un secundario del que poco sabíamos a convertirse en el elemento de cohesión entre los superhéroes. El arquero representa todo lo que sus compañeros no pueden tener, pero a la vez la vida a la cual aspirarían. Asimismo, le quitan un poco de espacio a las monumentales peleas y acción, por darle mayor espacio a diálogos de mayor profundidad que develan el lado emocional de los personajes.
Debemos señalar también la frescura que le aportan los Maximoff, destacando la actuación de Wanda (Elizabeth Olsen), quien junto a Aaron Taylor-Johnson (Quicksilver y también recordado por encarnar a «Kickass») agregan el factor mutante e impredecible.
Los puntos en contra considero que radican en la casi ausencia de conflicto entre los Avengers, entendiendo que, de acuerdo a lo que nos propone el Universo Cinematográfico de Marvel, se encuentran ad portas de uno de los hitos más importantes -y punto de quiebre- de esta franquicia: Civil War. El filme no ofrece nada novedoso en cuanto a la narrativa, siendo totalmente lineal y sin mayores giros argumentales. En ese sentido, se muestra como una cinta de transición hacia otras películas más climáticas y por ello no creo que supere el impacto que produjo la primera entrega, sobre todo entre los fanboys.
Si bien es una buena película y muy entretenida, la tiene muy difícil luego de películas de gran factura y recordación como Captain America: The Winter Soldier y la espectacular Guardians of the Galaxy.
Para quienes ya vieron la película, a continuación podrán encontrar apreciaciones adicionales llenas de spoilers.
SPOILER ALERT!
Al final todo en la película gira alrededor de gente experimentando con humanos: el barón Strucker “mejora” a los Maximoff -una obvia referencia a la experimentación nazi que el Capitán América no pasa por alto-, el mismo Capitán es producto de un experimento militar, vemos también el cruel entrenamiento al que fue sometida la Viuda Negra, cuyas secuelas dan pie a una de las mejores escenas de la película: su charla con Banner en la granja, en la cual ambos ponen de manifiesto sus sentimientos y sus temores.
Es justamente en el aspecto humano donde la película encuentra sus mayores fortalezas: a la mencionada relación entre Romanov y Banner –“no eres el único monstruo en este grupo”- se suma la de los gemelos Maximoff y la revelación que resulta ser Clint Barton. El arquero, cuyo rol secundario y “prescindible” en el supergrupo es incluso objeto de bromas internas, revela a los espectadores qué estuvo haciendo durante todo el tiempo que no supimos de él y se convierte en Whedon. Se otorga así mayor protagonismo a los tres Vengadores que aún no han tenido película propia, aprovechando las dotes actorales de Ruffalo, Johansson y Renner, siempre un paso delante de los más esquemáticos Evans y Hemsworth, y de un Robert Downey Jr. convertido en algo así como el Charlie Sheen del MCU: no tiene que actuar, solo ser él mismo.
Pero no solo con humanos se experimenta. Las inteligencias artificiales juegan su propio partido en el filme. El villano mayor, Ultrón, a quien presta voz y movimientos el gran James Spader, parte de dos premisas ya bastante gastadas en el mundo de la ciencia ficción: la creación que se rebela ante su creador y urde un plan, no demasiado maquiavélico en este caso, para conquistar el mundo. Pero esto no basta para darle entidad como villano memorable y en algunos momentos se percibe simplemente como el robot malo al que los héroes tienen que destruir “trabajando en equipo” (como remarcan varias veces: si nos desunimos, él gana; si nos juntamos, triunfamos).
Este maniqueísmo del guión (¿signos de desgaste en Whedon?) se ve potenciado, extrañamente, por uno de los mejores hallazgos del filme: Vision, creado a partir de la misma matriz que Ultrón pero con la inteligencia de JARVIS, el asistente virtual de Stark (e interpretado por el mismo actor que la pone voz, Paul Bettany). La visión protectora –valga la redundancia- del nuevo androide contrasta y pervierte el objetivo destructor de Ultrón y los convierte en algo así como las dos caras de la misma moneda. O, para ser más exactos, en los productos exitosos/fallidos de un Stark ansioso por buscar soluciones “globales” a la seguridad mundial, aún en contra de lo que puedan pensar los demás Vengadores. Y es quizá en este punto donde podamos encontrar las raíces del conflicto que veremos en Capitán América: Civil War, continuidad directa de esta saga y basada en el cómic que dividió por completo al universo Marvel.
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