Creo que Desaparecer es un buen título para una película. Y creo también que la premisa de «Desaparecer» es muy buena: una ecologista que por su trabajo en una ONG vive en una comunidad de la selva (Nueva Esperanza, Iquitos), de pronto desaparece y su novio, un profesor de matemáticas, viaja a buscarla. En el viaje el novio encontrará una comunidad marcada por una serie de desapariciones y una mafia de traficantes de madera.
Esta apuesta de cine de denuncia, cine de corte social o como quieran llamarlo, me parece importantísima de valorar. Dorian Fernández-Moris, el director, nos entrega esta vez una historia de suspenso, más seria, contada de una forma distinta a sus dos películas anteriores (Cementerio General y Secreto Matusita), y que intenta resaltar una selva cuya conflictiva realidad se nos ha estrellado en la cara muchas veces.
Fernández-Moris y Paco Bardales, los responsables del guión, conocen bien la selva y lo demuestran. La dinámica de vida de la comunidad y la respuesta a los problemas que enfrentan, tienen mucho de creíble y poco o nada con lo folklórico. A pesar de que la figura de los yakurunas, conocida historia de seres mitológicos de la selva, está presente en buena parte de la historia, no veo en ello una distracción, pues creo que funcionan como metáfora de una cosmovisión y hasta de una interpretación de la realidad.
Los elementos que involucran al espectador en la mafia de los traficantes de madera están, y se van configurando de a pocos y armando el rompecabezas de forma eficiente para mi gusto. Que pudo ser mejor y menos distractiva, sí. Pudo (y creo que debió) usar menos clichés y aprovechar mejor a algunos personajes, sí. Pudo también sostenerse en un guión menos discursivo, sí; pero finalmente llega a armarse y demostrar su punto.
El caso es que esta historia prometedora se deshace en algunos puntos y encuentra grandes baches otros, por tres razones: 1) regodearse en los diálogos, 2) tener altibajos en el registro de los actores, 3) incluir elementos distractores del tema de fondo.
Lo primero se ve sobre todo en los personajes ajenos a la comunidad, que suelen caer en sobreexplicaciones. Lo segundo, básicamente porque la historia de la relación amorosa que se presenta en primer plano se ve opacada por las historias que se crean alrededor. Los personajes de Ismael La Rosa y Virna Flores son superados por los de Óscar Carrillo, Fernando Bacilio y hasta el de Teddy Guzmán (punto aparte para el gran trabajo hecho con los no actores, miembros de la comunidad). Y lo tercero, creo que tiene que ver con la intención de vender la película como un producto de acción y aventura, pues esto hace que a la historia de conflicto y misterio se le intenten añadir innecesariamente elementos de acción, perdiendo un tiempo precioso. Hay sumas que restan.
Sin embargo, además de la importancia del tema de fondo y de la premisa de la película, Desaparecer tiene otra gran virtud, que hasta sus más fervientes críticos reconocen: lo impecable de la producción, el mérito y el esfuerzo que significó la grabación y lo bien aprovechado de la fotografía. La selva, el espacio natural, se luce.
Pese a las irregularidades, creo sinceramente que Desaparecer es una apuesta arriesgada, valiente y un gran esfuerzo que no merece pasar desapercibido.
(N.E.: Kathy Subirana conduce junto a Claudio Cordero el podcast Pasaje 18, chequéenlo, está bueno).
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